“Que don tan apreciable es el valor!”…, nos
dice un texto escrito en homenaje a una patria que liberada de sus invasores
celebraba entre sus hechos admirables lo que representó su salvación, la
existencia de: “la virtud heroica”, “la lealtad” y “el patriotismo”, cualidades
que enaltecen al hombre, dan sentido a sus vidas, edifican el honor nacional,
aseguran la pervivencia de un país.
Qué triste perspectiva la de una patria
carente de principios y valores, de deberes sociales, sin sentido de
ciudadanía; sería una patria débil, amenazada y sometida, contraria a la
verdadera naturaleza del hombre y de los pueblos. Si Venezuela desconoce los
hechos ejemplares de su historia que justificaron importantes muestras de
sabiduría, pundonor y dignidad civil en momentos decisivos de la defensa de la
patria contra quienes la afrentaron y aún la afrentan malos hijos, indignos
ciudadanos, que actúan con ilicitudes y bajezas, infames apetencias, indebidas
conductas y penosos dicterios de unos contra otros, la patria, la patria como
debe ser, se estaría negando a sí misma.
Sin ella, sin la patria ¿qué seríamos? La
misma oración citada sobre un reino que rompió sus cadenas y supo apreciar en
su momento lo que una patria significa, advirtió los motivos de su anterior
caída al señalar: “cuanta sería en el mundo la indolencia, cuanta la estupidez,
y cuan enormes los progresos de la vil pasión y brutal apetito”... Esas son,
entre otras, las causas que destruyen a las patrias, denigran a los hombres,
acaban la armonía social y transforman a los ciudadanos en sus propios
enemigos, perseguidores los unos de los otros, usurpadores de derechos ajenos a
nombre de ideologías y caudillos traicionando juramentos, obligaciones
contraídas, la confianza pública, la virtud republicana, la lección de los
héroes auténticos para quienes la patria fue sagrada y significó en todo caso
deber y sacrificio.
“La vil pasión y el brutal ejercicio”…, que a
unos domina mientras transcurre una multitud indiferente refugiada en su propio
egoísmo, en su falta de respuesta moral, inadmisible en una sociedad que se
proclama libre y aspira cumplir con su destino, y que para ello no puede
transformarse en una sociedad cómplice y servil, “muchedumbre de seres sin
conocimiento alguno del orden admirable de la naturaleza”, el bien común, el
buen gobierno, la vida con objetivos nobles, orden que reclama la presencia de
los mejores ciudadanos, forjadores de bienes superiores para mantener la obra
constante de un país, la civilización, el desarrollo, la dignidad del hombre,
los derechos y la libertad, valores y principios defendidos tantas veces en los
campos de batalla para quedar escritas con letras de sangre y de dolor en el
texto de las Constituciones incumplidas.
Lista fundamental de deberes que enuncia lo
que se precisa para sostener a la patria y que difícilmente se singulariza en
la actuación de un solo hombre. Mientras en algunos persiste la esperanza de la
venida de un caudillo para salvar a la patria o se pretende eternizar la
memoria de algún otro, pobre Nación es aquella que para sostener su espíritu y
deber, su avance y su progreso dependa únicamente de la virtud de un hombre. La
patria es una suma de realizaciones y obras colectivas donde conviven la
lección del pasado, las realizaciones del presente, las posibilidades del
futuro bajo la perspectiva de la unidad de un pueblo que cumple su misión,
respeta sus principios y aspira ser grande, justo, libre y trascendente.
Despierten pues los hombres de su propia
indolencia para que la patria supere sus errores y se erija otra vez como una
entidad renovadora, poderosa, consciente, correctora de los vicios y faltas que
la están destruyendo y que nos conducen a inadmisibles retrocesos en todo lo
que habíamos logrado en más de dos siglos de realizaciones nacionales desde que
nació la República y se alcanzó la Independencia, defendiendo ideales de
civilismo, igualdad, derecho, democracia, convivencia, justicia y libertad que
tanto han costado.
Para unos el poder es la lucha implacable y
sin límites para sostenerlo y conservar sus privilegios; para otros, el poder
es el medio de realizar e integrar la sociedad en torno a fines esenciales que
definen lo que es y debe ser una Nación. Un sistema sin cualidades éticas,
históricas, políticas, se pervierte y arruina. Un pueblo que pierde su moral
nunca será libre. La lealtad sin moral es servilismo.
Bolívar señaló que: “El honor es la guía de
las revoluciones…” para que sean verdaderas y afirmó entre sus mandamientos
principales: “… demos a nuestra República…, buenas costumbres y la moral
republicana”…, “La Patria es preferible a todo”.
Jose
Felix Diaz Bermudez
jfd599@gmail.com
@jfd599
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