Bueno,
reconozco que, en verdad, las palabras no están desordenadas. Y que el título correcto de este artículo
pudiera haber sido: “Términos que han sido colocados en unas frases fuera del
orden lingüístico debido”. Pero eso no
tiene punch periodístico. Más bien
parece el título de una disertación filológica en alguna sesuda academia de la
lengua. Y no es eso de lo que quiero
hablar hoy.
Lo que intento es criticar
locuciones desafortunadas que son utilizadas como ritornelos entre los
oficialistas. Tanto, que pareciera que
son muletillas con las que tratan de ocultar sus estupideces. Ellos juran que “se la están comiendo” al
etiquetar con esos enunciados a sus antagonistas; y lo que logran es dejar más
en claro la estulticia que los arropa y el arsenal de balandronadas que
utilizan para quitarse de encima los ataques —bien merecidos y argumentados—
que reciben.
Políticos
presos
Esta
mentecatez ya tiene años circulando.
Creo que el autor de este dislate fue el finado muerto difunto. Intentaba hacer creer que las personas que él
necesitaba encarcelar —y para lo cual le dio órdenes muy claras, en cadena, a
sus jueces— no pasaban de ser unos piches forajidos. Cuando en realidad eran personas probas pero
que le estorbaban en su empeño de regresar a Venezuela a lo más oscuro del
siglo XIX. Y esa versión nueva de los
jueces del horror, esos que se las echan de magistrados, salieron prestos a
cumplir sus órdenes. Sin importar que no
se hubiese podido demostrar culpabilidad alguna en los procesados. Para eso bastaba inventar delitos que no
aparecen en el código. De ese mal
sufrieron, y sufren, personas muy dignas a quienes tengo el honor de llamar
amigos, como el general Alfonzo Martínez, Iván Simonovis, Enzo Scarano y
Salvatore Lucchese, y otros a quienes no tengo el privilegio de conocer, como
Leopoldo López, la doctora Afiuni y el alcalde Ceballos.
El
gobierno siempre ha negado la existencia de presos políticos; pero en una de
sus muchas contradicciones, a finales del 2007, decretó una amnistía a favor de
ellos; con lo cual admitía que los había.
Claro que soltó solo los menos emblemáticos y conocidos.
Hay
que dejar la frase estólida de lado y volver a la original: “presos políticos”,
con ambos sustantivos en aposición colocados en la posición debida.
Deuda
soberana
Si
existe un premio Cabrujas en este país, hay que dárselo cuatro veces seguidas a
Laureano Márquez por la explicación que dio hace varios días: no hay tal “deuda
soberana”; ¡lo que hay es una “soberana deuda”!
Este régimen, además de irresponsable e inepto, es manirroto con sus
amigotes y conmilitones. Por eso, no ha
tenido empacho en malgastar la renta petrolera más abundante, y que ha
permanecido con más altos precios, en cosas que no se ven. Y, como ñapa, nos endeudaron; les debemos
hasta la manera de caminar a chinos y rusos.
Hasta nuestros bisnietos y tataranietos —cuando los tengamos— tendrán
hipotecadas sus vidas para pagar ese mono.
No
han construido una sola obra material importante en estos larguísimos 16 años
—más de tres de los períodos presidenciales anteriores—; y las que habían
comenzado, están paralizadas. Pero votos
favorables en la OEA y la ONU sí han comprado a montones. Los hospitales están en la desolación y el
estropicio; pero maletines llenos de dólares sí han salido para comprar la
amistad de presidentes en todas las latitudes.
Las zonas industriales del país están cerradas por falta de insumos (no
solo las privadas: estamos importando bauxita y gasolina, además de la comida),
pero millonarios con fortunas escondidas en paraísos fiscales hay por
centenas. Todos ellos con chemises rojas
de marcas caras en sus guardarropas. No
hay plata para traer las drogas antineoplásicas que requieren con urgencia los
pacientes cancerosos, ni para pagarles a los pequeños y medianos empresarios
que cometieron la gansada de servir de proveedores al régimen; pero sí para
traer beisbolistas importados para el campeonato que comienza y para importar
toros españoles para las corridas de noviembre.
Este es un régimen de mucho circo y poco pan…
Guerra
económica
Guerras
es lo que ha abundado desde que Nuestro Señor de La Planicie agarró el
coroto. Comenzamos con la “asimétrica” y
ya el nortesantandereano nos lleva por la “bacteriológica”. Dentro de poquito va a decir que Dark Vader
llegó, traído por los imperialistas, no lo duden, para dirigir las malignas
huestes de los apátridas…
En
todo caso, me refiero a una guerra anterior a las inventadas “situacionalmente”
la semana pasada y que Nicky anunció en cadena.
Es la que aparece como subtítulo más arriba. Hay que darle un giro a esa frase para poder describir lo que
padecemos actualmente: una “economía de guerra”. Que unas personas se líen a trompadas por un
paquete de harina, un pollo o un frasco de aceite no se ve sino en sociedades
que han sufrido una larga conflagración, luego de que los bombardeos han
destruido las instalaciones industriales, los campos de labranza y las vías de
comunicación. Por lo que uno ve en la
televisión, ni en los campos de refugiados del Oriente Medio hay esas
trifulcas; todos hacen su cola con orden para recibir lo que les mandan desde el maluco mundo occidental —porque sus
“baisanos”, separados por una misma religión, nada aportan, aparte de bombas y
muerte.
El
régimen está empeñado en enseñarnos a vivir mal; a igualar por debajo. Y pareciera que el venezolano promedio, al
igual que el protagonista de “Pagliaci”: “Tramuta in lazzi lo spasmo ed il
pianto; / in una smorfia il singhiozzo” (troca en chistes su angustia y su
llanto; / en una morisqueta, su sollozo).
Yo
me niego a dejarme amaestrar. Haz tú lo
mismo, porque, si no, “il duol t’avvelena il cor” (la aflicción te envenena el
corazón)…
Humberto
Seijas Pittaluga
hacheseijaspe@gmail.com
@seijaspitt
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