Hace
poco celebramos en Valencia los 50 años de graduación de bachilleres del
colegio salesiano Don Bosco. Era la primera vez que nos veíamos luego de 50
años y entre sorpresas y risas volvimos al recuerdo de aquellos días lejanos e
inmensamente divertidos.
Golpe
1. Por alguna razón casi todos los vuelos salen a la misma tempranísima
hora de Maracaibo. El desorden evidencia la poca oferta de pasajes y junto a la
falta de aire acondicionado lo convierte en una experiencia interesante.
El
aeropuerto de Valencia es una especie de Iglesia. Los santos son Bolívar,
Chávez y Maduro. Fotos y frases por doquier en su fondo rojo y hasta un himno
militar está completo en la pared con su pegajoso estribillo de “Patria,
patria, patria querida”.
Nos
dijeron que en Valencia vendían algunas cosas escasas en Maracaibo así que las
buscamos. Nada, la peladera ya es pareja. De regreso, las jóvenes que atienden
el vuelo están obligadas a hacerte un interrogatorio de si llevas jabón,
detergente, desodorante y otras pendejadas que uno se imagina destinadas a
evitar el bachaqueo aéreo entre regiones del país.
Como
ya es de costumbre el vuelo programado para llegar a Maracaibo a las 9 p.m.
llego a la 1 a.m. del día siguiente. Ya no había taxis así que tuvimos que
esperar una hora adicional para conseguir uno.
Nada
nuevo en la estúpida dinámica revolucionaria, pero uno llega a casa
tremendamente cansado y molesto.
Golpe
2. El reencuentro comenzó con una Misa en el mismo colegio. Emocionante
estar allí. Recuerdos por cantidad. Luego en un club, el brindis, un buen
almuerzo y mucho compartir. Anécdotas y chistes. Botones de recuerdo.
Buena
cosa pero también con su cuento escondido y terrible. Casi todos veníamos de
historias parecidas. Padres de negocios u oficios que levantaron una familia
con mucho esfuerzo. Querían que sus hijos (nosotros) estudiaran en un buen
colegio y así fue. Al salir como bachilleres la mayoría de nosotros hizo
carrera profesional. Ingenieros, médicos, odontólogos. Otros atendieron los
negocios de la familia pero, sin excepción, repitieron la enseñanza. Familia e
hijos bien atendidos y que asistieran a un buen colegio. Así lo hicimos y
multiplicamos la población de nuevos profesionales.
Ellos
también copiaron la lección de fabricar un buen hogar y tener hijos a los que
educarían con esmero.
Pero
la historia empezó a cambiar y el país de progreso y esperanza se convirtió en
uno sin oportunidades de empleo, de absurda inflación y de gran inseguridad.
Todos mis amigos del reencuentro tenían uno o varios hijos que emigraron. Abandonaron el buque que se hunde. Se rompió la tradición que crearon sus abuelos. Nuestros ángeles volaron. Otro logro de los idiotas comunistas.
Eugenio
Montoro
montoroe@yahoo.es
@yugemoto67
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