viernes, 29 de agosto de 2014

JOSÉ RAFAEL AVENDAÑO TIMAURY, CINCO CARAS Y UN MISMO MENSAJE

   Estamos en la hora de definiciones. Ninguno de los dirigentes políticos activos o que tengan acceso a los medios de comunicación ha concluido la elaboración de la alternativa política cierta y se ha convertido en líder ya sea individual y/o colectivo para procurarla. 
En esta oportunidad no haré referencia alguna acerca de la estrategia y táctica del gobierno. Me referiré exclusivamente  a las diversas facetas que configuran los modos de accionar de la oposición. He venido planteando de manera reiterativa en los artículos y conversaciones con amigos, que acudir a la vía electoral en cualquiera de sus facetas  actuales –elecciones parlamentarias 2015, referéndum revocatorio a partir de 2016, asamblea constituyente con matices y sin fecha cierta y elecciones presidenciales en 2019- además de utópico es un despropósito al mismo tiempo torpe que no concluirá en nada útil para la voluntad de cambio que aspira la mayoría. Sólo servirá para continuar cohonestando la violación flagrante de la constitución nacional y demás textos legales positivos ante la opinión pública nacional e internacional que ve con asombro lo que acontece.
   Los procuradores de la salida electoral en las opciones enumeradas tienen un único argumento para su utilización: evocan acontecimientos históricos como la salida electoral que determinó el fin de la dictadura de Pinochet en Chile. Para ello, solamente señalan el hecho concreto,  excluyen los elementos coadyuvantes que ocasionaron ese desenlace. El dictador chileno  jamás hizo ostentación de principios constitucionales y legales para mantenerse en el poder. Solamente esgrimió la política del terror apuntalada por la fuerza milica. No hizo gala de Salas Constitucional y Electoral en un Tribunal Supremo para que este, en forma torticera, revistiera conforme a derecho sus actos de dudosa legalidad y menos legitimidad. No tenía un congreso para legislar, controlar y facilitar el juego político. En fin, solamente la voluntad dictatorial campeaba en ese país.
   No es cierto tampoco que un día el dictador amaneció imbuido de sentimientos nobles y democráticos y propuso caprichosamente elecciones plebiscitarias y presidenciales ¡En lo absoluto! Estos acontecimientos fueron producto de una prolongada política unitaria, forjada a golpetazos de conciencia, de protesta activa, intermitente y de calle en contra de los desafueros gubernamentales. Esa presión incontrastable se hizo sentir con contundencia y obligó al gobernante a ceder. Al final no pudo desconocer la voluntad mayoritaria del pueblo chileno ratificada y apuntalada por militares institucionales.
   De modo que la dirigencia del país austral en aquellos momentos interpretó a cabalidad el sentimiento nacional mayoritario para procurar la “caída en paracaídas” de la dictadura. No solicitaron las opciones democráticas electorales comunes porque no existían y eran inviables. Lo único electoral que aceptaron fue el acto plebiscitario que determinaría la continuación o no del régimen. Pragmáticamente convinieron en consentir la constitución vigente de la dictadura y el mantenimiento del mando del ejército por parte de Pinochet, además de su investidura senatorial en el congreso a elegir futuro. Lo demás es historia conocida.
   La MUD, el partido de Leopoldo López, Los seguidores de la señora María Corina Machado, Antonio Ledezma y los nuevos propiciadores de la constituyente dirigidos por Oswaldo Alvarez Paz y otros, insisten en aplicar métodos electorales diversos. Todos con el actual CNE, y las Salas Constitucional y Electoral del TSJ y demás autoridades que conforman los poderes públicos en el país, organizados a la manera milica, alejados ostensiblemente del espíritu, propósito y razón de lo establecido en la Constitución Nacional y demás textos legales.
   Los actores supra señalados ven de reojo, como “gallina que mira sal”, el texto del artículo 350 constitucional. Piensan que ese artículo es una simple creación ornamental, sin contenido ni aplicación práctica. Lo que la haría, en esa simplista interpretación, como “un saludo a la bandera” para utilizar el léxico castrense tan en boga en la actualidad.
   En la etapa que vivimos, pienso en la necesidad imperiosa de utilizar el propósito y razón de ese mandato constitucional para que el gobierno se reinserte en esa vía, libre y sin baches, haciéndola expedita. De esa manera se procuran los métodos democráticos-electorales para solucionar la crisis. No lo planteo con fines subversivos para obtener ya la caída sin paracaídas del gobierno. Esa no es mi intención, puesto que reivindico y deseo todo lo constitucional y democrático que envuelve el 350. Es necesario señalar también que si la tozudez y la voluntad hegemónica de gobernar, ilegitima e ilegal, persiste y se omiten concienzudamente la aplicación a plenitud de los postulados asentados en la Carta Magna, también es válida su utilización para procurar el cambio de gobierno definitivo.
   Estas consideraciones no coliden de ninguna manera en la necesidad de demandar estos postulados políticos de manera armónica con todas las expectativas y métodos de lucha que tiendan a solucionar los problemas económicos, sociales y de seguridad ciudadana. Entendiendo y haciéndolo entender que esta solución pasa inexorablemente por un cambio sustancial en las políticas gubernamentales. Los elementos que conforman la crisis nacional son coadyuvantes para enarbolar las indivisibles banderas de lucha que tenemos en nuestras manos y que inexplicablemente no hemos sabido concatenar, anudándolas todas, para salir del atolladero existencial que no nos merecemos.
Jose Rafael Avendaño Timaury
cheye@cantv.net
@CheyeJR

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