Luisa Estella Morales, expresidenta del TSJ, lo
dijo de manera rudimentaria: el Estado es uno, único e indivisible; la división
de poderes es una añagaza burguesa. Los fundamentos teóricos de esta visión
monolítica del Estado fueron desarrollados con sofisticación por Vladimir
Lenin, desde la perspectiva comunista, en su célebre texto El Estado y la
revolución, escrito unos meses antes del triunfo de la Revolución Bolchevique:
y por Carl Schmitt, desde la óptica nazista, en varios de sus libros,
especialmente en La dictadura.
Lo
que ocurre en Venezuela desde 1999 es una réplica tropical y bastarda del
fenómeno demencial padecido por la URSS, los países de Europa del Este, China,
Cuba y todas las demás naciones donde se instaló el comunismo. El último episodio de este salto
al pasado, a las antiguallas autoritarias militaristas de los siglos XIX y XX,
es la decisión del TSJ que les permite a los
militares uniformados desfilar y asistir a los actos políticos del
Gobierno. El argumento que acompaña el dictamen destila cinismo. Resulta que la
presencia de oficiales vestidos con atuendos castrenses revela sus firmes
“convicciones democráticas”. Los amanuenses del máximo Tribunal de la República
–porque en eso los ha convertido Miraflores y La Habana- ni siquiera tuvieron
el coraje de la señora Luisa Estella, sino que invocaron la democracia para que les sirviera de burladero y excusa para cometer semejante
atropello a la Constitución, a la República y a la inteligencia de los venezolanos.
El
débil Gobierno de Maduro, decidido a someterse a la bota militar, utiliza a los
plumíferos del TSJ para corromper y pervertir la FAN, estamento que por su
propia naturaleza -es decir, por estar armada y detentar el uso legítimo de la
fuerza- tiene la obligación de ser apolítica en el sentido y los términos
establecidos en la Carta del 99. Ese revestimiento pretendidamente democrático
que le da el TSJ a la sentencia, degrada a ese pobre tribunal, vergüenza del
país y de los abogados.
El
propósito, ni siquiera oculto, de semejante exabrupto es destruir todo vestigio
institucional de la FAN y convertirla en el verdadero partido de un régimen que perdió el apoyo de la mayoría
de los obreros, los trabajadores del
sector informal, los estudiantes, los profesionales y técnicos, la amas de
casa, y que ahora, despavorido, sale cobijarse bajo la sombra protectora y
vigilante de los militares. Florencio Porras, exgobernador de Mérida por el
PSUV y militar en condición de retiro, denunció la patraña urdida por el TSJ.
Otros militares, esta vez activos, deberían distanciarse de esa bochornosa
decisión. Así como la obediencia debida, de acuerdo con el Estatuto de Roma, no
sirve de excusa para justificar crímenes de lesa humanidad, acatar dictámenes
inconstitucionales no absuelve la complicidad con la ilegalidad.
La
FAN no puede operar como un partido, ni el TSJ actuar como el brazo legal del
PSUV.
Trino
Marquez Cegarra
trino.marquez@gmail.com
@trinomarquezc
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