jueves, 10 de julio de 2014

SAÚL GODOY GÓMEZ, DEUDA ILEGAL,

En algunos círculos económicos y políticos, se considera que la deuda externa, en los países del Tercer Mundo, es el principal condicionante de su soberanía. Al gobierno de Maduro eso le tiene sin cuidado: a pesar de la constante predica de que el socialismo lo que nos ha dado es Patria y, con ello, soberanía, la verdad es totalmente lo opuesto.

25% de nuestras entradas por la venta del petróleo deben ser usadas para pagar los intereses y amortizar capital de nuestra enorme deuda externa, que algunos calculan en unos 200.000 millones de dólares (no hay manera de que el gobierno de una información cierta a este respecto) que, para nuestra desgracia, no deja de crecer, entre otras razones, porque es la única forma que tiene el gobierno de Maduro de conseguir financiamiento.
Pedir prestado y emitir bonos de la deuda son las dos maneras de tener oxígeno, ambas requieren que el país esté en condiciones de producción petrolera y no petrolera que genere ingresos, y ese no es el caso. Maduro endeuda el país con base en sus reservas petroleras, lo hipoteca entregando prácticamente nuestros activos nacionales (incluso territorio) a empresas extranjeras en concesiones sumamente dañinas para el interés de la nación.
El último gobierno de Chávez y todo el período de Maduro tienen un problema grave en cuanto a la deuda que han generado para el país, y es que la misma pudiera ser considerada ilegal, es decir, que se contrajo sin haber llenado los requerimientos legales de rigor para hacer válidos esos compromisos, tanto nacional como internacionalmente; más aún cuando el requisito fundamental no se ha cumplido y es que esos empréstitos tengan carácter constitucional, y no lo tienen.
Bastaría un estudio superficial del endeudamiento de Venezuela para darse cuenta de que el mismo fue utilizado por el gobierno de Chávez y Maduro para sostener una revolución continental comunista, que abarcaba desde Canadá hasta la Patagonia, incluyendo África, Europa y Asia.
Las ciudades de Londres y New York fueron beneficiarias de créditos petroleros para “los pobres” en esas capitales del dinero; en Europa, muchos de sus partidos radicales de izquierda y algunos verdes fueron financiados por la largueza de la cartera venezolana, no digamos de Latinoamérica, donde Venezuela compró bonos de la deuda Argentina y pagó muchas amortizaciones de la deuda boliviana.
Chávez sostuvo en materia energética a una buena parte del Caribe y Centroamérica; con el firme propósito de mantener la hegemonía de los partidos socialistas y revolucionarios en la región, financiaba candidaturas y campañas completas; Nicaragua es un caso emblemático de asistencia económica, con la cual prácticamente se sacó a flote el aparato productivo nica.
El ejemplo de Cuba es una grosería de canalizaciones de fondos venezolanos para el sostén de una economía parasitaria, las inversiones que realizó PDVSA en la isla, en actividades petroleras y de desarrollo de infraestructura, son verdaderamente vergonzosas.
El dinero que se fue, para financiar la subversión en Colombia, Perú, El Salvador, Honduras, alcanza una cifra abultada, sin contar el apoyo logístico y el suministro de armas.
El pueblo de Venezuela no estaba al tanto de esa hemorragia de capitales hacia el exterior, pues el gobierno se ocupaba de esconder las cifras, las operaciones, las disfrazaba de ayudas humanitarias y de tratados multilaterales, pero en más de una ocasión se descubrió el traspaso de fondos entre cuentas, los orígenes del dinero y, en no pocas ocasiones, se detuvo maletines llenos de dólares que iban para financiamientos ilegales en países extranjeros.
No era extraño para Venezuela regalar aviones, estadios, urbanizaciones completas, autopistas y hospitales a los países clientes del régimen.
Toda esa “regaladera” tenía un fin político y no humanitario, sus prestatarios eran extranjeros y no nacionales; había un plan de dominio en este esfuerzo, la instauración del comunismo y el militarismo de izquierda en la región, con fuertes acentos anti norteamericanos, un esfuerzo promovido desde varios centros, incluyendo gobiernos extranjeros y organizaciones como el Foro de Sao Paulo. Venezuela era la caja chica de ese proceso de desestabilización continental.
El país perdió valiosos recursos, tiempo y energía en esa locura, lo que obligó a los gobiernos de Chávez y Maduro a incurrir, en muy poco tiempo, en un endeudamiento salvaje contra el propio pueblo venezolano; porque, la verdad sea dicha, nunca se tomó en consideración el avance, una mejor calidad de vida, el desarrollo del país y su gente.
Si hay una deuda odiosa, es la que se hace a espaldas del pueblo, aprovechada por un pequeño grupo de beneficiarios y desfavoreciendo a las grandes mayorías nacionales, en aras del proyecto político de una persona y su recuerdo como un gran hombre y revolucionario. Chávez fue un cáncer para el país.
Maduro, a pesar de los nefastos resultados de estas políticas de endeudamiento salvaje, continúa suscribiendo créditos con China y Rusia, en condiciones muy desventajosas para el país, para financiar su gestión. Eso incluye el sostener, a costa de mucho sacrificio por parte de los venezolanos, una camarilla de gobiernos extranjeros parásitos que, todavía, a estas alturas, siguen chupándonos la sangre.
Venezuela se ha convertido en un país de altísimo riesgo para la inversión, no hay seguridad jurídica, ni dispone de reservas liquidas que garanticen compromisos a futuro; las condiciones para el endeudamiento obligan al gobierno a ofrecer grandes descuentos en la venta de petróleo a sus acreedores, ventas a futuro a precios por debajo del mercado y a pagar intereses sumamente altos… aún así endeudan al país, sin importarle su porvenir.
El gobierno de China se ha metido en este juego siniestro a plena consciencia de que financia una deuda impagable, por ilegal y odiosa, pero se trata de un país colonialista e imperialista; el gobierno de Maduro, prácticamente, le está vendiendo la nación, pasando por encima de nuestras leyes, a espaldas del país nacional y asumiendo la más inmoral de las deudas, la de la esclavitud.
La deuda venezolana no resiste ningún análisis ponderado y de justicia, tanto en su origen como en la creación de las obligaciones; aceptarla es aceptar una violación flagrante de derechos humanos colectivos. El gobierno chavista viene haciendo aguas en su popularidad y base social desde hace ya mucho tiempo; representa sólo a un grupo muy específico de la sociedad venezolana que se ha distinguido por su rapacidad y prácticas corruptas, de hecho, figuramos en varias estadísticas internacionales como un país reconocido como inviable, fracasado y tramposo.
Este sistema político ha sido sostenido por un grupo de países comunistas, encabezado por China, los cuales le han inyectado una enorme cantidad de dinero al régimen para mantenerlo vivo debido a su interés geopolítico; pero ya el régimen se viene abajo, no hay nada que lo sustente, y sólo quedan las ruinas de la enorme corrupción e ineficacia que lo han caracterizado por estos quince años en el poder.
Viene ahora la recomposición de las nuevas fuerzas políticas venezolanas; estoy seguro de que una de sus prioridades será la de denunciar ante el mundo este perverso sistema de endeudamiento externo que únicamente ha traído más pobreza al país. –
Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul

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