En
el conflicto de Gaza se ha pretendido
identificar la causa Palestina con las acciones de movimientos
terroristas como el Hamas y el Hizbola, quienes no reconocen la existencia de
Israel. Un respaldo constructivo al establecimiento de un Estado Palestino,
debería estar centrado en respaldar al Presidente de la Autoridad Nacional
Palestina Mahmoud Abbas, heredero de Yasser Arafat en su compromiso por
asegurar la creación del Estado Palestino perfeccionando mecanismos de prevención de conflictos y del
mutuo reconocimiento.
Los
que condenan al Estado de Israel por su intervención militar, silencian la
provocación inicial en la que el Hamas lanzó miles de misiles desde Gaza (y
sigue lanzando a pesar de la tregua). Por supuesto que es condenable tanto la
muerte de civiles israelíes, como la
muerte de civiles palestinos.
Pero lo que es inaceptable es justificar la
defensa del Hamas en el argumento de la “proporcionalidad” de las muertes,
omitiendo la utilización de escudos humanos; la colocación de bases de
lanzamientos de misiles en escuelas, hospitales y mezquitas; y del silencio
sobre la red de túneles preparados para penetrar subrepticiamente en el
territorio Hebreo y atentar contra la vida de ciudadanos en plenas
celebraciones religiosas. El clamor mundial por el cese del fuego debe ser
cumplido. Pero por ambas partes.
Lo
grave, es que cada vez que se adelantan las negociaciones de paz para la
creación de un Estado Palestino que conviva con el Estado de Israel, las
fuerzas extremistas de ambos lados se han opuesto. Así ocurrió en 1947 cuando
la ONU aprobó la resolución de partición creando dos Estados: Uno Judío y otro
Palestino, cuya propuesta esfumó la idea del Estado Palestino al día siguiente de la proclamación de Independencia de Israel, cuando siete
naciones árabes le declararon la guerra al nuevo Estado de Israel, alegando que
solo aceptaban la existencia de un solo Estado: el Palestino. Con esta decisión
se inició un largo periodo que aun hoy, 66 años después, afecta a ambas
poblaciones con sus consecuencias trágicas que enlutan a las familias de ambos
lados.
Como
Embajador de Venezuela en Israel presencié con entusiasmo la firma de los
Acuerdos de Paz de Camp David, gracias a
los cuales Yitzhak Rabin, Shimon Peres y Yasser Arafat recibieron el Premio Nobel de la Paz. El
asesinato de Yitzak Rabin al igual que el recrudecimiento de los atentados
terroristas del Hamas y del Hizbola, hizo que ambos extremos se dieran la mano,
debido a las coincidencias estratégicas de
mantener la violencia y aplastar a los idealistas de la paz; igual que ocurrió varios años antes, con el
magnicidio del Presidente Egipcio Anwar El Sadate, por suscribir el Acuerdo de Paz
Egipcio-Israelí.
Hace
pocos meses vivimos otro hecho histórico lleno de esperanza con la visita del
Papa Latinoamericano a Tierra Santa, en donde pudo reconducir caminos de Paz y
Oración y volver a reunir a Shimon Peres con Mahmoud Abass, junto a católicos,
ortodoxos, judíos, musulmanes para retomar las negociaciones. Pero nuevamente
el Hamas intervino para desestabilizar todo esfuerzo de mutuo reconocimiento
entre Palestina e Israel.
El apoyo irrestricto al Hamas como el proclamado por el
Canciller Jaua o la posición de los miembros de MERCOSUR, en vez de respaldar a
los dirigentes Palestinos que quieren vivir en Paz con Israel, lo que produce
es estimular a los extremistas, con el agravante de que la inestabilidad
extrema se ha regado en toda la región tal como vemos en Siria, Irak y otros
países.
Milos
Alcalay
milosalcalay@yahoo.com
@MilosAlcalaym
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