K. R. Popper comenta
el determinismo marxista en estos términos:
"Debemos
combinar ahora con esta concepción el determinismo metodológico que
examináramos más arriba (en el capítulo 13). Según esta teoría, el tratamiento
científico de la sociedad y la predicción histórica científica sólo son
posibles en la medida en que la sociedad se halla determinada por su pasado.
Pero esto significa que la ciencia sólo puede ocuparse del reino de la
necesidad. Si les fuera posible a los hombres tornarse perfectamente libres,
entonces la profecía histórica, y con ella la ciencia social, habrían llegado a
su fin. La «libre» actividad espiritual como tal, en caso de existir, se
encontraría más allá de los alcances de la ciencia, que siempre debe
interrogarse acerca de las causas, de los factores determinantes. Sólo podrá
ocuparse, por consiguiente, de nuestra vida mental en la medida en que nuestros
pensamientos e ideas sean causados, determinados o necesitados por el «reino de
la necesidad», por lo material, y, especialmente, por las condiciones
económicas de nuestra vida, por nuestro metabolismo. Sólo pueden tratarse
científicamente los pensamientos e ideas si se consideran, por un lado, las
condiciones materiales en que se originaron, esto es, las condiciones
económicas de la vida de los hombres que les dieron origen y, por el otro, las
condiciones materiales en que fueron asimilados, vale decir, las condiciones
económicas de los hombres que los adoptaron. Se desprende de aquí que, desde el
punto de vista científico y causal, los pensamientos e ideas deben ser tratados
como «superestructuras ideológicas sobre la base de las condiciones
económicas». Marx, en oposición a Hegel, sostuvo que la clave de la historia,
aun de la historia de las ideas, debe buscarse en el desarrollo de las
relaciones entre el hombre y el medio natural que lo circunda, el mundo
material, es decir, en su vida económica y no en su vida espiritual. He ahí,
pues, la razón por la que podemos calificar de economismo el sello historicista
de Marx, a diferencia del idealismo de Hegel o el psicologismo de
Mill."[1]
Marx y los marxistas
consideran que la humanidad está determinada por sus necesidades materiales, y
esto es falso como la menor evidencia puede demostrar. Lo que fue tornando
libres a los hombres (libres cada vez mas de sus concretas necesidades
materiales) ha sido precisamente el orden capitalista y no al revés como
sostienen los marxistas. Pero la condición para que el hombre creara dicho
orden capitalista siempre ha sido (y sólo podía ser) la previa existencia de su
libertad espiritual (negada por los marxistas). Uno de los innumerables errores
marxistas consiste en reducir todo lo existente a lo material y su negación de
lo espiritual, y otro de los mayúsculos disparates marxistas es asimilar todo
lo material a lo económico, de donde derivan toda una cadena de dislates, cual
mas garrafal que el siguiente, por ejemplo, el -a través de esta serie de
falacias- llegar a la conclusión que la ciencia sólo ha de ocuparse del
"reino de lo material" que, como vemos, K. Marx reduce a la simple
necesidad material, excluyendo cualquier otra clase de necesidad de cualquiera
otra índole.
Dado que los
marxistas han considerado como exclusivamente relevante las condiciones
materiales de producción, es que siempre han entendido que los problemas
sociales se resolvían simplemente esclavizando a los hombres como si fueran
reses mediante un sistema de producción monopolizado por el partido único
gobernante desde la cúspide del estado-gobierno. El problema consistía en que
los autoproclamados directores de la sociedad marxista, curiosamente no se
consideraban insertos, ni sometidos, ni menos aun esclavos del mismo
materialismo económico que pretendían aplicar si al resto de aquellos a quienes
postulaban subyugar "para su propio bien". Ningún colectivista ha
explicado jamás en virtud de qué extraño y oculto proceso material los
defensores del colectivismo quedaban fuera de la órbita determinista del
materialismo económico, en tanto que sus oponentes no.
Desde nuestro punto
de vista, tal vez lo más paradójico del determinismo es que el mismo es la
doctrina favorita de megalómanos, dictadores y tiranos de toda clase, ya sea en
acto o en potencia. En la antigüedad, reyes, monarcas, emperadores y jefes de
naciones alegaron estar determinados por los dioses para ejercer sus poderes
omnímodos sobre el resto de sus semejantes (de los cuales, por supuesto, en
dicho sentido, no se consideraban "semejantes" en absoluto). Esta
doctrina, que permaneció vigente durante siglos hasta bien entrado el siglo
XVIII, se conoció como "el derecho divino de los reyes". Caído en
desuso o en desprestigio este presunto "derecho divino real",
atribuido a los "poderosos" tanto por súbditos como por los mismos
monarcas interesados en ejercerlo, se pasó -al decir del filósofo británico
Herbert Spencer-, del "derecho divino de los reyes" al "derecho
divino de los parlamentos" o "del pueblo" (según la concepción
de los revolucionarios franceses), y aun hoy en día, las cosas, y la manera de
pensar en el campo político y –en lo que aquí nos interesa- económico, no han
parecido cambiar demasiado en la dirección indicada.
Paradójicamente, hoy
en día se acusa de materialismo al capitalismo en lugar de al colectivismo,
cuando es de la esencia y de la filosofía de este y no del primero la
reivindicación de lo material como de primer orden, o más aun, como de
exclusivo orden por encima de cualquier otro. El materialismo colectivista
tiene una serie de derivaciones de suma trascendencia:
"Naturalmente si
se es materialista, en el derecho penal se sostiene que no debe castigarse al
delincuente puesto que no es responsable de lo que hace. El homicidio en el
seno materno llamado “aborto” también está relacionado con el materialismo al
considerar al ser humano como un trozo de carne. También en economía ha
adquirido peso el determinismo físico, curiosamente en teoría de la decisión,
inherente a la mencionada neuroeconomia y la economía behaviorista
-principalmente lideradas por Ariel Rubinstein y Daniel Kahnemann- pero que, en
la práctica, por las razones antes apuntadas, demuelen la posibilidad de
decisión."[2]
[1] K. R. Popper. La sociedad abierta y sus
enemigos. Paidos. Surcos 20. pág. 319
[2] Alberto Benegas Lynch (h) "UNA
REFUTACIÓN AL MATERIALISMO FILOSÓFICO Y AL DETERMINISMO FÍSICO". Revista
de Economía y Derecho. Lima, 6(22), Otoño 2009. Universidad Peruana de Ciencias
Aplicadas. UPC. Pág. 19
Gabriel Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
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