Gracias a la magia de Internet (y a mi buen dominio
del inglés) he podido seguir, segundo a segundo, los resultados del referéndum
del 18 de septiembre en Escocia. La BBC le dio una excelente cobertura, con
varios canales de comentarios, entrevistas y resultados en vivo.
Empecemos por destacar que el conteo de las
papeletas fue manual, nada electrónico, como es el estilo cada vez más enredado
en Venezuela. No hubo tampoco revisión “biométrica” de los votantes (léase
“captahuellas” ), ni nada que entrabara el desarrollo de la votación. Entre el
cierre de urnas y el momento de la certificación de datos apenas transcurrieron
unas seis horas. Y bien claritas, las cifras iban danzando, tanto para el SI,
como para el NO con una descripción detallada de las boletas nulas, que
generalmente eran unas pocas (“el elector marcó ambas opciones”, etc.).
Desde los primeros resultados se hizo evidente el
triunfo del NO. Better together fue el lema de los que estaban en contra de la
secesión de Escocia. Con el típico carácter británico, los líderes del SI,
fueron aceptando sin duda ni pasión visible, su derrota. Y los ganadores,
aunque jubilantes a ratos, también aceptaron, sin mayores demostraciones
emocionales, su triunfo. Un limpio referéndum , con muy amplia participación,
que disipó las dudas sobre la escisión de Escocia. Una vez más, fair play
(juego limpio).
Ahora, los comentaros. Sin duda, había mucho en
juego. Una nueva nación estuvo a punto de nacer pero con graves problemas por
delante, que parece fue el argumento para el punto de quiebre de los votantes.
Una Escocia que estaría fuera de la Unión Europea, fuera de la zona euro y
quizás también fuera de la libra. Una Escocia que tendría que establecer sus
nuevas fronteras sin la protección del denominado “espacio Schengen” (sin
fronteras entre países de la Unión). A mi juicio, un país lleno de esperanzas,
para algunos, pero con plomo en el ala, según otros.
Pero no todo está perdido: lo que si parece haber
logrado el referéndum es garantizarle más amplias autonomías a los ciudadanos
escoceses. Las cuatro naciones que conforman el Reino Unido de la Gran Bretaña
(Inglaterra, Gales, Irlanda del Norte y Escocia) han salido beneficiadas, sin
duda. Pues al poner el foco sobre los problemas de Escocia, se pone de relieve
las carencias autonómicas de cada nación. Y aunque tienen tres administraciones
descentralizadas, todavía hay muchas aspiraciones insatisfechas por parte de
los parlamentos regionales.
En mi opinión, Europa ha ganado; en vez del
potencial desmembramiento de una zona, el pueblo ha votado por una Unión
Europea más sólida, con menos fisuras. Muchas de las aspiraciones de Escocia,
Gales e Irlanda deberán ahora ser atendidas. Así lo han manifestado tanto los
del SI como los del NO. Y así también lo ha sugerido, en su discurso, el primer
ministro, David Cameron, refirmado posteriormente por Gordon Brown, por cierto
nativo de Glasgow, lider del partido laborista y ex primer ministro de Reino
Unido.
Lo peor está ahora por venir, en cuanto a Cataluña
de refiere. Precisamente ese 19 de septiembre, fecha en que se hacen públicos
los resultados del referéndum en Escocia, en España se viven momentos
complicados. El gobierno de Cataluña ha aprobado la ley de consultas que le
permitirá a Artur Mas, president de la Generalitat, convocar para el 9 de
noviembre un referéndum similar al de Escocia. Según los voceros oficiales, los
resultados de la consulta en Escocia no han hecho variar ni lo más mínimo las
aspiraciones catalanas independentistas. A diferencia del gobierno de
Inglaterra, donde se pactó su realización, en España esa posibilidad parece
negada. El gobierno de Rajoy está totalmente en contra de la consulta. Su
alegato está fundamentado en la propia constitución española ya que, de haber
una consulta para la separación de una parte de España, todos los españoles, y
no solo los afectados (catalanes, en este caso) deberían ser consultados. La
Moncloa, sede del gobierno de España, prepara su ofensiva frente a la hipótesis
de una consulta que, a su juicio, es ilegal y que parece que no permitirían. En
semanas veremos o un choque de trenes o en su lugar, algo más razonable:
permitir la consulta y confiar en el buen juicio de los ciudadanos residentes
en Cataluña.
Desde mi punto de vista, es una torpeza del gobierno
negarse tan categóricamente a la consulta, máxime cuando los resultados, según
se ha dicho, no son vinculantes. Creemos que los catalanes razonables, que
deben ser muchos, inclinarían la balanza hacia el NO, tal como ocurrió en
Escocia y así se daría por terminado este capítulo independentista. Y servirá
de advertencia, entre otros, a los vascos y gallegos. Nada peor que prohibir
algo: más temprano que tarde harán la consulta.
Está bien comprobado históricamente que los
nacionalismos no le hacen bien a los pueblos, excepto apelar a las emociones
mas primigenias. Un nacionalismo irracional fue el que impulsó a un Hitler a
llevar al pueblo alemán a su peor derrota en siglos. Los nacionalismos en los
Balcanes condujeron a la muerte y al sufrimiento a miles de ciudadanos, como
nos consta. Los nacionalismos en el medio oriente están causando dolor,
tristeza y miseria a millones de seres indefensos. No hay ninguna razón para
pensar que el nacionalismo catalán será diferente. Ser español y catalán -en el
orden que cada quien desee ponerlo- es mucho mejor que ser catalán a secas.
Creo que somos muchos los que admiramos al laborioso pueblo de Cataluña, pero
eso no les otorga una virtud especial; su separación de España les traería
algunos beneficios, tal vez, pero con toda seguridad muchas penurias y todo a
costa de sentirse “sóc català”. Finalmente, recordemos una vez más, que fue el
nacionalismo de Franco (España, una, grande, libre) lo que nos llevó a una
guerra fratricida, un millón de muertes y unas heridas que aún no han sido del
todo sanadas.
Los tiempos que se avecinan para los catalanes -y
para todos los españoles- prometen ser complicados. La solución propuesta por
el PSOE, -una España federal en vez de una España de las autonomías- no parece
haber sido acogida por los líderes de Cataluña. Lloverá y escampará -nuestro ex
presidente Carlos Andrés dixit- mucho en las semanas y meses por venir. Y al
final, esperamos que sea el pueblo -no la clase política- el que salga
beneficiado por esta confrontación.
A todas estas, en Venezuela debemos mirar estos
acontecimientos con mucho interés. En el fondo, lo que está en juego es el
deseo de los pueblos de autogobernarse, la necesidad de autoafirmarse y de
utilizar los recursos generados en la región en bien de sus ciudadanos. Como ha
dicho un comentarista, "el problema no es que nos den más sino que nos
quiten menos". Sentimientos muy similares a los que recurrimos en esta
región del mundo, tan bien dotada de recursos naturales y aparentemente tan
escasa de talento político. El país atraviesa un empantanado presente y no se
avista, en un futuro cercano, salida para el berenjenal en que estamos todos
metidos, gobierno y oposición. Los radicales de lado y lado juegan a ganar como
en Escocia: todo o nada. La revolución o la contra revolución. Pero a
diferencia de Escocia, no hay referéndum a la vista en Venezuela que le ponga
punto final a la diatriba.
Entretanto, el whisky, ese regalo de los dioses
escoceses que tanto gusta al venezolano -habiendo tan excelentes rones
nacionales- parece que va a escasear más que el papel sanitario: dicen las
malas lenguas que con la falta de dólares para las importaciones no habrá
licores en Navidad. Como dicen los guaros(1): “¡fin de mundo!”.
Veremos.
--
Nota: Se llaman “guaros” a los habitantes del Estado
Lara, cuya capital es la ciudad de Barquisimeto.
Miguel A. Megias
autonomiaspoliticas@gmail.com
@mmegias
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