martes, 1 de julio de 2014

ANTONIO JOSÉ MONAGAS, ¿TORMENTA EN EL PODER?, PIDO LA PALABRA, VENTANA DE PAPEL,,

Mientras el mundo del deporte vive momentos estelares con el desarrollo de la Vigésima Copa Mundial de Fútbol, las tensiones a lo interno del país se tornan calamitosas.

¿TORMENTA EN EL PODER?

No hay duda de que el tiempo es fiel indicador de lo que la política establece. El concepto de política de Antonio Cánovas, político español, lo deja ver cuando justifica el devenir social y económico en la coyuntura política. Cuando dicho concepto señala que “ política es el arte de aplicar en cada época aquella parte del ideal que las circunstancias hacen posible”, evidencia a la política como el rasero del cual se vale cada situación para particularizarse ante los avatares propios de la vida política de una sociedad. Es decir, cada momento, lo define su propia singularidad. Es lo que realmente sucede en política. Se subordina a las circunstancias para luego imponerse ante cada situación y así determinar todo lo que bajo su dominio ha de suscribirse.

Esta reflexión, anima a deducir algunas razones que buscan demostrar el acoso que acarrea la vileza de politiqueros de oficio cuando de gobernar se trata. Arreglar situaciones de acuerdo a sentimientos de mezquindad, como en efecto resulta del habitual ejercicio de beligerancia política, es una manera usual de traicionar intereses reales y legítimos, así como de crear otros imaginarios e injustas consideraciones. Ya lo decía Louis Dumur, novelista francés, que “la política es el arte de servirse de los hombres, haciendo creer que se les sirve”. Y es así, cuando quienes gobiernan desbarran en política sin entender que la política está por encima de la conciencia.

De hecho, mientras el mundo del deporte vive momentos estelares con el desarrollo de la Vigésima Copa Mundial de Fútbol, que cuenta a Brasil como escenario de los correspondientes encuentros, las tensiones a lo interno del país son calamitosas. Es cuando la política  se torna instrumento de capciosos para disociar objetivos. Es el caso que afecta a Venezuela de cara a la crisis política que padece. En efecto, pareciera que un fuerte temporal anega el terreno político donde se ancla el partido de gobierno y sus altos cuadros. Hay una lucha a muerte entre las facciones apegadas al cuestionado socialismo nativo. Un fuerte descontento en la base del referido partido, hace estragos a la organización político–partidista. La lucha por el poder llevó a convertirlo en una arena de combate donde no hay compasión de las partes en pugna. La carta de Jorge Giordani, escrita a su salida del gobierno, sumada a la firmada por Héctor Navarro en apoyo a la postura de su compañero de Gabinete, ha generado una tensión de tan peligroso rebote, como nunca se había dado. Ni siquiera cuando el régimen perdió en 2007, importantes espacios del ámbito político nacional.

Decir entonces que la política se define y al mismo tiempo condiciona lo que bajo su dominio permite, es interpretar lo que ocurre al momento de dejar que las circunstancias tiranicen los clamores ante las necesidades. Sobre todo, cuando quienes se ocupan de dirigir el país político hacen de cada situación un problema para seguir aprovechándose de aquella suerte electoral hoy convertida en desgracia por arte del populismo demagógico. Es exactamente el resultado de la enfermiza relación entre la solidaridad y participación vergonzosa consumada por un gobierno despótico, y la condición de un pueblo por cuya precaria cultura política deja someterse a cambio de algunas migajas convirtiéndolo en cómplice pasivo de desafueros de cobardía gubernamental. Y aunque las variables de tan triste ecuación desbordan las resignaciones sociales y políticas, lo que en adelante se ve es un choque entre las ambiciones de unos y las intrigas de otros. O sea, que se aproxima una tormenta en el poder.

VENTANA DE PAPEL

MUCHO QUE CELEBRAR

Para algunos periodistas, avezados unos en el resguardo de las libertades políticas que más han costado reivindicar en el país por causa de las ambiciones de un régimen obsesivo por conservarse en el poder, otros menos fogosos a la hora de elevar la voz para rebatir las injusticias gubernamentales, el 27 de Junio pasó sin luz y sin gloria. No había razón alguna para celebrar el día del Periodista.

Sin embargo, los hechos padecidos por el gremio periodístico a consecuencia de la excesiva represión por parte de un régimen que ha comenzado a contar regresivamente el tránsito hacia su defenestración, obligan a invertir la óptica bajo la cual puede analizarse la situación escarmentada. Desde los atropellos infringidos a periodistas a quienes el régimen busca silenciar su opinión o modo de indagar las verdades ocultas bajo el manto de la corrupción y la impunidad, hasta la tiranía ejercida a través de la negativa a la legítima y legal solicitud de dólares necesarios para la compra de papel para la prensa escrita, divisas éstas que no son regaladas, son parte del brutal periplo que debe atravesarse para alcanzar la otra orilla.

A pesar de que del otro lado, han de soportarse iguales o peores situaciones. Todas ellas, sólo por honrar derechos tan fundamentales y reconocidos constitucionalmente como los que exaltan las libertades de expresión, de opinión, de prensa, de información y de pensamiento. Particularmente, porque es inaudito pensar que pueda concebirse a la democracia exenta de prensa libre lo cual es tan absurdo como absurdo es la libertad ante una dictadura. De manera que este viernes, 27 de Junio, cuando se celebra nacionalmente el día del Periodista y del Comunicador, en homenaje a la salida, en 1818, del primer número del Correo del Orinoco, si hay mucho que celebrar.

Debió celebrarse la conciencia alcanzada por un gremio que sigue resistiendo los embates de un régimen opresor. Debió celebrarse la unión de un gremio que ha sabido portar las banderas de la dignidad nacional en nombre de principios democráticos. Debió celebrarse que hoy se tiene al periodista aquella persona que por conciencia y a conciencia funge como el defensor de la gente ante cualquier clase de regla totalitaria o imposición absolutista. Entonces, si pudo decirse que había y sigue habiendo mucho que celebrar.

REFLEXIONES VIGENTES Y MENSAJE CON DESTINO

Comprender la Universidad, no es sencillo. Menos, es conceptuar su dinámica frente a la razón que determina su objetivo de vida, su razón de ser. Es una tarea que no cualquier universitaria pudiera atreverse. Tampoco, pudiera llevarla a cabo. Sobre todo, cuando los ojos del régimen indagan toda fuente de resistencia que se oponga a sus designios filibusteros o mercenarios. Elías Méndez Vergara, supo llegar al final de tan delicado e intenso recorrido intelectual.

Su último libro: Universidad de Los Andes, Reflexiones vigentes y mensaje con destino, (Ediciones del Vicerretorado Administrativo. ULA, 2014), transluce con hermosa y profunda transparencia, las menudencias que caracterizan la movilidad de una Casa de Estudios Superiores que no sólo ha trascendido histórica, social y políticamente. También, que ha demostrado lo que su veta académica representa en función de propuestas elaboradas como parte de procesos que exaltan ideales de solidaridad, paz, abnegación y de responsabilidad social.

La visión de un geógrafo ganado al campo de la Ordenación Territorial y de la Planificación Educacional, permitieron a Méndez Vergara otear, con el mejor sentido crítico constructivo, el discurrir de la Universidad de Los Andes en medio de situaciones desde las cuales ha formalizado proyectos que la ha preparado para enfrentar desafíos relacionados con exigencias y demandas propias de transformaciones asociadas a nuevos paradigmas socioeducativos y de producción del conocimiento.

De esa forma, Elías Méndez no tuvo mayor dificultad a la hora de evaluar condiciones académicas que ponen en relevancia desde la Universidad en pretérito, hasta la Universidad comprometida con desarrollos inmediatos. Es la causa que lo induce a revisar desde el prestigio que la enarbola, pasando por sus fundamentos de doctrina académica, de base jurídica, de cimentación organizacional, de mirada ante el desarrollo económico y social, de anclaje comunicacional y estratégico, de su condición funcional y espacial, hasta cerrar con un capítulo donde destaca el compromiso que la distingue como formadora de actitudes y aptitudes en el marco de su autonomía. No conforme con ello, Méndez Vergara cierra su magnífico trabajo académico planteándose que la Universidad no deja de contar con “un compromiso nunca concluido”. Tan recóndito, como el que traza cuando señala que su razón de ser sigue siendo la de una “gran Universidad, en el marco de magnífica montañas, de una rutilante historia, de un modo de ser y de estar en comunión con un canto de vida u de saberes”

La pluma de Elías Méndez Vergara se deja llevar por su vena de poeta cuando escribe “dejas impresa en mi alma la huella indeleble de tu grandeza, de tu hidalguía, de tu luz y de tu alegría”. Sin duda este libro pone al aire de la conciencia universitaria, necesarias reflexiones vigentes y mensaje con destino.

“Cuando un gobierno se aísla de las razones que lo llevaron al poder político, es evidente que su cenáculo se extraviará entre los múltiples problemas que aquejan su funcionalidad incitándose así graves contradicciones a su interior. Y en poco tiempo, se encenderán las alarmas ante serias controversias que minarán su base y condenarán su discurso”
AJMonagas

Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas

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