miércoles, 17 de septiembre de 2014

JOSÉ FÉLIX DÍAZ BERMÚDEZ, IDOLATRÍA POLÍTICA, LA GRAN GUERRA

Cuando el ideólogo pacifista Henry Leon Follin (1866-1949) escribió su libro: "La Idolatría Política" publicado en Francia en el año 1916 se escenificaban en Europa los horribles acontecimientos de la Primera Guerra Mundial o "La Gran Guerra" (1914-1918). Cien años han pasado de ese doloroso suceso que confrontó a 22 países, causó  más de 10 millones de muertos y 21 millones de heridos, y anticipó lo que sería pocos años después en nuestro terrible siglo XX el más atroz episodio de la historia moderna, la Segunda Guerra Mundial.

Las consecuencias de ambas confrontaciones fueron desastrosas, apenas justificadas por la necesidad de contener la ambición hegemónica que inspiró a ciertos líderes y grupos sumiendo progresivamente a los desesperados pueblos de Europa en las falsas promesas de la reivindicación nacional contra los enemigos internos y externos, fomentando cada vez más la intolerancia, el fanatismo, el odio, la venganza política, el enfrentamiento de unos contra otros y la imposición de una idea de destino superior con que se ilusionó a millones de individuos mientras se admitía el descrédito de las instituciones democráticas y el fin de la paz.

Follin advirtió el surgimiento y desarrollo de la idolatría política fundada en la exaltación de los orgullos nacionales y la utilización de: "ideas caballerescas" en contra de: "una mala causa" lo que constituía: "la ilógica tradicional que hace menos odioso..., el militarismo", señalando con angustia que: "cada quien habla de exterminar al pueblo enemigo, sin ninguna consideración por los individuos que los componen", concluyendo que: "la humanidad condenada por la idolatría política a la regresión, se venga destruyendo todo progreso que la civilización había realizado en las relaciones internacionales", juicio aplicable también a las internas que son la base de la convivencia nacional.

De la misma manera, explicaba el autor, como al salvajismo de la lucha se añadía la violencia verbal, "la violencia del lenguaje contra el adversario", exaltando un supuesto patriotismo cuyos medios inadmisibles eran contrarios a los derechos de los otros, a los derechos de todos.

La praxis de la irracionalidad y la ambición impuso la guerra y todo aquello que desconocía los valores y la dignidad del hombre.

Conforme a estos conceptos propiciados en Europa por: "los militaristas y los nacionalistas", su implantación condujo a la degradación de aquellos seres que hicieron la guerra:  "sin pensar" mientras que la humanidad se dejaba arrastrar en la ejecución de aquellas: "tareas inferiores" representativas de la peor barbarie, hechos que se manifestaban no solamente entre los ciudadanos más humildes sino entre los de mayor cultura que consideraban: "como una utopía la abolición de la guerra" aceptándola como: "un mal inevitable en la vida de los pueblos".

Denunciaba con angustia Follin como resultaba amenazada una vez más la civilización en presencia de: "la obra abortada de los siglos" y la necesidad de que la: "obra presente del soldado" se vinculase con aquella y que evidenciase reflexión, sentido del derecho y del deber, salvaguarda de bienes superiores, la cual no puede cumplirse dignamente sin: "el auxilio de la filosofía, que solo vive en el pasado y en el porvenir", fuerza irresistible y obligante en que se sustenta la cultura y la pervivencia de un país.

Si algún principio antepuso Follin en medio de aquel drama fue el de la civilización que determina la transcendencia de los pueblos, justifica la legitimidad de sus ideas y sus actos y es el único instrumento que logra superar la ignorancia, el primitivismo de su instinto, la bajeza de las ambiciones, las apetencias y miserias del poder. Así la definió: "la civilización... es un conjunto de conquistas hechas por el hombre sobre sí mismo y sobre la naturaleza para prolongar su vida material, intelectual y moral...; consiste esencialmente en un estado de las relaciones del hombre con sus semejantes que puede permitir a todos los individuos la expansión de sus facultades y de disfrutar los bienes puestos por la suerte a su disposición...; se mide únicamente por el grado de seguridad de la vida individual...".

La idolatría,  por su parte, ofende y contradice las capacidades de los hombres, la inteligencia, la potencialidad, el equilibrio de las emociones, la verdad, la razón, la igualdad misma de los seres humanos. "La idolatría –afirmaba Follin- consiste en una deformación de la idea de patria" y gracias a ella, cuantas naciones han cometido gravísimos errores siguiendo a los peores liderazgos.

Alemania vencida en la Primera Guerra perdió territorios e influencia sumiendo en la miseria a sus ciudadanos, a los que Hitler luego condujo a una mayor conflagración a través del fanatismo, la idolatría personal, el odio político y racial en uno de los más infernales episodios de la historia, la Segunda Guerra Mundial.

Jose Felix Diaz Bermudez
jfd599@gmail.com

@jfd599

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