Si
a las violaciones a los Derechos Humanos por parte del régimen que presidió Hugo Chávez, le agregamos una mayor
y brutal represión del gobierno cívico militar de Nicolás Maduro, y el rotundo
fracaso en materia de desarrollo económico del país y del bienestar de los
venezolanos, la complicidad con funcionarios públicos, señalados
internacionalmente, con vinculaciones con la corrupción y el narcotráfico, con
las mafias organizadas del hampa que controla las cárceles, domina las calles y sobre todo los barrios
más pobres donde asesinan a centenares de jóvenes en una semana, a miles en un mes y a un total
de más de 150 mil en los 14 años de gobierno autoritario, sin respeto a ninguna
Ley, que ha destruido las principales
empresas públicas, como las de Guayana y PDVSA, más las privadas expropiadas y otras amenazadas,
la mayoría que creyó que Chávez iba a arreglar el país y votó por él en varias
oportunidades, comienza a buscar otro rumbo democrático y de progreso para todos
los venezolanos, porque los herederos han resultados peores.
Una de las primeras manifestaciones de
gobernar al margen de la Ley, fue la violación
de la orden o del testamento del
Presidente de la República, Hugo Chávez, de que Nicolás Maduro terminara
el período que se vencía el 10 de enero de 2013 y fuera escogido como su
candidato en las elecciones que se realizarían de acuerdo a lo establecido en
Constitución Nacional Bolivariana, con lo que se hizo evidente
de hacia dónde nos conduciría la tendencia autoritaria que impuso el difunto Comandante en Jefe, desde su elección hasta diciembre de
2012, cuando apoyado o inspirado en esa
política, los poderes Públicos se coludieron para que continuara en el poder usurpado, el Vicepresidente.
Los venezolanos no disponemos de una instancia nacional independiente para defender nuestros derechos
constitucionales, desconocidos o
violados por funcionarios públicos en
complicidad con diferentes poderes para abusar de los límites legales de sus
atribuciones.
Son
varios los casos conocidos públicamente de ciudadanos que han apelado a todas
las instancias legales del país y se han considerados burlados en sus derechos
legales, y han acudido a organismos internacionales investidos de autoridad por
Acuerdos y Convenios ratificados por
Venezuela, para hacer valer sus derechos. En nuestro territorio solo nos queda protesta en la calle, tal como
lo comenzaron a realizar los estudiantes de diferentes universidades, en el
marco de la Carta Magna, aunque altos funcionarios
gubernamentales los hayan acusado de desestabilizadores.
De allí que la salida de Venezuela de la
Comisión Interamericana de los Derechos Humanos ordenada por el extinto Presidente Chávez, no solo
retrocedió nuestro país a etapas primitivas de gobernar sin
sometimiento a las leyes nacionales e internacionales, sino a la voluntad
personal del gobernante, que asume
ilegalmente todos los poderes del Estado, como en las antiguas
monarquías o en algunos regímenes
personalistas que se creen enviados por la Providencia o por mandato de una
historia creada por ellos, incluso para traspasar dicho poder a sus
descendientes.
Afortunadamente, nuestro país está enrumbado hacia la lucha de
masas en la calle, según acordado por la Mesa de Unidad (MUD) cuando eligió por
unanimidad a Jesús (Chúo) Torrealba como Secretario Ejecutivo y a unas
elecciones en las que la mayoría de los electores escogerá los nuevos diputados
de la Asamblea Nacional, y en las que la Alternativa Democrática , puede y debe darle un vuelco a
Venezuela, restaurar el sistema
republicano de independencia de los Poderes Públicos y poner en funcionamiento
de las instituciones de una democracia moderna.
Después
de 14 años de violación de los Derechos Humanos de venezolanos inocentes,
sentenciados a 30 años de presidio por orden del desaparecido comandante
eterno, Hugo Chávez, como en el caso de los comisarios de la Policía
Metropolitana Iván Simonovis, Forero y Rivas, los policías que también fueron
encarcelados injustamente, la Juez Afiuni sentenciada por el ex-Presidente en
un programa de televisión, el país democrático puede y debe intentar ponerle fin a semejantes arbitrariedades, y
sobre todo impedir que las siga cometiendo el heredero Nicolás Maduro, sin una
instancia internacional a la cual apelar, derrotándolo en la calle y en las
elecciones del próximo año.
Juan
Paez Avila
jpaezavila@gmail.com
@jpaezavila
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