martes, 10 de junio de 2014

FERNANDO FACCHIN BARRETO, UNA SOCIEDAD HUMILLADA

En Venezuela se vive en una sociedad humillada por el régimen. Humillación significa: ultraje, desprecio, oprobio, insulto, agravio, denigración, deshonra, vejación, sufrimiento, desdén y olvido. Ninguna persona merece ser humillada; ese es el retrato fiel de la opresión, represión, la carencia de productos básicos para sobrevivir el ser humano, la cárcel sin delito o con delitos inventados por el Juez de turno.

La humillación política es una forma de tortura pasiva que atenta contra  los DDHH y polariza las distancias entre los seres humanos. Es un acto cuyas consecuencias pueden ser impredecibles, por su atentado contra la dignidad de la persona humana.

La dignidad es uno de los bienes más preciados del ser humano.   Dividir a la población en ricos y pobres ha sido una tradición al gentilicio nacional. Donde en forma cruel se incrementa la pobreza extrema para oprimir al pueblo, fomentando la indignidad y la desesperanza.

 El régimen utiliza la humillación como política de estado para dominar la psique de las personas y así, estrechar su control absoluto sobre la sociedad, es una vieja táctica del comunismo y de la extrema derecha, sector al cual pertenece el régimen.

El venezolano, en términos generales, es un ser humano injustamente devaluado por la humillación política, un fenómeno, como dije antes, comunista y de extrema derecha, que ha sido denominado por los sociólogos y politólogos como “la bomba nuclear de la emociones”.

La Declaración Universal DDHH, ha definido la humillación como la denigración forzada de una persona o grupo social mediante un proceso de subyugación que daña ferozmente la dignidad del ser humano. Ser humillado, como estamos los venezolanos con el régimen de extrema derecha que nos oprime, es una violación flagrante a nuestros más elementales principios constitucionales, para el régimen, la dignidad es una entelequia intelectual.

En la obra “La Sociedad Decente”, de la israelí  Ashai Margalitvi se define el sentimiento de humillación como: “..la sensación que invade a la persona cuando ésta pierde su autorespeto”, siendo éste, “un sentimiento íntimo y básico que surge de uno mismo hacía sí mismo y que, en condiciones generales todas las personas tenemos por el mero hecho de sabernos seres humanos.” En consecuencia, el autorespeto es un valor esencial para el desarrollo intelectual, social y político del ser humano con conocimiento pleno de su propio derecho de pertenencia en el conglomerado nacional.

La humillación destruye el honor personal y la autoestima. Las amenazas y ejecuciones a la seguridad, al desarrollo integral, al bienestar, a la libertad a la estabilidad económica y social, así como la tortura y la cárcel injusta, son elementos que desprecian la dignidad humana, si queremos paz, es necesario que nos esforcemos en construirla, también desde el punto de vista psicológico, social, económico y político. “La paz no va a venir dada desde fuera, ni se nos va a conceder graciosamente. En el caso de que llegue, lo hará como una conquista de los ciudadanos” Esforzarnos por evitar la humillación de los otros es un paso primordial en este camino hacia la paz. Basta de degradación ciudadana.

La degradación del régimen es una realidad, la sociedad siente el vacío estructural de un gobierno humillante, que cada día falsamente promete un futuro solidario, pleno de felicidad y así crea nuevas y nuevas misiones, nuevas y nuevas falacias, como si los venezolanos fueran mercaderías de compraventa libre.

Finalizo sosteniendo que la única forma de defender nuestros legítimos derechos, es creando lazos de unidad activa y efectiva, pues dichos derechos no son una utopía, ni una retórica vacía de contenido, ni aspiraciones abstractas,  como los encadenados discursos oficialistas señalados crea lazos sociales muy fuertes, y las aspiraciones de la sociedad como un todo no es una utopía ni retórica, menos, aspiraciones abstractas. Es imprescindible una unidad fuerte, sólida por parte de una sociedad humillada para rescatar su dignidad.

Recordemos: La humillación tiene límites. Tiene límites, porque el fracaso social y político también tiene límites.

Fernando Facchin Barreto
ffacchinb@gmail.com
@fernandofacchin

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