Hacer una revolución ha cambiado mucho. Desde
aquellas como la mexicana o la rusa donde corrió mucha sangre hasta la chavista
donde lo que ha corrido ha sido el dinero, a borbotones. Aquí esto no es nuevo,
así compramos las compañías petroleras y mineras en los 70’s.
Lo novedoso es que pasamos del populismo
tradicional, que dirigía la renta
petrolera hacia la producción, al populismo “oclócrata” dirigido al consumo.
Uno empeñado en estimular a la empresa
privada apoyándola con créditos y subsidios, y el otro dirigido a subsidiar el
consumo de las mayorías y la ingesta estatal.
El primero mal que bien trajo desarrollo y satisfacción en la población,
más entre los que más tenían y menos entre los pobres. En el “oclócrata” es al
revés pero esa satisfacción se esfuma cada vez más rápido. Y no crea riqueza
sino que destruye a su paso. Es como la rápida y voraz felicidad del toxicómano
al consumir y los efectos letales sobre su humanidad.
El chavismo ha repartido la renta petrolera –
US$1 billón-para asegurarse apoyos nacionales e internacionales. La
“regaladera” doméstica, medida en lo dedicado a programas sociales,
alcanzó US$ 623 mil millones. Casi la
mitad de la población se ha beneficiado directamente de alguna “misión”. La externa
ha superado los $120 mil millones. En lo petrolero están los más de 150 b/d que
entrega el país, con mecanismos como Petrocaribe. Las transferencias se han
calculado en $7.000 millones al año.
La masiva compra de mercancías amarra a
países y gobiernos al destino del régimen. Ejemplos van desde Mercosur, pasando
por Colombia hasta incluso China. Recordemos el “sainete del pollo”, cuando
Holanda tuvo que echarse para atrás y devolver al general Carvajal, buscado por
drogas en EE.UU., por los negocios propios
(barcos y petróleo por $2.000 millones) y el temor al boicot o embargo
venezolano a las Antillas.
En cabildeo o lobby en EE.UU, Caracas ha
gastado más de US$ 10 millones tratando de convencer al “imperio” de sus
bondades. Recientemente la senadora, de Luisiana Mary Landrieu, a través de compañías
pagadas por CITGO, fue “convencida” de bloquear las sanciones a funcionarios venezolanos
violadores de derechos humanos por el efecto sobre las refinerías de la empresa
venezolana en su estado y sobre su reelección.
Es la compra de las consciencias. Lo que “el
finado” llamó “la conquista de las mentes”. Claro, olvidó decir lo qué le
pasaría a los no conquistados. Los holandeses
saborearon que pasa en estos casos
Alfredo
Michelena
alfredomichelena@gmail.com
@Amichelena
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