La fórmula marxista tan trillada de
"lógica de clases" en que se basa todo su andamiaje, y con el cual se
pretende construir la "economía marxista" no tiene ninguna clase de
fundamento. La naturaleza humana es común para todos aquellos seres que
participan de la misma.
La expresión sociedad abierta, tomada del filósofo
vienés K. R. Popper, equivale a lo que nosotros llamamos sociedad liberal.
Ciertamente es en las sociedades cerradas (totalitarias) donde aparecen las
"clases sociales", principiando con la más ostensible división de
clases que emerge de inmediato: la de los que dominan y mandan –por un lado- y
la de los que son dominados y obedecen –por el otro-.
Allí sí, dichas categorías
son no sólo reales sino -y por sobre- todo inamovibles (salvo por causa de
alguna revolución que derroque a la anterior clase dominante sustituyéndola por
la antes dominada). Sin embargo, en las sociedades libres es imposible que esto
último suceda, dado el dinamismo propio inherente al liberalismo.
Probar la unicidad de la lógica surge
asimismo del estudio de la estructura de la lengua:
"Las traducciones a las diversas
lenguas, también permite poner en evidencia que las reglas de la lógica son
universales y no circunscriptas a ciertas regiones, por más interferencias que
pretenda introducir el polilogismo marxista de la clase o el polilogismo
racista.
Nunca se explicó concretamente en qué consisten las diferencias entre
los silogismos proletarios respecto de el de los burgueses o el de los arios
respecto de los semitas, ni tampoco en qué consisten específicamente las
modificaciones que se operarían en las estructuras lógicas de un proletario que
pasa a la condición de burgués o viceversa, o qué ocurriría en la mente de los
hijos de una semita y un ario.
Si en el proceso de traducción de una lengua a
otra, cierto vocabulario no resultara suficiente para expresar una idea,
aparecerán neologismos del mismo modo que la riqueza gradual en los conceptos
expande cualquier lenguaje, y si en definitiva no resultara apropiado, se
sustituirá por otro."[1]
Significa que la tesis marxista-racista del
polilogismo naufraga cuando debe acreditar la existencia de la pretendida
"lógica proletaria" por un lado, y la supuesta "lógica
burguesa" por el otro lo que, a la fecha, no ha pasado de ser una mera
declamación dogmática del marxismo, que luce más como instrumento de dominación
política que como recurso o herramienta intelectual.
La ciencia económica encuentra sus
fundamentos en la ciencia lógica, como lo hacen todas las demás ciencias en sí
mismas. Y así como resulta un completo absurdo pretender hablar de una ciencia
"alemana", "irlandesa" o "nipona", es igual de
ridículo hacerlo de una ciencia "musulmana", "cristiana",
"aria" o "judía", o lo que es lo mismo, decir que existiría
una economía "semita", otra "aria", "burguesa",
"proletaria", "noruega" o "mexicana". Todas estas
expresiones carecen de razón de ser y resultan totalmente disparatadas.
El polilogismo racial lamentablemente todavía
sigue siendo compartido por una proporción no escasa de personas, si bien no
con la virulencia y la fuerza de la época en que fuera formulado por los nazis.
Lo que quizás más empañe en nuestros días el estudio de la ciencia económica es
el grado en el cual se acepta la falsa idea -inculcada por K. Marx- respecto de
la vigencia de un polilogismo "clasista", dado que ha conducido a la
"doctrina" de las "clases sociales", y generado una
terminología clasista que aun –y a veces en forma inconsciente y hasta
"inocente"- es utilizada por una cantidad importante de personas:
"También vale la pena mencionar su
teoría del polilogismo que significa que los hilos mentales del proletario son
de una naturaleza distinta de los que operan en el burgués. Ni Marx ni ningún
marxista mostraron jamás en qué se diferencia un silogismo proletario de uno
burgués ni cómo se modifica cuando uno cambia a la condición de otro.....Marx
con su materialismo histórico sostenía que las estructuras productivas
determinan el pensamiento en lugar de seguir el camino causal inverso para
distinguir al ser humano de lo inanimado y poder hablar con propiedad de
pensamiento."[2]
Lo grave del polilogismo reside justamente, a
nuestro modo de ver, en lo que señala el último párrafo de la cita anterior.
Para el marxismo, las estructuras productivas "determinan" el
pensamiento y -por ende- el de las "clases sociales", sin advertir
que se trata justamente de lo contrario: es el pensamiento lo que determina las
diferentes estructuras productivas. Estas son efecto y no causa, con lo cual se
desmorona el "concepto" de "clase social".
Si esto no fuera así, jamás hubiera sido
posible el crecimiento económico de país alguno, ya que en todos los casos
debería haber existido una "estructura productiva" previa que
condicionara a los hombres a actuar. La historia –en cambio- nos demuestra
palpablemente que, cuando los españoles conquistaron Sudamérica no encontraron
en ella ninguna "estructura productiva" anterior que los condicionara
a formar alguna especie de "clase social" (en un sentido o en otro).
Es más, sabemos que al llegar no encontraron "estructura productiva"
alguna. Lo mismo cabe decir respecto de los primeros colonos de Norteamérica.
En ambos casos, colonizadores del norte como conquistadores del sur, lejos de
encontrar en América "estructuras productivas" de ninguna índole sólo
hallaron tierras desérticas, climas inhóspitos y -en el mejor de los casos-
pobladas ocasionalmente por salvajes, obviamente sin "estructura
productiva" previa que los condicionara "clasistamente", ya que
en la mayoría de los casos, los aborígenes americanos vivían de la caza y de la
pesca cuando se trababan de tribus pacíficas, o bien de la depredación cuando
-por el contrario- resultaban violentas.
Lo que
describe el fracaso de quienes intentan llevar el polilogismo a categorías
antojadizas, como las de "izquierdas" y "derechas",
"gorilas" y "peronistas", "progresistas" y
"reaccionarios" y sandeces por el estilo.
[1]Alberto
Benegas Lynch (h) Entre albas y crepúsculos: peregrinaje en busca de
conocimiento. Edición de Fundación Alberdi. Mendoza. Argentina. Marzo de 2001.
Pág. 72-73
[2]Alberto
Benegas Lynch (h) Las oligarquías reinantes. Discurso sobre el doble discurso.
Editorial Atlántida. Pág. 230-231
Gabriel
Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina
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