lunes, 11 de agosto de 2014

NELSON CASTELLANO-HERNANDEZ, LLORAR O ACTUAR


Existen muchas razones válidas para llorar en Venezuela…en primer lugar lloran las madres que han perdido sus hijos, las que recorren las morgues los fines de semana. Lloran los familiares que despiden a los suyos, dispuestos a emigrar en búsqueda de seguridad, trabajo o libertad, también lloran los que visitan sus familiares detenidos o los que recorren abastos, mercados o bodegas buscando el alimento que llevar a sus hogares, sin encontrarlo.
opinan los foristas

Una manera más que figurada para expresar la tristeza profunda que siente el que le han arrebatado algo definitivamente. Un dolor difícil de expresar con palabras, que va desde la ausencia de un ser querido a la pérdida de todo lo que representó el esfuerzo de su vida.

Una experiencia humana que incluye también la pérdida de las propiedades que tenía, su trabajo, sus ahorros, en fin todo lo que representaba su futuro.

Los sucesos que nos sacuden motivan estas reflexiones. En Venezuela sufre el trabajador, abandonado y calumniado por el representante del Gobierno, quien insulta la dirigencia obrera en el corazón de las empresas básicas y privadas que colapsan en Ciudad Guayana.

Sufren los presos políticos, sin seguridad jurídica, sin justicia independiente, sin procesos justos, martirizados, torturados física y espiritualmente, golpeados, maltratados y robados.

Sufre el venezolano común, víctima de secuestros, robos y asesinatos impunes, abandonado por un gobierno que prefiere a los bolivianos, los argentinos, los nicaragüenses, los chinos, los cubanos, los iraníes o los palestinos, antes que a su pueblo.

Sentimos vergüenza al ver los calificativos con los que describen en el mundo, la calidad de la gente que nos gobierna. Los titulares internacionales hablan de Narco-soles, de deudas que no pagamos, de dictámenes en materia de protección de derechos humanos que no cumplimos.

La prensa extranjera recogió con lujo de detalles el “elegante” vocabulario del que tuvimos como primer mandatario, “Váyanse para el Car…, Yanquis de mierda” o “Pusieron la plas… y se fueron de vacaciones”, dicho sobre el Tribunal Supremo de Justicia. Aquí la política exterior se ha manejado con regalos, favores, con insultos y amenazas, el expresidente Uribe fue tratado de “cobarde, mentiroso, cizañero y maniobrero”, el de México de “cachorro del imperio”, el de España, calificado de fascista y el del único cliente que nos paga de “oler a azufre”. Una incontinencia verbal que muestra nuestra cara más inculta.

Tenemos la sensación de vivir en un país secuestrado por los enchufados, quienes actúan por sus propios intereses. Un país que se cae a pedazos, en medio de una indolencia signada por la escasez y la inseguridad. Donde unos tienen más derechos que otros.

No hay un día en que no se pierda un espacio de libertad, donde no desaparezca un producto, donde no se nos oprima un poco más, donde el futuro nos parezca negro y sin posibilidades.

Por todo eso nos sentimos tristes y sin esperanzas, intranquilos por el porvenir, son días en que lloramos por Venezuela. Por la gran distancia que existe entre el país que podríamos ser y en el que nos han convertido.

Pero no nos confundamos, detentar el poder no es sinónimo de tranquilidad. Nosotros podemos mirarnos al espejo, no tememos pasar una aduana, no tenemos a la Interpol detrás de nuestros desplazamientos.

Nos pueden confiscar propiedades, expulsar de los trabajos, suprimir nuestros derechos, restringirnos la libertad, pero nosotros somos seres libres ante los ojos del mundo. Personas que no pueden controlar o manipular, personas que resistimos, seguimos siendo dueños de nosotros mismos.

Ese universo que si se restringe para aquellos que la deben y la temen, los que se saben vigilados, a quienes se les reduce el espacio para disfrutar las riquezas mal habidas, que presienten como el brazo de la justicia internacional terminará por atraparlos.

Eso hace la diferencia, por eso un patriota puede llorar por el país y mantener intacta, esa fuerza necesaria para seguir luchando.
El mundo está lleno de ejemplos, luchadores incansables que nada ni nadie pudo doblegar… que triunfaron.

La humanidad entera los ha reconocido, Nelson Mandela, Aung San Suu Kyi quien sufrieron persecución y cárcel, pero perseveraron y vencieron.

No es necesario ser famoso, ser Gandhi o Luther King, para ser un luchador, en nuestro país gente sencilla y discreta como el “Hermano Korta”, sacerdote jesuita que se convirtió en el defensor incansable de los derechos de los pueblos indígenas venezolanos, de su educación, inclusión y del respeto a sus costumbres autóctonas, es un buen ejemplo.

Respeto profundamente el dolor que sufre mi país, pero no me quedo allí. En Venezuela hay gente luchando incansablemente, exponiéndose. Han escogido actuar antes que sea demasiado tarde, lo hacen por ti y por mí.

Yo digo presente, continúo, me pongo al lado de ellos, al servicio de la democracia, lloro y actúo por lo que vale la pena: ¡Venezuela!

Nelson Castellano-Hernandez
nelsoncastellano@hotmail.com

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