lunes, 28 de julio de 2014

ANTONIO JOSÉ MONAGAS, ¡NO ES CUENTO CHINO!, PIDO LA PALABRA, VENTANA DE PAPEL,

Lejos de estimular acciones que condujeran a la construcción de una “sociedad justa y amante de la paz” tanto como “al desarrollo de la persona y el respeto a su dignidad”, el gobierno entró en una ácida lucha contra el país que propendió a distribuir pobreza.
Antonio José Monagas

¡NO ES CUENTO CHINO!

No poca gente imaginó el escabroso camino por el que iba a transitar el país, luego del arribo al poder de un militar traidor a su juramento de fidelidad a la Bandera. Es decir, violó el “el sagrado deber de defender la Patria, proteger la soberanía e integridad nacional”. Su manifiesta insurrección cometida el 4 Febrero de 1992 contra la institucionalidad democrática venezolana, puso en entredicho el deber de subordinación al cual se debe todo militar para respetar los principios y valores expresados en la Constitución de la República. Desde entonces, el país comenzó a desviarse del rumbo trazado en su ordenamiento jurídico. Particularmente, según su concepción como Estado democrático y social de Derecho y de Justicia.

Las pretensiones configuradas alrededor de repetidos discursos que exhortaban la virtud y la verdad como condiciones para alcanzar estrados de desarrollo y bienestar, quedaron desfiguradas en el discurrir de un tiempo rebosante de oportunidades de crecimiento y de exigencias. Los inicios del siglo XXI, constituyeron momentos de compromiso a partir de los cuales se crecieron naciones de menor impulso geopolítico que el que caracterizaba a Venezuela. Así, el país fue quedándose inerte por causa de una gestión pública que entendió el significado de desarrollo económico y social a la inversa del sentido que su interpretación envuelve.

Las decisiones gubernamentales comenzaron a apartarse de la ruta que indicaba la Constitución Nacional cuando garantiza la creación de la riqueza, así como la “producción de bienes y servicios” atendiendo la obligación de forjar y promover el desarrollo integral del país. Lejos de estimular acciones que condujeran a la construcción de una “sociedad justa y amante de la paz” tanto como “al desarrollo de la persona y el respeto a su dignidad”, el gobierno entró en una ácida lucha contra el país que propendió a distribuir pobreza.

La democracia se vino en picada. Tanto así que el régimen optó por presuntas soluciones que sólo obstruyeron las alternativas sugeridas por actores académicos, gremiales y, hasta de facciones político–partidistas conscientes del problema que venía cuajándose tras bastidores. El régimen se replegó cobardemente con la excusa de ser víctima de una “guerra económica”. Aunque detrás de tan mórbido pretexto, estaba escondiéndose de críticas que pusieron al descubierto la ineptitud de altos funcionarios. Pero también, la elevada corrupción de la cual se han acusado a muchos de estos gobernantes encubiertos en una nefasta impunidad que ha dado espacio a toda inmoralidad cometida por estos personajes.

Ahora, en medio de la desgracia de haber arruinado al país, cuestión ésta inverosímil en términos de la historia política y económica contemporánea, el Ejecutivo Nacional se ha valido de forzosas alianzas internacionales buscando resarcir el daño causado al patrimonio nacional. Para ello, hipotecaron grosera e inconstitucionalmente la nación al Imperio Asiático a cambio del único recurso energético a partir del cual Venezuela pudo haberse zafado de los tentáculos del capitalismo salvaje representado por otros imperios igualmente hambrientos de la naturaleza que dispone la Venezuela caribeña, andina y amazónica.

Las realidades se invirtieron arrojando resultados totalmente anacrónicos. La política gubernamental dejó ver que sus intereses no gravitaban alrededor de ideología alguna que reivindicara la independencia, la soberanía, las libertades, la democracia y hasta el solapado socialismo. Al presente, las necesidades del régimen giran en torno al desmesurado capitalismo crudamente impugnado momentos atrás dada la euforia sembrada por el populismo cívico–militarista apodado: “socialismo del siglo XXI”. De modo que al régimen se le acabaron las mentiras sobre las cuales deparó su fortaleza política. Las realidades desnudaron el discurso hipócrita de gobernantes incendiarios. Ahora, no hay más disfraz que encubra más demagogia. Y esto, ¡no es cuento chino!

VENTANA DE PAPEL

LA HIPOCRESÍA DEL PODER

La retórica revolucionaria, ha creado frases capaces de engañar a mas de uno. Sobre todo, a quienes, por ilusos, llegan a creer en “el vuelo del conejo que por sus largas orejas, puede emplear a manera de palas giratorias”. Desde el mismo momento en que el régimen comenzó a advertir sus equivocaciones, cambió la táctica aplicada. Pero de mal a peor. En lo sucesivo, se vio forzado a armarse de una mejor inventiva que si bien atentaba contra las esperanzas de buena parte de sus furibundos seguidores, igualmente compensaría lo que no lograba mediante ejecutorias inconclusas, innecesarias o que no satisfacían el clamor popular. La oportunidad de elaborar  los Lineamientos Generales del Plan de la Nación 2007–2013, sirvió para explayar la idea del “hombre nuevo” y otras tantas que configuraron el abanico de fatuas consideraciones propias del más abyecto populismo.

El preámbulo de la Carta Magna, aprobada en 1999, fue guión de ridículos asomos. Todos alrededor de presuntuosas ideas que circundaban los discursos políticos de entonces. El término de “democracia protagónica” al lado de otros adefesios politiqueros, enmarcaron parte del espacio donde iba luego a sembrarse la ridícula pretensión del “socialismo del siglo XXI”. Sin embargo, los resultados hablan por si mismos. Luego de tres lustros de gobierno espurio, por ningún lado se ve al fulano “hombre nuevo”. Por el contrario, sólo puede otearse un panorama deslucido, frío, incierto y quizás, repulsivo. Y aunque resulta duro admitirlo, las realidades son deplorables lo cual deja ver el nivel al que el país ha caído a consecuencia de la indolencia, la corrupción y la indecencia que domina el escenario público venezolano.

Mientras la administración pública anda por un lado, la economía va por otro sin llegar a conciliarse en el tránsito de las decisiones gubernamentales. El régimen piensa que con propaganda y anuncios de intenciones, el país se arreglaría de cara a los compromisos que la historia le plantea al tiempo. Tampoco los discursos de un oficialismo ofensivo, desembrollará el desorden político-económico y socio-político que su propia gestión ha incitado.

A decir por lo observado, no cabe la menor duda de que el enredo que tiene atrapado al país, es producto no sólo de la ineptitud de estos gobernantes que tienen la política como escaparate de mamón. También del sectarismo que los caracteriza. Todo cabe si las realidades venezolanas se miran desde la hipocresía del poder.

¿DÓNDE QUEDÓ EL DEBATE?

Es indiscutible reconocer que la democracia no representa el paroxismo de condiciones políticas que tocan la vida de una sociedad. Ella, como sistema político, tiene particulares deficiencias. Todas pueden caber, según la cultura política que detente la población que suscriba sus reivindicaciones. Pero lo que si no acepta extravío alguno, es la libertad de expresión, la cual en consonancia con las libertades de prensa y de opinión, funge como canal de aducción al complejo problema de lidiar con posturas incompatible a los derechos fundamentales del hombre. Y la otra condición que no puede evitarse en medio del terreno de la democracia, es el hecho que representa el debate o deliberación. Entendido ésta como la capacidad de llegar a arreglos políticos necesarios que activan la confianza del país político en el gobierno.

Cuando no hay democracia, no se tienen realidades bajo las cuales estas condiciones se cumplan. Es decir, sin conductos abiertos para el debate y para el ejercicio de los derechos de la población a expresar todo pensamiento que coadyuve a la consolidación del sistema político, no existe democracia. Podrá haber elecciones que indiquen algunos derechos políticos . Pero si se tiene un país acallado mediante medidas represivas y de conminación, la democracia sólo será un cascarón vacío. Una mera formalidad que sólo justificará una situación ante un mundo que sabrá diferenciar entre lo aparente y lo real.

En Venezuela, luego de ofrecer vías para debatir problemas con el fin de dar con respuestas a partir de las cuales se plantearon compromisos de acción, no hubo más que meros pronunciamientos. O como se dice, fue un simple “saludo a la bandera”. Tal ha sido la desapego a estos principios de la democracia, que hasta gente afecta al régimen ha elevado su protesta pues ha quedado el país mal parado ante el resto del mundo. ¿Dónde quedó el debate?


“Si quienes gobiernan viven atrapados en jaulas ideológicas, su gestión se convierte en una cacería de brujas donde impera la ley del maléfico. O sea de quien tenga el poder suficiente para aniquilar al otro” AJMonagas

Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas

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