lunes, 28 de julio de 2014

CARLOS E. AGUILERA A., DEMOCRACIA VS. DICTADURA

En julio de 1991 ascendió a teniente coronel. Era jefe de un batallón paracaidista cuando Hugo Chávez se hizo notorio el 4 de febrero de 1992, tras encabezar una fallida rebelión militar en contra del gobierno del presidente Carlos Andrés Pérez (CAP).  

Tomó notoriedad a través de los medios de comunicación al asumir su responsabilidad, la cual justificó por el descontento de gran parte de la población frente a las medidas económicas implantadas por el gobierno de Carlos Andrés Pérez, que fueran recomendadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI),  anunciadas y posteriormente aplicadas a los pocos días de haber tomado posesión. 

El recorte en el gasto público y la liberación de los precios de bienes y servicios, entre otros el de la gasolina y el transporte público, fue el detonante que desató una ola de protestas y saqueos el 27 de febrero de 1989 en Caracas y ciudades aledañas, que se conoció como “el Caracazo”.

Pérez y su gobierno nunca llegó a reponerse de esta revuelta, y tras la fallida rebelión militar de Chávez, su caída se precipitó. El militar golpista fue encarcelado y al día siguiente de la rebelión, el expresidentes Rafael Caldera, parlamentario fundador de Copei y posteriormente de Convergencia, pronunció un discurso en el Congreso Nacional en el que atacó a Pérez, justificando en cierto modo el alzamiento militar. Esto fue el preludió de los subsiguiente sucesos que finalmente llevó al Poder Legislativo a remover a Pérez de la presidencia de la República el 2 de mayo de 1993, acusándolo de corrupción. La caída de Pérez sirvió de trampolín a Caldera, quien fue elegido por segunda vez Jefe de Estado para el período 1994-1998.

Chávez pasó dos años en Yare, esperando juicio y durante ese tiempo disfrutó de sus derechos contemplados en la Constitución y las leyes, primero en el Cuartel San Carlos y luego en Yare donde recibía la visita de familiares y amigos, así como todos los periódicos y revistas. En su celda disponía  hasta de un televisor.  

Este es el trato que recibió Chávez  en  la que se denominó la IV República o en el Puntofijismo, en tanto que hoy en su tan mentada revolución socialista del siglo XXI, Iván Simonovis, Leopoldo López, Scarano, Ceballos, y otros tantos venezolanos purgan condena bajo las más estrictas medidas de seguridad, privándoseles de todos sus derechos como la visita de sus familiares y hasta han sido agredidos físicamente. 

Esta es la democracia participativa y social que tanto pregona el régimen y del que se jacta el actual inquilino de Miraflores, quien sin empacho alguno hasta anticipa las decisiones que debe aplicar el Tribunal Supremo de Justicia. A Chávez  no se le privó absolutamente de nada hasta el mismo momento en que Caldera decretó  la amnistía, tras un acuerdo político del gobierno que presidía, con sectores de la izquierda como el MAS y el Partido Comunista de Venezuela, que posteriormente lo apoyo en su gestión. Esta es la diferencia entre la democracia puntofijista y el socialismo del siglo XXI

Caldera ganó las elecciones presidenciales tras haberse separado de su partido Copei y creado un partido con imagen populista, al que la gente comenzó a llamarle “el chiripero”, con el que derrotó a los partidos tradicionales Acción Democrática y Copei, los cuales se habían alternado el poder durante 35 años (1959-1994) y habían perdido para entonces la mayor parte de su influencia en el panorama político del país. La caída de los partidos tradicionales y el crecimiento del movimiento popular como consecuencia del rechazo de las medidas políticas y económicas aplicas en los años 90, dieron pie a que Chávez iniciara su propio movimiento, al legalizar el (MVR), proveniente del insurgente MBR-200, con el apoyo de veteranos de la política como Luis Miquelena, José Vicente Rangel y otras personalidades  que se apartaron del llamado “puntofijismo”, y seis años después de su alzamiento vencería en las elecciones presidenciales de 1998, siendo investido como Presidente de la República  el 2 de febrero de 1999 .

El “por ahora” que caló hondo en el pueblo, sería la tarjeta de presentación de Chávez,  a lo largo de 14 años en los que sus promesas electorales comenzaron a tener un tinte populista y demagógico. Juró por el ser que le dio vida, que más nunca se verían niños en la calle; que se reducirían los 32 Ministerios como política de austeridad ;   acabar con la corrupción y que el pueblo disfrutaría de una democracia sin exclusión social, en la que los sectores populares tendrían representación en la toma de decisiones del gobierno; que las libertades públicas y los derechos ciudadanos serían respetados como pauta la ley; que no habría restricción alguna para la libertad de expresión y un sin fin de promesas que jamás se cumplieron hasta el día en que pasó a mejor vida, y que hoy  su hijo putativo y heredero sigue al pie de la letra, con el agravante de que en un año tiene al país al borde un infinito abismo.

Maduro y con él quienes militan en el PSUV han pisoteado la Constitución a su antojo, con la  paradoja de que quienes la defendemos y respetamos seamos objeto de incalificables atropellos  y se nos tilde de traidores de la patria, apátridas, imperialistas, clasistas, burgueses y un sin de vulgares calificativos que en sus monsergas diarias a través de los medios impresos y televisión públicos, utiliza para descalificar, por el simple hecho de no respaldar las desatinadas políticas públicas (¿), que desde su arribo al poder se han constituido en el más brutal castigo que padecemos los venezolanos, obstinados de los constantes desatinos, cuya política socialista – o mejor dicho comunista como lo admitió Fidel Castro – no ha logrado generar nuevos elementos que brinden bienestar colectivo, crecimiento económico y mejor calidad de vida, y por el contrario ha causado una trágica situación económica, social y política, jamás vista en el país.

Para quienes detentan el poder: Jefatura de Estado, Asamblea Nacional y demás instituciones secuestradas en nombre de la mentada revolución socialista, la paranoia los conduce a extremos inusitados como la firme convicción de que son perseguidos, perjudicados, traicionados, aludidos y espiados, por lo que en su delirio amenazan, insultan, descalifican y asoman ilógicas argumentaciones y extrañas interpretaciones de la realidad, que para ellos representan pruebas de su verdad.

Olvidan que la democracia se desvanece cuando se ejercita el poder de manera autoritaria y cuando se restringen las libertades públicas,  y que esta nación hija del único Libertador y Padre de la Patria, Simón Bolívar, dentro de la Constitución y las leyes, es rebelde cuando defiende su libertad, que es la consigna de los estudiantes, amas de casa y compatriotas que a diario protestan en calles y avenidas de todas las ciudades del país.
        
Carlos E. Aguilera A.,
careduagui@yahoo.com
@_toquedediana
Miembro fundador del Colegio Nacional de Periodistas (CNP-122)

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