A
veces la política aparenta ser el medio para intentar que lo posible se haga
imposible. Según los saberes de antes, las situaciones de crisis económica
tienden a generar un fortalecimiento de la oposición. Pero entre nosotros,
aunque el descontento no cesa de crecer, la oposición proyecta una imagen de
debilidad.
BARAJAR DE NUEVO |
Esta
suspensión de la tendencia esperada refleja una conducta que en vez de volcarse
hacia las nuevas inconformidades con vocación de crecer fuera de sus comarcas,
se satisface con manotearse el ombligo.
La
oposición no se nutre del malestar general de la sociedad porque no tiene ni un
discurso, ni una estrategia, ni una práctica para lograrlo.
En
esta grave carencia pesa la acentuada internalización de la cultura de la
polarización que hace ver todo encuentro como una rendición. Se invita a venir
a quien piensa distinto, sin reconocer lo que hay de válido en sus diferencias,
lo que ellas pueden aportar a una visión común. Se habilita la vieja lógica
según la cual quien se nos une debe subordinar sus intereses a nuestros planes.
Es
cierto que en la percepción de una división de la MUD ha influido el forcejeo
por el liderazgo iniciado precipitadamente por Leopoldo López y que las fuerzas
que él simboliza, con motivos aceptables y consecuencias indeseables, se han
abierto con una política maximalista que cifra en la calle una victoria
fulminante. Sin embargo, los esfuerzos de Capriles y de los partidos que
promueven la primacía de la acumulación de fuerzas y del trabajo social,
tampoco pareciera que están saliendo, fuera de su zona de confort, a
comunicarse con las luchas reales y con quienes están abandonando a Maduro por
sus fracasos.
Pero
hay un país mayoritario que se resiste a soportar el deterioro cotidiano de la
vida, incluyendo la base popular del chavismo que, sacando sus barbas del
remojo, ha comenzado a manifestar su rechazo a las políticas gubernamentales.
Pero
este descontento no debe evolucionar en paralelo, espantado por un discurso que
asimila su protesta a la convocatoria de una Asamblea Constituyente o a la
amenaza de una pérdida de beneficios conquistados por obra del actual poder. La
unidad de los partidos de oposición es el medio para lograr el fin de unir a
todos los venezolanos. Esta unidad de segundo piso requiere una identidad,
superior al patriotismo de partido, que sea formulada con aportes plurales y
capaz de rendir ventajas a un fortalecimiento, no sólo electoral, de los
partidos que ninguno de ellos puede obtener por sí mismo.
La
constitución en proceso de una alternativa basada en una mayoría y un liderazgo
plural va a determinar el tipo de escenario y las características de una transición
para superar la crisis.
Hay
que luchar bien y con eficacia. Los delirios insurreccionales y las ofertas que
eluden la protección de las luchas y su traducción en un sistema
descentralizado de articulación voluntaria y organización más permanentes están
demás porque distraen del esfuerzo principal y dan pretextos para fortalecer
internamente a los sectores radicales y justificar hacia afuera su acción
represiva.
No hay tiempo para seguirle el jueguito al
gobierno, reproduciendo su esquema de que en un lado están todos los buenos y
en el otro, todos los malos. Hay que hacer otro barajo.
Simon
Garcia
simongar48@gmail.com
@garciasim
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