Desde hace varios años, hipertenso que soy,
debo tomar diariamente medicamento. Encontrándome en Maturín, salí muy temprano
en busca de una farmacia y luego de bordear la vergonzosa cola del HiperPDVAL
de la Alirio Ugarte Pelayo y del FarmaPatria ubicado en el costado del antiguo
Casino Militar –donde el entonces Mayor Hugo Chávez animó muchos eventos- entro
a una de las que ofrecen servicio 24 horas y solicitó Coozar de 100 mg. “No
hay” es la desmadejada respuesta de la vendedora, a la que entonces le pido el
de 50 mg. “Tampoco hay” me señala; ¿y no tendrás Hyzaar?, insisto. En tono ya
de fastidio me dice: “Se la voy a poner fácil: No hay ningún medicamento para
la tensión”. Bajando la voz –rezago del machismo oriental- le pido Jaz,
anticonceptivo que me encargó mi esposa, a lo cual respondió, también, “No
hay”.
En la caja de al lado, una señora empieza a
discutir con la trabajadora de la farmacia cuando esta le dice que solo puede
comprar un desodorante mientras que le aclara al que viene después que es un solo
champú por persona, porque “No hay para llevar más”.
Salgo y veo, en un costado, una fila que se
hizo en minutos. Curioseó y me dice el último en incorporarse que está llegando
mercancía y pronto empezarán a vender. Le interrogó sobre que venderán, contestándome
sonreído “No sé, pero de lo que haiga compro”.
Visito a mi hija y me comenta angustiada que
no consigue leche para Mia Isabella porque “No hay”. Me llama mi hermana y me
pide que la ayude buscando pañales para su nieto ya que en Maracay “No hay”. Me
detengo a hablar con un vecino que tiene a medio andar una ampliación del
porche de su casa y me explica que tuvo que detenerla porque cemento “No hay”.
Su mujer desde adentro le pide que salga a buscar harina pan, aceite y café y
le advierte que ayer cuando lo intentó solo le dijeron “No hay”.
Regreso a casa en Lechería y me detengo en
EPA, ahora nacionalizado, en procura de unas pocas cosas que necesitamos y me
encuentro con anaqueles vacíos que lo que dan ganas es de ponerse a llorar.
Almuerzo con un amigo, hasta hace poco Vice
Ministro, y me relata el drama que vivió con su hermana enferma a quien para
poder operar se vieron obligados a comprar y traer de Colombia todo lo que le
pidieron, en una Clínica privada. Solo le señalé: “gracias de Dios, ustedes
pueden hacerlo así; pero ¿y el qué no?”.
Leo el periódico y entre las noticias de
crímenes –destacando el asesinato del periodista Álvaro Cañizales-, robos,
secuestros y una que otra protesta, encuentro la declaración de Carlos Rosales,
presidente de la Asociación de Clínicas y Hospitales de Venezuela, quien
indicó, ante la escasez de las medicinas,
que una de las áreas seriamente afectada es la de anestesiología, tanto
así que las instituciones hospitalarias se han visto obligadas a suspender muchas
cirugías.
Viajo a Caracas para una reunión de trabajo.
Me alojo en un conocido hotel de la ciudad y cuando voy a tomar los ascensores
me percato que solo uno sirve. Cuando por fin logro abordarlo, un joven que
luce un reluciente carnet de PDVSA en el pecho comenta en voz alta que tiene
días allí y los ascensores malos por que seguro que “No hay repuestos para
repararlos”. Me topo con un compañero que quiere comprar un carro y me pide que
intervenga con mi cuñada, gerente de un concesionario de vehículos; la llamo y
como si se tratara de un niño pequeño me deletreó: “Cu ña do, ca rros, No hay”.
Recuerdo entonces una conversación reciente
con un dirigente del PSUV al cual señalé que si yo pudiera llegar adonde él
llega haría una sola sugerencia “Hablen menos y gestionen más”. Me asombré
cuando me increpó acerca de que más quería que hicieran, que si no me daba
cuenta de lo feliz que estaba el pueblo en revolución. Como es un viejo
conocido le insistí, “mira es una recomendación para bien, si quieres que ponga
un ejemplo de lo que deben mejorar allí tienes las colas por el
desabastecimiento” Lo que de seguida
argumentó, todavía me asombra:
“Mire compañero –me espetó- yo no soy el
indiecito que conociste cuando estudiábamos en la Universidad. Ahora soy un hombre
viajado: he ido a Miami, a New York, a Orlando, y en todas partes he visto
colas que las de Mercal se quedan cortas. Dígame las colas para ver el ratón
Mickey en Disney, esa sí lo son”. Sólo me quedó
expresar: “Igualito”.
Si yo fuera gobierno, dedicaría cada hora de
mi quehacer a adelantar el mayor esfuerzo para garantizar pleno abastecimiento,
cualquiera sea los rubros, a todos los venezolanos, sin colas, ni
restricciones.
“Que haiga” sería mi eslogan.
Luis
Eduardo Martínez
vicerrector.ugma.unitec@gmail,com
@rectorunitecve/
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