Con la Revolución Industrial los propios
seres humanos empezaron a ser percibidos como máquinas. Se les podía hacer
trabajar mejor siguiendo principios mecánicos. Una de las consecuencias de esta
concepción fue el nacimiento de la medicina científica moderna. Hasta se dijo
que el Universo era una gran máquina pilotada por Dios.
La fábrica, en el siglo
XVIII, fue el epicentro de esa gran máquina que combinaba elementos humanos y
mecánicos. Esta máquina-fábrica de aquellos momentos produciría una nueva riqueza,
con la división del trabajo, no sólo entre los trabajadores de una factoría,
sino entre todas las de un país y a nivel mundial.
Pero esto sería la expresión de una pasión
por aplicar ese principio a problemas prácticos, porque la división del trabajo
se descubrió muchos siglos atrás, incluso milenios antes.
No olvidemos a
Descartes quien creía que con el método geométrico, se podía compartimentar
toda situación o proceso en sus partes constituyentes más pequeñas posibles y
luego intentar tratar con ellas matemáticamente.
Lo cierto es que ese furor por la revolución
industrial triunfó porque la deseaba todo el mundo, desde los capitalistas
explotadores hasta los trabajadores explotados, que huyeron del campo para
someterse a condiciones más exigentes.
Hoy tenemos otro furor, otra pasión, otra
revolución mecánica. Es la revolución digital, la revolución tecnológica, la
revolución comunicacional en red. En la sociedad del conocimiento las
comunicaciones, la interactividad e incluso la educación a distancia se valen
de tecnologías síncronas y asíncronas. Hoy, en este auge tecnológico,
disponemos de instrumentos que permiten compartir mensajes y contenidos en
tiempo real, de manera simultánea. Los métodos síncronos son cada vez más
avanzados, las reuniones a distancia se dan con mayor frecuencia, y con esta
simultaneidad se busca mayor personalización, espontaneidad, confianza y
pertenencia en la comunicación y en el compartir de contenidos. La
teleconferencia, con sus modalidades de videoconferencia y audioconferencia, la
mensajería instantánea o chat y el Open Meetings, entre otras, incrementan la
motivación entre los participantes y ayudan a llegar, con mayor inmediatez y
retroalimentación, a acuerdos en conceptos o significados.
Pero no podemos olvidar las tecnologías
asíncronas, que propenden a la comunicación diferida, para obtener respuestas en tiempos distintos, tales como
el correo electrónico, los foros, los wikis, los blogs, los grupos de interés,
las listas de correo, las páginas web o la herramientas Echo 360, que permiten
capturar sesiones presenciales y guardar todo tipo de información como videos,
audios, presentaciones, para luego ser recuperados por el interesado o aprendiz
y darle el tratamiento de acuerdo a sus
intereses. Esta tecnología asíncrona favorece una comunicación continua, y en
el campo de la educación a distancia
fortalece la participación cognitiva del alumno, llevándolo a una mayor
reflexión y habilidad para procesar información.
Este es el furor, el frenesí, el ímpetu y el
delirio tecnológico que mueve las más hondas fibras de esta nueva sociedad
internauta, de sus procesos comunicacionales y del e-learning. ¿Será otra
revolución o una rebelión electrónica? En todo caso abogamos porque ella
contribuya a la continuidad en la búsqueda del conocimiento, de la sabiduría,
de la comprensión de los seres humanos, en la conversión de una Edad de Oro,
donde persona y tecnología, en la ruta del descubrimiento, sigan en íntima
cooperación.
Isaac
Villamizar
isaacvil@yahoo.com
@isaacabogado
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