domingo, 10 de agosto de 2014

JOSÉ FÉLIX DÍAZ BERMÚDEZ, EN DEFENSA DE LA PATRIA

“Que don tan apreciable es el valor!”…, nos dice un texto escrito en homenaje a una patria que liberada de sus invasores celebraba entre sus hechos admirables lo que representó su salvación, la existencia de: “la virtud heroica”, “la lealtad” y “el patriotismo”, cualidades que enaltecen al hombre, dan sentido a sus vidas, edifican el honor nacional, aseguran la pervivencia de un país.

Qué triste perspectiva la de una patria carente de principios y valores, de deberes sociales, sin sentido de ciudadanía; sería una patria débil, amenazada y sometida, contraria a la verdadera naturaleza del hombre y de los pueblos. Si Venezuela desconoce los hechos ejemplares de su historia que justificaron importantes muestras de sabiduría, pundonor y dignidad civil en momentos decisivos de la defensa de la patria contra quienes la afrentaron y aún la afrentan malos hijos, indignos ciudadanos, que actúan con ilicitudes y bajezas, infames apetencias, indebidas conductas y penosos dicterios de unos contra otros, la patria, la patria como debe ser, se estaría negando a sí misma.
Sin ella, sin la patria ¿qué seríamos? La misma oración citada sobre un reino que rompió sus cadenas y supo apreciar en su momento lo que una patria significa, advirtió los motivos de su anterior caída al señalar: “cuanta sería en el mundo la indolencia, cuanta la estupidez, y cuan enormes los progresos de la vil pasión y brutal apetito”... Esas son, entre otras, las causas que destruyen a las patrias, denigran a los hombres, acaban la armonía social y transforman a los ciudadanos en sus propios enemigos, perseguidores los unos de los otros, usurpadores de derechos ajenos a nombre de ideologías y caudillos traicionando juramentos, obligaciones contraídas, la confianza pública, la virtud republicana, la lección de los héroes auténticos para quienes la patria fue sagrada y significó en todo caso deber y sacrificio.
“La vil pasión y el brutal ejercicio”…, que a unos domina mientras transcurre una multitud indiferente refugiada en su propio egoísmo, en su falta de respuesta moral, inadmisible en una sociedad que se proclama libre y aspira cumplir con su destino, y que para ello no puede transformarse en una sociedad cómplice y servil, “muchedumbre de seres sin conocimiento alguno del orden admirable de la naturaleza”, el bien común, el buen gobierno, la vida con objetivos nobles, orden que reclama la presencia de los mejores ciudadanos, forjadores de bienes superiores para mantener la obra constante de un país, la civilización, el desarrollo, la dignidad del hombre, los derechos y la libertad, valores y principios defendidos tantas veces en los campos de batalla para quedar escritas con letras de sangre y de dolor en el texto de las Constituciones incumplidas.
Lista fundamental de deberes que enuncia lo que se precisa para sostener a la patria y que difícilmente se singulariza en la actuación de un solo hombre. Mientras en algunos persiste la esperanza de la venida de un caudillo para salvar a la patria o se pretende eternizar la memoria de algún otro, pobre Nación es aquella que para sostener su espíritu y deber, su avance y su progreso dependa únicamente de la virtud de un hombre. La patria es una suma de realizaciones y obras colectivas donde conviven la lección del pasado, las realizaciones del presente, las posibilidades del futuro bajo la perspectiva de la unidad de un pueblo que cumple su misión, respeta sus principios y aspira ser grande, justo, libre y trascendente.
Despierten pues los hombres de su propia indolencia para que la patria supere sus errores y se erija otra vez como una entidad renovadora, poderosa, consciente, correctora de los vicios y faltas que la están destruyendo y que nos conducen a inadmisibles retrocesos en todo lo que habíamos logrado en más de dos siglos de realizaciones nacionales desde que nació la República y se alcanzó la Independencia, defendiendo ideales de civilismo, igualdad, derecho, democracia, convivencia, justicia y libertad que tanto han costado.
Para unos el poder es la lucha implacable y sin límites para sostenerlo y conservar sus privilegios; para otros, el poder es el medio de realizar e integrar la sociedad en torno a fines esenciales que definen lo que es y debe ser una Nación. Un sistema sin cualidades éticas, históricas, políticas, se pervierte y arruina. Un pueblo que pierde su moral nunca será libre. La lealtad sin moral es servilismo.
Bolívar señaló que: “El honor es la guía de las revoluciones…” para que sean verdaderas y afirmó entre sus mandamientos principales: “… demos a nuestra República…, buenas costumbres y la moral republicana”…, “La Patria es preferible a todo”.
Jose Felix Diaz Bermudez
jfd599@gmail.com
@jfd599

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