El
mandatario venezolano Nicolás Maduro ya
había dejado entrever en un embarazoso comentario que había problemas internos
de relativa gravedad a nivel de gobierno
y partido cuando dijo “fuerzas disolventes pretenden incubarse desde dentro” y
terminó “Llamo a todas las fuerzas revolucionarias de la patria y a la lealtad
conmigo como Presidente, llamo a la máxima lealtad, llamo a la máxima
disciplina como el pueblo, como los humildes, como los trabajadores, como las
mujeres, como la juventud que jamás dudó de Chávez”.
EL BAILE DE LOS ESCORPIONES |
Evidentemente
ese comentario, como los que ha hecho sobre varios dirigentes de Partido Socialista Unido de
Venezuela, que disienten de sus actuaciones de gobierno, evidencian que el
proyecto enfrenta una profunda crisis de
la que puede sobrevenir su fin, si los buitres de Hugo Chávez deciden
enfrentarse.
Por
otra parte tampoco se puede descartar que una bandada de gavilanes colorado se
imponga sobre la otra, y establezca en el país un régimen, aun peor que el que
vienen padeciendo los venezolanos hace quince años.
La
situación generada por la destitución del ministro de Planificación, Jorge Giordani y la reacción del ex ministro
de Educación y Energía Eléctrica, Héctor Navarro a favor del primero, motivó
que Navarro fuera suspendido de la directiva del partido de gobierno y pasado a
un tribunal disciplinario, lo que
impulsó a ciertos sectores de la corriente chavista a comparar a Maduro con
Stalin.
No
obstante no se debe pasar por alto que Maduro heredó el despotismo de Hugo
Chávez y que las arbitrariedades y abuso del gobernante contra la gente de su
partido y del gobierno, las viene padeciendo la oposición con mucho más
inflexibilidad desde que Chávez asumió el control del país y no ha cesado con
el actual mandatario.
Todo
parece indicar que la cúpula gobernante se prepara para una purga, una limpieza
en el gobierno y el Partido, que deje fuera a los que disienten. Sin embargo,
hay que tener presente que los problemas no son exclusivos de la incapacidad de
Maduro, sino la acumulación de los quince años de mala administración, abusos
de poder, despilfarro y corrupción que se originaron con Chávez, en la que algunos de los denunciantes
participaron u optaron por no querer ver ni escuchar como el país se hundía.
El
problema de Maduro es que entre los partidarios del movimiento bolivariano hay
quienes no le reconocen como un líder legitimo aunque él insista en titularse
hijo del desaparecido golpista. La
disidencia del PSUV se resiste a obedecer sus arbitrariedades, como aceptaron
las de su predecesor, situaciones inexplicables de la condición humana en la
que pueden ser ejemplos las complicidades de Giordani y Navarro con todas las
tropelías en que incurrió el líder de todos los que han conducido a Venezuela
al borde del abismo.
Durante
meses se ha estado especulando sobre los rivales de Maduro y quien puede ser en
un momento determinado su némesis.
El
favorito de muchos analistas para ese papel fue Diosdado Cabello, pero al
parecer el presidente de la Asamblea Nacional respalda al mandatario porque
expresó recientemente “Debemos estar preparados. Debemos defender no sólo las
elecciones del PSUV, sino también hay que salir a defender la gestión del
Gobierno Nicolás Maduro y el legado de Hugo Chávez”.
Entre
Maduro y Cabello hay un acuerdo de conveniencia. La reestructuración del
gobierno tiene como fin la conservación del poder, más allá de posiciones políticas
o ideológicas. El oportunismo será lo que prevalecerá entre los gobernantes y
Hugo Chávez será un referente que todos usaran según les convenga.
El
que el presidente Maduro haya acusado a sus críticos de formar parte de una
izquierda trasnochada deja espacios a pensar si los seguidores del chavismo,
oficialistas o no, aparte de la lucha por el botín, están enfrentando una
compleja crisis de identidad e intereses,
tal y como ocurrió en Cuba en la
década del 60 con la llamada micro fracción comunista, primero dentro de las
ORI, Organizaciones Revolucionarias Integradas o el PURS, Partido Unido de la
Revolución Socialista, curiosamente un nombre que se parece mucho al PSUV del
chavismo.
Huelga
apuntar que la razón y la justicia no asisten a ninguna de las partes envueltas
en el diferendo, en estos conflictos
tiende a vencer quien tiene el monopolio de la fuerza, en particular el que
maneja la policía política y a su vez controla el partido sobre el cual opera
el gobierno, una situación que fue la que le permitió a José Stalin eliminar a
sus rivales más importantes, entre ellos León Trotski y a Fidel Castro,
convertirse en el siervo más fiel de Moscú por encima de las cenizas del
Partido Socialista Popular, los hasta
ese momento representantes del Kremlin en Cuba.
Pedro
Corzo
pedroc1943@msn.com
@PedroCorzo43
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