Estamos en la hora de definiciones. Ninguno de los dirigentes políticos
activos o que tengan acceso a los medios de comunicación ha concluido la
elaboración de la alternativa política cierta y se ha convertido en líder ya
sea individual y/o colectivo para procurarla.
En esta oportunidad no haré
referencia alguna acerca de la estrategia y táctica del gobierno. Me referiré
exclusivamente a las diversas facetas
que configuran los modos de accionar de la oposición. He venido planteando de
manera reiterativa en los artículos y conversaciones con amigos, que acudir a
la vía electoral en cualquiera de sus facetas
actuales –elecciones parlamentarias 2015, referéndum revocatorio a
partir de 2016, asamblea constituyente con matices y sin fecha cierta y
elecciones presidenciales en 2019- además de utópico es un despropósito al
mismo tiempo torpe que no concluirá en nada útil para la voluntad de cambio que
aspira la mayoría. Sólo servirá para continuar cohonestando la violación
flagrante de la constitución nacional y demás textos legales positivos ante la
opinión pública nacional e internacional que ve con asombro lo que acontece.
Los
procuradores de la salida electoral en las opciones enumeradas tienen un único
argumento para su utilización: evocan acontecimientos históricos como la salida
electoral que determinó el fin de la dictadura de Pinochet en Chile. Para ello,
solamente señalan el hecho concreto, excluyen
los elementos coadyuvantes que ocasionaron ese desenlace. El dictador
chileno jamás hizo ostentación de
principios constitucionales y legales para mantenerse en el poder. Solamente
esgrimió la política del terror apuntalada por la fuerza milica. No hizo gala
de Salas Constitucional y Electoral en un Tribunal Supremo para que este, en
forma torticera, revistiera conforme a derecho sus actos de dudosa legalidad y
menos legitimidad. No tenía un congreso para legislar, controlar y facilitar el
juego político. En fin, solamente la voluntad dictatorial campeaba en ese país.
No
es cierto tampoco que un día el dictador amaneció imbuido de sentimientos
nobles y democráticos y propuso caprichosamente elecciones plebiscitarias y
presidenciales ¡En lo absoluto! Estos acontecimientos fueron producto de una
prolongada política unitaria, forjada a golpetazos de conciencia, de protesta
activa, intermitente y de calle en contra de los desafueros gubernamentales.
Esa presión incontrastable se hizo sentir con contundencia y obligó al
gobernante a ceder. Al final no pudo desconocer la voluntad mayoritaria del
pueblo chileno ratificada y apuntalada por militares institucionales.
De
modo que la dirigencia del país austral en aquellos momentos interpretó a
cabalidad el sentimiento nacional mayoritario para procurar la “caída en
paracaídas” de la dictadura. No solicitaron las opciones democráticas
electorales comunes porque no existían y eran inviables. Lo único electoral que
aceptaron fue el acto plebiscitario que determinaría la continuación o no del
régimen. Pragmáticamente convinieron en consentir la constitución vigente de la
dictadura y el mantenimiento del mando del ejército por parte de Pinochet,
además de su investidura senatorial en el congreso a elegir futuro. Lo demás es
historia conocida.
La
MUD, el partido de Leopoldo López, Los seguidores de la señora María Corina
Machado, Antonio Ledezma y los nuevos propiciadores de la constituyente
dirigidos por Oswaldo Alvarez Paz y otros, insisten en aplicar métodos
electorales diversos. Todos con el actual CNE, y las Salas Constitucional y
Electoral del TSJ y demás autoridades que conforman los poderes públicos en el
país, organizados a la manera milica, alejados ostensiblemente del espíritu,
propósito y razón de lo establecido en la Constitución Nacional y demás textos
legales.
Los
actores supra señalados ven de reojo, como “gallina que mira sal”, el texto del
artículo 350 constitucional. Piensan que ese artículo es una simple creación
ornamental, sin contenido ni aplicación práctica. Lo que la haría, en esa
simplista interpretación, como “un saludo a la bandera” para utilizar el léxico
castrense tan en boga en la actualidad.
En
la etapa que vivimos, pienso en la necesidad imperiosa de utilizar el propósito
y razón de ese mandato constitucional para que el gobierno se reinserte en esa
vía, libre y sin baches, haciéndola expedita. De esa manera se procuran los
métodos democráticos-electorales para solucionar la crisis. No lo planteo con
fines subversivos para obtener ya la caída sin paracaídas del gobierno. Esa no
es mi intención, puesto que reivindico y deseo todo lo constitucional y
democrático que envuelve el 350. Es necesario señalar también que si la tozudez
y la voluntad hegemónica de gobernar, ilegitima e ilegal, persiste y se omiten
concienzudamente la aplicación a plenitud de los postulados asentados en la
Carta Magna, también es válida su utilización para procurar el cambio de
gobierno definitivo.
Estas consideraciones no coliden de ninguna manera en la necesidad de
demandar estos postulados políticos de manera armónica con todas las
expectativas y métodos de lucha que tiendan a solucionar los problemas
económicos, sociales y de seguridad ciudadana. Entendiendo y haciéndolo
entender que esta solución pasa inexorablemente por un cambio sustancial en las
políticas gubernamentales. Los elementos que conforman la crisis nacional son
coadyuvantes para enarbolar las indivisibles banderas de lucha que tenemos en
nuestras manos y que inexplicablemente no hemos sabido concatenar, anudándolas
todas, para salir del atolladero existencial que no nos merecemos.
Jose
Rafael Avendaño Timaury
cheye@cantv.net
@CheyeJR
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