lunes, 4 de agosto de 2014

RAÚL R. ZORZÓN, UN RELATO EN DEFAULT, CASO ARGENTINA

Miente que algo siempre queda, era el relato del Nazi Joseph Goebbels. Engañe y divida es la consigna de este gobierno, de la cual han hecho una barrera de contención a sus pretextos y sus posteriores frustraciones. Después de diez años han ingresado en una mudez muy llamativa.

Esa construcción fue una trama rudimentaria que se asemeja a un desplante del vínculo entre lo que es la coherencia con la razón. El complot justificativo rompió con la exigua credibilidad que quedaba y profundizó la resistencia de los ciudadanos en aceptar imposiciones irracionales.
 Una extensa brecha que se ahonda por desgaste entre lo real con lo fingido deja sin opciones a los inventores de esa creación. Los porrazos frecuentes y las posteriores derivaciones están acomodando las cosas en el lugar que corresponde.
Cuando las palabras atentan contra sus contenidos terminan destruyendo la noción de la libertad; dicho de otra manera, cuando se subsiste inventando pretextos como salvaguarda a los caprichos se ingresa en el recinto de su propia esclavitud.
Los sermones cansadores en cadena oficial confluyeron en una chatarra de charlatanerías estériles que quedó al desnudo en un patrioterismo exacerbado y hueco de contenidos.
Un enlace de hechos infelices es el inventario y el resultado final de una gestión signada por la omnipotencia, la transgresión y el pillaje de bienes públicos. Una “sucesión de denuncias” y un aguantadero oficial, acorralan por un lado y amparan por el otro a funcionarios envueltos en hechos de corrupción.
El modelo de gestión que tanto protegieron no es único, es más bien un correlato de los intervencionismos estatales instalados en buena parte de América Latina y en muchos países africanos, que se basan en acumular el poder absoluto apañado por exhortos sentenciosos con patrones amigos, y distribuir recursos a voluntad para cooptar a los sectores humildes y luego dominarlos con arengas furtivas que encienden el calor popular. 
Argentina atravesó una década increíble en bonanza que fue desperdiciada, depredada, desquiciada o robada según se la quiera calificar (para el relato ganada) en un contexto favorable del capital mundial en expansión que se dilapidó sin reparos.
La inverosimilitud del relato arengaba constantemente por un modelo de desarrollo con inclusión social; en el fondo encubría las intenciones voraces de buitres hambrientos que desplegaron sus garras sobre esa riqueza que sí, fue a parar a las arcas de ese selecto entorno de amigos multiplicando su patrimonio en forma obscena.
Las argumentaciones permanentes para justificar lo insostenible y de esa manera enredar a la opinión pública, hizo que con el tiempo y la verdad se terminara el romance popular y se desatara un malestar reflejado en el humor social embravecido, pidiendo a gritos que haya un cambio antes que esto termine en lo que ya conocemos por experiencia. La Cámpora, la Juan Domingo, batallón militante, unidos y organizados etc, comenzaron a arriar sus banderas y deambulan confundidos por una avenida que seguramente terminará en la justicia.
Errores de cálculos y de pronósticos precipitaron la debacle económica y financiera que traerá consecuencias económicas y sociales inquietantes. El festival de subsidios indiscriminados e innecesarios socavó un agujero negro que devora todos los recursos disponibles y acelera la emisión de dinero sin respaldo que empuja los precios hacia arriba. La inflación no para de aumentar a pesar de la fuerte retracción en el empleo y en el consumo. El modelo pasó de la euforia a la desgracia.
Al principio renegociaron con éxito las deudas que habían caído en default; un camino de certidumbre se habría en esos tiempos para campear un nuevo horizonte y ordenar definitivamente las cuentas pública. Sin embargo pudo más la diatriba a la inteligencia, que con el tiempo enervaron la paciencia de muchos acreedores que no habían entrado a esos canjes.
Los mejores precios internacionales de la historia y la mayoría parlamentaria alucinaron una aventura hegemónica que los indujo a pensar en la perpetuación en el poder. Arrodillaron a gobernadores, Intentaron reformar la constitución, desoyeron fallos de la corte, sancionaron leyes anticonstitucionales, discriminaron medios de comunicación con la pauta oficial e intentaron desguazar a los que resistían. Los pedidos de la oposición fueron sepultados por esa preeminencia haciéndoles sentir quien era capaz de lo imposible.
Pero el desgaste no tardó en llegar y una cascada de sucesos aterrizó sobre las bases del modelo interrumpiendo los festejos. La incógnita paralizó la vorágine y los cronistas comenzaron a replegarse. Llegaba definitivamente la crudeza de lo que estamos padeciendo; sí, la realidad superaba la ficción. Cabizbajos corrigieron en partes la manipulación del Indec con los índices inflacionarios, y se abrían las puertas a la tan temida recesión. Paso a paso se acercaba un nuevo default.
Pasaron más de tres años del primer fallo adverso del juez Thomas Griesa sobre la deuda pendiente y haciéndose lo cancheros lo dejaron pasar; el ex ministro Lorenzino se animó a decir que no acatarían el fallo si este resultara adverso. Luego el “joven relator de economía” aseguró que no pagarían un solo peso, tanto a Aerolíneas Argentinas como al club de París, y menos aún a quienes no habían entrado en la renegociación. No solo que abonaron los compromisos, sino que pagaron al club parisino más de tres mil seiscientos millones de dólares en punitorios para evitar el monitoreo del FMI; y más de cinco mil millones a los españoles por la empresa de aviación que hoy deja un déficit millonario por día. Cualquiera negocia de esa manera.
Muchas veces el tiempo no tiene apuros, otras es demasiado rápido. Ante tanta impericia e inexperiencia se asustaron y reflexionando un poco se acorralaron en su propio laberinto; se encontraron con la cláusula que ellos mismos ofrecieron como garantía que los ató de pies y manos (cláusula RUFO) y todo se precipitó.
Aquel juez cansado del menoscabo “argento” obligó a nuestro país a cancelar bonos por el cien por ciento del valor. Y como todo es impericia y arrebato, a cambio de entablar compromisos perdurables y serios que conduzcan a un final feliz, optaron por la provocación y las hostilidades descalificando al mismo magistrado que dictó la sentencia como a su mediador, en una arenga que dieron por terminadas esas negociaciones.
Se abre ahora una instancia muy compleja para nuestro país. Entrar nuevamente en cesación de pagos traerá secuelas que se podían haber evitado. De esta manera Argentina se asoma a una estación cuyas consecuencias son difíciles de predecir.
El daño que este ministro de economía la ha causado a nuestro país es demasiado caro, seguramente ahora lo debe estar entendiendo, ya es tarde. Justificó su teoría económica con palabreríos inútiles en una situación que requiere respuestas sensatas. Es el titular del palacio de hacienda de un país ya en recesión y que acaba de entrar nuevamente en default.
Así como a principio de esta década se festejo con gritos y aplausos el anuncio de que Argentina entraba en cesación de pagos; ella, desde el patio de la casa rosada arengó ante el aplauso y los gritos de unos pocos militantes no haber acordado con los fondos buitres.
Una historia que se repite y que solo los ineptos no entienden.

Raúl R. Zorzón
rzorzon@malabrigo.com

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