Que Maduro haya acusado el jueves a la
oposición de estar preparando una “guerra bacteriológica” en el estado Aragua,
me ha tentado a formularme la pregunta de si el “hombre del pajarito” no busca
la excusa perfecta para declararse en “default”, pues, con una emergencia de
tal categoría y naturaleza sería antipatriótico y contrarrevolucionario estarle
pagando deudas a un grupo de bancos y entidades financieras que siguen líneas
de los imperialistas yanquis que serían, a fin de cuentas, los cerebros tras
del Armagedón.
El Armagedón, si, dije el Armagedón, porque
no otra clase de guerra sino la tan magistralmente descrita en el “Apocalipsis
de Juan” sería la que se desencadenaría con cientos de miles de personas –quizá
millones- muriendo infectados por el dengue, el chikungunya, el ébola, el
ántrax y tantos otros agentes patógenos en cuyo empleo resultaron malévolos
eficientísimos viejos y nuevos amigos de Chávez y Maduro como Saddam Hussein y
Bashir al-Assad.
Sobre el primero, fueron otros compinches de
los caudillos venezolanos, los iraníes, quienes denunciaron con testimonios
irrefutables la guerra química o bacteriológica que contra ellos desató el
también llamado “matón de Bagdad”; y en cuanto al segundo, denuncias de los
rebeldes sirios comprobadas por la ONU y ONG internacionales dejaron claro que
si Assad aun sobrevive es a punta de armas de uso prohibido.
No sé hasta dónde pueden llegar Maduro y sus
secuaces en sus extravíos por conservar el poder, pero cómo cada día, semana o
mes que pasan son como escalas que conducen al instante final, no dudaría en
afirmar que, si no la “guerra bacteriológica” en sí, sí una enorme campaña de
propaganda para atribuirla a la oposición, estaría a la vuelta de la esquina.
Al efecto, tendría el escenario servido con
los miles de infectados de dengue, chikungunya –y quizá de ébola- que padecen
en los hospitales, clínicas privadas y centros de salud del país, sin aspirar a
que se les trate su enfermedad por falta de medicinas, y mucho menos a que se
les diagnostique por escasez de reactivos, y que en ningún sentido serían
atribuidos por Maduro a la corrupción y a la incompetencia de su gobierno, sino
a otra activación de la llamada “teoría de las conspiraciones”, que, en el
socialismo y otros sistemas totalitarios, busca no referir los fracasos a la
inviabilidad del modelo, sino a quienes “conspiran” contra él.
Y como las ineficiencias, las catástrofes,
los retrocesos y los desastres son infinitos, entonces, ya veremos como la
historia del socialismo de Maduro, será la de las denuncias y detección de unos
conspiradores, terroristas y enemigos del gobierno que jamás aparecen, porque
no existen.
En la Rusia de Stalin, en la China de Mao y
en la Cuba de los Castro se trabajaba poco y estudiaba menos, pues el tiempo se
quemaba denunciando conspiraciones, atentados e invasiones que, por lo general,
se olvidaban cuando pasaba su efecto de distracción y se pasaba a otras.
En “1984” George Orwell dejó la atmósfera y
el clima perfectos que se viven en estas revoluciones, en las cuales, el “Big
Brother” impera, porque él y la sociedad viven esperando cataclismos que nunca
se desencadenan.
Algo de esto, y mucho más, veremos cuando a
Maduro le toque en los próximos días elegir entre dos males: o pagar los
vencimientos que por 6300 millones de dólares tiene con la banca internacional
(lo cual dejaría las reservas internacionales del país prácticamente que
inoperativas); o no pagarlas y pasar a constituirse en un paria del sistema
financiero, sin acceso a los mercados de deuda y con demandas de embargos de
los bienes venezolanos en el exterior, incluidos los embarques petroleros.
Pero eso en cuanto a lo económico, porque en
lo que se refiere a lo político e ideológico, las pérdidas podrían ser mayores,
pues si paga tendrá que habérselas con la retroizquierda de todos los pelajes
que le reclamarán que tiene al pueblo muriéndose de hambre, y padeciendo las
siete plagas de Egipto y sale a entregarle un tercio de las reservas en divisas
venezolanas a la banca extranjera; y si no paga, sería hacer aún más aguda la
crisis de desabastecimiento que ha retrocedido el país al siglo XIX.
De modo que, nada fácil, ni llevadero, ni
manejable en el futuro de un gobierno que recibió como herencia del “presidente
eterno” un país en bancarrota, que, para colmo, quedó en manos de un jefe de
Estado sin las credenciales mínimas, no para superar las dificultades, para
sortearlas y viaja a velocidades supersónicas a una época de anarquía, caos y
anomia en la cual con lo único que sueña Venezuela es con un factor interno o
externo que ponga fin a tal estado de cosas.
Por ahora, Maduro y sus compinches no tenían
otra vía que transitar que compartir el poder con una pandilla de militares
corruptos que le han cambiado apoyo por impunidad y han devenido en el puntal
de un estado forajido que, por eso mismo, por no tener otra base en que
sustentarse, los ha constituido en una fuerza de ocupación.
Con ellos, operan los cuerpos de inteligencia,
militares y paramilitares de la dictadura cubana, básicamente interesada en
garantizar que los herederos de Chávez cumplan con los acuerdos que permiten
que las exportaciones petroleras venezolanas cubran el subsidio que la llamada
revolución perdió con el colapso de la Unión Soviética.
Y que subyace en el cimiento de la quiebra de
las finanzas nacionales, ya que, si a la cobertura de la improductividad de la
isla, se une el pase a retiro de más y más áreas de la economía del país,
entonces es imposible que ni siquiera un precio del petróleo de más de 200
dólares el barril sustente semejante carga.
Son dos estados menesterosos, sin otro
producto que ofertar en los mercados internacionales que el cada vez más
menguado ingreso en petrolero venezolano, por tanto, hermanos en la agonía de
que los precios del crudo se mantengan, aumenten o desplomen.
Dos economías capitalistas al final del día,
dependientes del bienestar y de la permanencia del odiado sistema, y obligados
a cumplir con el pago de sus deudas porque si no, la dictadura más vieja del
mundo y la más joven seguirán el camino de los socialismos que yacen bajo los
escombros del Muro de Berlín y el colapso de la Unión Soviético.
En otras palabras: que no le veo otro
alternativa a Maduro que pagar los vencimientos de la deuda, aun a costa de
agudizar la crisis social venezolana, porque si no, no es uno, sino dos los
parques jurásicos los que se hundirán.
Manuel Malaver
manuhalm912@cantv.net
@MMalaverM
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