A
pesar del control de la información, estamos en presencia de un torbellino de
hechos, necesidades e incertidumbres que nos hacen buscar donde sea y como sea
una mínima explicación. Tan es así, que el Profesor Pascuali irónicamente
señalaba cómo hoy el “Twitter” es la base de la información creíble y los
medios se han convertido en simple entretenimiento ya que la filtración de su
contenido genera simples quimeras.
Ante
el cúmulo de contradicciones y problemas de la vida cotidiana las respuestas
son reactivas ante lo visible, no ante aquello que lo origina. Puede decirse
que es un barco a la deriva. Ni el Gobierno da indicios de tomar las riendas
del país, ni la alternativa de las fuerzas democráticas da indicios de marcar
el rumbo. La respuesta reactiva es un mecanismo de defensa para protegerse de
los obstáculos o situaciones que no puede manejar. La oferta diaria de
soluciones mágicas como “el sacudón” es la defensa ante la exigencia de
gobernar para la diversidad.
Ante
la ausencia de salud y medicamentos que es un problema de vida o muerte, la
escasez de alimentos y bienes de la vida diaria, la respuesta no es mayor
producción o simplemente “si se quiere eliminar el aporte empresarial y
comercial” en lugar de acelerar la descarga de los múltiples contenedores que
se pierden en nuestros puertos, se impone un control discrecional al consumo
mediante los captahuellas como requisito de racionalización, aun cuando si esto
sirviera para ampliar nuestra capacidad de banda ancha sería un logro
comunicacional. Es interesante, la viveza y racionalidad de los nuevos
intermediarios que se organizan para sustituirnos en las “colas” y con ello no
solo “dan un servicio” sino que logran un ingreso importante. Si era ya un
hecho que alarmaba que la mayoría de los homicidios registraba la perversidad
de múltiples remates de heridas de balas, ahora de ello no se habla sino de las
nuevas formas de criminalidad aberrante y la respuesta reactiva es la continua
persecución de las protestas para demostrar Gobierno. Se cierra la frontera en
sus pasos formales, se detectan dos o tres gandolas de gasolina (indudablemente
llenadas en Pdvsa, porque donde más) pero se mantiene lo que lo origina: el
atractivo del negocio, quedando abiertas y protegidas las miles de trochas
eficientes. No se difunden los índices de inflación, y ellos en todo caso
reflejan los precios de los alimentos regulados que no se consiguen, mientras
se va al mercado y hay que contar bien los “churupos” porque el costo de los no
regulados sobrepasa las estimaciones familiares. Grave, muy grave es la pérdida
del valor del trabajo y la fuga de talentos que deja sin relevo la exigencia de
innovaciones en la crisis, más aun con el estancamiento y lento crecimiento de
la pobreza desde el 2009.
El
descontento, la desconfianza y la impotencia son señales de alerta de que
cualquier cosa puede suceder...
Mercedes
Pulido
mercedes.pulido@gmail.com
@mercedespulidob
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