martes, 23 de septiembre de 2014

MIGUEL A. MEGIAS, ELLOS SIN INDEPENDENCIA; NOSOTROS SIN WHISKY

Gracias a la magia de Internet (y a mi buen dominio del inglés) he podido seguir, segundo a segundo, los resultados del referéndum del 18 de septiembre en Escocia. La BBC le dio una excelente cobertura, con varios canales de comentarios, entrevistas y resultados en vivo.

Empecemos por destacar que el conteo de las papeletas fue manual, nada electrónico, como es el estilo cada vez más enredado en Venezuela. No hubo tampoco revisión “biométrica” de los votantes (léase “captahuellas” ), ni nada que entrabara el desarrollo de la votación. Entre el cierre de urnas y el momento de la certificación de datos apenas transcurrieron unas seis horas. Y bien claritas, las cifras iban danzando, tanto para el SI, como para el NO con una descripción detallada de las boletas nulas, que generalmente eran unas pocas (“el elector marcó ambas opciones”, etc.).

Desde los primeros resultados se hizo evidente el triunfo del NO. Better together fue el lema de los que estaban en contra de la secesión de Escocia. Con el típico carácter británico, los líderes del SI, fueron aceptando sin duda ni pasión visible, su derrota. Y los ganadores, aunque jubilantes a ratos, también aceptaron, sin mayores demostraciones emocionales, su triunfo. Un limpio referéndum , con muy amplia participación, que disipó las dudas sobre la escisión de Escocia. Una vez más, fair play (juego limpio).

Ahora, los comentaros. Sin duda, había mucho en juego. Una nueva nación estuvo a punto de nacer pero con graves problemas por delante, que parece fue el argumento para el punto de quiebre de los votantes. Una Escocia que estaría fuera de la Unión Europea, fuera de la zona euro y quizás también fuera de la libra. Una Escocia que tendría que establecer sus nuevas fronteras sin la protección del denominado “espacio Schengen” (sin fronteras entre países de la Unión). A mi juicio, un país lleno de esperanzas, para algunos, pero con plomo en el ala, según otros.

Pero no todo está perdido: lo que si parece haber logrado el referéndum es garantizarle más amplias autonomías a los ciudadanos escoceses. Las cuatro naciones que conforman el Reino Unido de la Gran Bretaña (Inglaterra, Gales, Irlanda del Norte y Escocia) han salido beneficiadas, sin duda. Pues al poner el foco sobre los problemas de Escocia, se pone de relieve las carencias autonómicas de cada nación. Y aunque tienen tres administraciones descentralizadas, todavía hay muchas aspiraciones insatisfechas por parte de los parlamentos regionales.

En mi opinión, Europa ha ganado; en vez del potencial desmembramiento de una zona, el pueblo ha votado por una Unión Europea más sólida, con menos fisuras. Muchas de las aspiraciones de Escocia, Gales e Irlanda deberán ahora ser atendidas. Así lo han manifestado tanto los del SI como los del NO. Y así también lo ha sugerido, en su discurso, el primer ministro, David Cameron, refirmado posteriormente por Gordon Brown, por cierto nativo de Glasgow, lider del partido laborista y ex primer ministro de Reino Unido.

Lo peor está ahora por venir, en cuanto a Cataluña de refiere. Precisamente ese 19 de septiembre, fecha en que se hacen públicos los resultados del referéndum en Escocia, en España se viven momentos complicados. El gobierno de Cataluña ha aprobado la ley de consultas que le permitirá a Artur Mas, president de la Generalitat, convocar para el 9 de noviembre un referéndum similar al de Escocia. Según los voceros oficiales, los resultados de la consulta en Escocia no han hecho variar ni lo más mínimo las aspiraciones catalanas independentistas. A diferencia del gobierno de Inglaterra, donde se pactó su realización, en España esa posibilidad parece negada. El gobierno de Rajoy está totalmente en contra de la consulta. Su alegato está fundamentado en la propia constitución española ya que, de haber una consulta para la separación de una parte de España, todos los españoles, y no solo los afectados (catalanes, en este caso) deberían ser consultados. La Moncloa, sede del gobierno de España, prepara su ofensiva frente a la hipótesis de una consulta que, a su juicio, es ilegal y que parece que no permitirían. En semanas veremos o un choque de trenes o en su lugar, algo más razonable: permitir la consulta y confiar en el buen juicio de los ciudadanos residentes en Cataluña.

Desde mi punto de vista, es una torpeza del gobierno negarse tan categóricamente a la consulta, máxime cuando los resultados, según se ha dicho, no son vinculantes. Creemos que los catalanes razonables, que deben ser muchos, inclinarían la balanza hacia el NO, tal como ocurrió en Escocia y así se daría por terminado este capítulo independentista. Y servirá de advertencia, entre otros, a los vascos y gallegos. Nada peor que prohibir algo: más temprano que tarde harán la consulta.

Está bien comprobado históricamente que los nacionalismos no le hacen bien a los pueblos, excepto apelar a las emociones mas primigenias. Un nacionalismo irracional fue el que impulsó a un Hitler a llevar al pueblo alemán a su peor derrota en siglos. Los nacionalismos en los Balcanes condujeron a la muerte y al sufrimiento a miles de ciudadanos, como nos consta. Los nacionalismos en el medio oriente están causando dolor, tristeza y miseria a millones de seres indefensos. No hay ninguna razón para pensar que el nacionalismo catalán será diferente. Ser español y catalán -en el orden que cada quien desee ponerlo- es mucho mejor que ser catalán a secas. Creo que somos muchos los que admiramos al laborioso pueblo de Cataluña, pero eso no les otorga una virtud especial; su separación de España les traería algunos beneficios, tal vez, pero con toda seguridad muchas penurias y todo a costa de sentirse “sóc català”. Finalmente, recordemos una vez más, que fue el nacionalismo de Franco (España, una, grande, libre) lo que nos llevó a una guerra fratricida, un millón de muertes y unas heridas que aún no han sido del todo sanadas.

Los tiempos que se avecinan para los catalanes -y para todos los españoles- prometen ser complicados. La solución propuesta por el PSOE, -una España federal en vez de una España de las autonomías- no parece haber sido acogida por los líderes de Cataluña. Lloverá y escampará -nuestro ex presidente Carlos Andrés dixit- mucho en las semanas y meses por venir. Y al final, esperamos que sea el pueblo -no la clase política- el que salga beneficiado por esta confrontación.

A todas estas, en Venezuela debemos mirar estos acontecimientos con mucho interés. En el fondo, lo que está en juego es el deseo de los pueblos de autogobernarse, la necesidad de autoafirmarse y de utilizar los recursos generados en la región en bien de sus ciudadanos. Como ha dicho un comentarista, "el problema no es que nos den más sino que nos quiten menos". Sentimientos muy similares a los que recurrimos en esta región del mundo, tan bien dotada de recursos naturales y aparentemente tan escasa de talento político. El país atraviesa un empantanado presente y no se avista, en un futuro cercano, salida para el berenjenal en que estamos todos metidos, gobierno y oposición. Los radicales de lado y lado juegan a ganar como en Escocia: todo o nada. La revolución o la contra revolución. Pero a diferencia de Escocia, no hay referéndum a la vista en Venezuela que le ponga punto final a la diatriba.

Entretanto, el whisky, ese regalo de los dioses escoceses que tanto gusta al venezolano -habiendo tan excelentes rones nacionales- parece que va a escasear más que el papel sanitario: dicen las malas lenguas que con la falta de dólares para las importaciones no habrá licores en Navidad. Como dicen los guaros(1): “¡fin de mundo!”.

Veremos.

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Nota: Se llaman “guaros” a los habitantes del Estado Lara, cuya capital es la ciudad de Barquisimeto.

Miguel A. Megias
autonomiaspoliticas@gmail.com
@mmegias

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