A medida que pasan
los días la decepción y la angustia crecen. La desagradable sensación es de
hundimiento incesante, como si cada mañana, al despertar, bajáramos un peldaño
de una escalera hacia un precipicio. Es el escalofrío de la caída libre.
El gobierno no toma
las decisiones que debe tomar, sigue jugando con candela. A su ineptitud suma
la vacilación. Las razones de esta irresolución parecieran estar en su
proverbial incompetencia y en los condicionamientos ideológicos. Para los
demagogos y populistas, hacer lo correcto en el momento indicado no es lo
prioritario, el propio pellejo está primero.
Mientras tanto,
retoman un nuevo aire las protestas. Comienzan de nuevo a incrementarse las
manifestaciones callejeras, aunque algunas cometiendo los mismos errores que le
restan apoyos y llevan agua al molino del gobierno.
El repudio a la
conducción gubernamental va en aumento, la evaluación de ella es la peor de los
últimos años. La gente no ve un futuro cierto, sino una situación económica y
política en decadencia acelerada. Las encuestas lo reportan claramente.
Más ciudadanos se
suman a la convicción de que la causante directa de los males que padecemos y
se agravan es la política de controles irracionales, de expropiaciones
indiscriminadas y caprichosas, y de expulsión de las inversiones nacionales y
extranjeras.
El petrosocialismo
chavista es un estruendoso fracaso. Sin dólares no funciona. Ya no hay suficiente
para repartir a manos llenas ni para regalar en el extranjero. Las reservas
internacionales en franco descenso y los próximos pagos del servicio de la
deuda externa son inciertos. El subsidio
a la gasolina es insostenible. Las tarifas de los servicios públicos a cargo
del Estado no tienen otra salida que ser elevadas.
La descomunal
burocracia estatal, ampliada por el clientelismo populista, se come el
presupuesto. El despilfarro y la corrupción desembozada también. El Estado no
tiene recursos suficientes para hacer inversiones productivas. La gallina de
los huevos de oro, PDVSA, está endeudada en cifras astronómicas, demandada por
miles de millones de dólares; produce y exporta menos, y para remate, se dedica
a lo que no debería, cargando con una nómina de trabajadores absurda e
injustificada. Se dice que hasta petróleo va a comprar pronto. Insólito.
El petrosocialismo
está ávido de dólares, no sabe “gobernar” sin abundancia de ellos, sus enormes
carencias técnicas y gerenciales, su ignorancia general sobre los asuntos de
gobierno, las ha compensado a realazos. De allí que, consumidos alegremente
cientos de miles de millones de dólares petroleros, ahora quiera,
desesperadamente, vender activos públicos y empeñar más al país de forma
irresponsable, con los chinos, los rusos o con quien haga falta, para
mantenerse en el poder.
El petrosocialismo
cuenta con que el maná que brota de un pozo de petróleo lo salvará de la
debacle. Pero la dirigencia política ignorante y equivocada que desgobierna está sumida en un festín
obsceno de malversación y peculado.
El petrosocialismo es
rentista, improductivo, ineficiente, autoritario, parasitario, produce pobreza,
desabastecimiento de productos de consumo masivo, ausentismo laboral y poca competitividad.
El petrosocialismo,
por otro lado, ha apuntalado una diplomacia al servicio de un proyecto político
y económico destructor. El clientelismo interno tiene su correspondiente en los
espacios internacionales. Así, los beneficiarios de la generosidad venezolana se
hacen de la vista gorda frente a los atropellos a la democracia, a las
violaciones a los derechos humanos. Es el realismo pérfido en acción.
En Venezuela hay el
conocimiento, talento y experiencia acumulados para salir del marasmo en el que
nos hundió el petrosocialismo. Las soluciones a esos problemas están más que
analizadas y estudiadas. Sólo nos resta lograr la mayoría social y política
necesaria y contundente para desalojarlo del poder. Estrategia y tácticas
claras, organización moderna, coordinación con base en objetivos concretos,
movilización permanente y eficaz, y sobre todo, responsabilidad, disciplina y
lealtad entre las fuerzas democráticas. Ésa es la unidad que garantizará los
triunfos parciales y el definitivo de cara al nefasto petrosocialismo.
Emilio Nouel V.
emilio.nouel@gmail.com
@ENouelV
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