jueves, 21 de agosto de 2014

ALFREDO MICHELENA, UNA REVOLUCIÓN A LOS REALAZOS

Hacer una revolución ha cambiado mucho. Desde aquellas como la mexicana o la rusa donde corrió mucha sangre hasta la chavista donde lo que ha corrido ha sido el dinero, a borbotones. Aquí esto no es nuevo, así compramos las compañías petroleras y mineras en los 70’s.  


Lo novedoso es que pasamos del populismo tradicional, que dirigía  la renta petrolera hacia la producción, al populismo “oclócrata” dirigido al consumo.  

Uno empeñado en estimular a la empresa privada apoyándola con créditos y subsidios, y el otro dirigido a subsidiar el consumo de las mayorías y la ingesta estatal.  

El primero mal que bien trajo desarrollo y satisfacción en la población, más entre los que más tenían y menos entre los pobres. En el “oclócrata” es al revés pero esa satisfacción se esfuma cada vez más rápido. Y no crea riqueza sino que destruye a su paso. Es como la rápida y voraz felicidad del toxicómano al consumir y los efectos letales sobre su humanidad.

El chavismo ha repartido la renta petrolera – US$1 billón-para asegurarse apoyos nacionales e internacionales. La “regaladera” doméstica, medida en lo dedicado a programas sociales, alcanzó  US$ 623 mil millones. Casi la mitad de la población se ha beneficiado directamente de alguna “misión”. La externa ha superado los $120 mil millones. En lo petrolero están los más de 150 b/d que entrega el país, con mecanismos como Petrocaribe. Las transferencias se han calculado en $7.000 millones al año.
La masiva compra de mercancías amarra a países y gobiernos al destino del régimen. Ejemplos van desde Mercosur, pasando por Colombia hasta incluso China. Recordemos el “sainete del pollo”, cuando Holanda tuvo que echarse para atrás y devolver al general Carvajal, buscado por drogas en EE.UU., por los negocios  propios (barcos y petróleo por $2.000 millones) y el temor al boicot o embargo venezolano a las Antillas.
En cabildeo o lobby en EE.UU, Caracas ha gastado más de US$ 10 millones tratando de convencer al “imperio” de sus bondades. Recientemente la senadora, de Luisiana Mary Landrieu, a través de compañías pagadas por CITGO, fue “convencida” de bloquear las  sanciones a funcionarios venezolanos violadores de derechos humanos por el efecto sobre las refinerías de la empresa venezolana en su estado y sobre su reelección.
Es la compra de las consciencias. Lo que “el finado” llamó “la conquista de las mentes”. Claro, olvidó decir lo qué le pasaría a los no conquistados. Los holandeses  saborearon que pasa en estos casos

Alfredo Michelena
alfredomichelena@gmail.com
@Amichelena

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