Este cuento largo o noveleta de Philip K.
Dick fue publicado en 1953 y pertenece a ese período intenso de producción del
autor, mucho antes que la fama le llegara; también fue la primera obra de
literatura que leí en mi Kindle (artefacto para leer textos digitales en una
pantalla, para los que no saben cómo funciona, les recomiendo la lectura del
cuento largo de Stephen King, Ur), para mi gusto, una obra de Ciencia Ficción
es apropiada para familiarizarnos con nuevas tecnologías.
La historia va como sigue: en el futuro, el
sistema Sol estaba en guerra con el sistema Centaurus, eran los planetas Terra
vs. Proxima, una confrontación bastante singular basada en estimados
estadísticos calculados por supercomputadoras; Terra hacía investigaciones y
diseños de una nueva arma, los espías se enteraban y Proxima hacía las
investigaciones y diseños de una nueva defensa que dejaba a la nueva arma
obsoleta, pero era una carrera armamentista muy peculiar, no había tiempo de
construir ni las armas ni las defensas, por lo que inmediatamente saltaban a
las investigaciones y diseños de una nueva arma y su respectiva “contra”.
De esa manera ambos mundos encontraban un
equilibrio proporcionado por los números que arrojaban las computadoras, 21-17
a favor de los de Centaurus, información que incluía todas las variables
posibles que provenían de todos los sectores de ambos sistemas, pero el mes
anterior estaban 24-18 a favor de Terra. Así ocurría desde hacía años, ninguno
se atrevía a atacar al contrario con el poco tiempo que disponían de ventaja;
cuando un arma llegaba a ser construida ya era inútil, forzando a sus equipos
de investigación científica y constructores a planificar armas que jamás
pasaban de las mesas de diseño, hasta que…
Terra venía trabajando en una nueva bomba
llamada Icarus, una bomba capaz de alcanzar 50 veces la velocidad de la luz y
al ser lanzada contra Centaurus, éste no escaparía a su destrucción total;
había varios problemas: el primero, que su cabezal de control era tan
complicado que requería de expertos en micro mecánica para armarla, que no los
tenían; la segunda, llegar a 50 veces la velocidad de la luz suponía problemas
graves con la ruptura del tejido espacio tiempo continuo, había que bajarle la
velocidad a los propulsores del arma.
Durante los experimentos, cuando se hacían
las pruebas de la capsula para la bomba, se abrió un portal en el tiempo y se
trajo accidentalmente del viejo planeta tierra un espécimen humano de 1914.
Los datos estadísticos del proyecto Icarus,
introducidos en la computadora, revelaban la posibilidad cierta de por fin
ganar la guerra; si se construía la bomba, Centaurus no tendría la menor
oportunidad de sobrevivir, pero cuando introdujeron la información del extraño
visitante del pasado, la computadora se volvió loca y dejó de funcionar, como
dicen los forenses en informática, “se colgó”.
Thomas Cole era uno de los pocos hombres de
mediana edad que no había sido reclutado y enviado a pelear en las trincheras
de Europa durante la Primera Guerra Mundial, andaba por los caminos rurales de
la Norteamérica profunda con una carreta tirada por un caballo, ofreciendo sus
servicios como reparador de cualquier cosa mecánica, desde un reloj hasta un
motor de diesel, tenía una habilidad especial con las manos, sobre todo con los
dedos, para manipular objetos muy pequeños y delicados, tenía un don natural
para saber qué se conectaba con qué, en medio de un amasijo de piezas, y por su
trabajo, cuando no había dinero, los EEUU se encontraban en plena recesión
económica, se conformaba que le pagaran con una comida.
Cole era la variable humana que los
computadores de Terra no podían encajar dentro de sus estimaciones, por lo que
se convirtió en el hombre más buscado de la historia, un grupo quería
simplemente matarlo, el otro lo necesitaba para que terminara de armar la bomba
Icarus.
Esta sorprendente historia es magistralmente
contada por Dick, con gran precisión y economía de palabras, pues no deja nada
al voleo, todo encaja perfectamente, incluso se da el lujo de explicar algunas
complejas nociones de física que hacen aún más verosímil su historia, no en
vano Dick era un maestro de la ciencia ficción.
La variable humana (The Variable Man), es una
de esas historias que te capturan desde el comienzo, describiendo un mundo
donde la tecnología se ha convertido en la razón de vida de una civilización.
Stanislaw Lem, ese otro genio de la ciencia ficción, en su ensayo sobre Dick,
cuyo título es Un visionario entre charlatanes, nos dice: “La imposibilidad de
que la civilización vuelva a la naturaleza, que es equivalente a la
irreversibilidad de la historia, lleva a Dick a la conclusión pesimista de que
buscar en el futuro lejano la consecución de los sueños de poder sobre la
materia convierte el ideal de progreso en una caricatura monstruosa.”
Recomiendo sin reservas la lectura de esta
historia para los que quieran una suculenta – a veces, forzosa - evasión a
mundos fantásticos.
Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul
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