A
propósito del triunfo de Santos, dos preguntas nos hacemos los colombianos. La
primera: ¿cómo y por qué logró ganar cuando la primera vuelta había favorecido
a Óscar Iván Zuluaga? La segunda tiene proyecciones en el inmediato futuro del
país y es el costo de esta victoria. Intentemos contestarlas con objetividad.
Sin
lugar a dudas, el factor relevante del triunfo de Juan Manuel Santos es el
papel que juega la maquinaria oficial cuando se trata de un
presidente-candidato. Haya o no compra de votos (y desde luego en la Costa la
hubo), en un país como Colombia la reelección contiene vicios inevitables.
Nuestro mundo político, contaminado por el clientelismo, pone su caudal
electoral y su maquinaria al servicio de quien tiene el poder. Y ese apoyo,
desde luego, será siempre recompensado. Es el más perverso recurso para
derrotar al voto limpio de opinión, que es la mejor expresión de una
democracia.
A
este factor, que tuvo su peso en las elecciones del 15 de junio, debemos
honestamente sumar otro: el apoyo que obtuvo Santos de la izquierda. No fue
nada menospreciable. En buena parte, los electores del Polo atendieron más a
Clara López que a Robledo. Y a ello debemos agregar una parte de los ‘verdes’ y
los que Petro, con su populismo de estirpe chavista, pudo aportar. Este voto no
supone un real soporte para el nuevo gobierno de Santos, pues la izquierda –lo
dicen sus dirigentes– se propone mantenerse en la oposición. Su anhelo es el de
constituir una tercería con opciones de triunfo en la elecciones presidenciales
del 2018. Tendrían el apoyo de las Farc convertidas en fuerza política.
Finalmente,
debemos reconocer, sin duda, que la carta de la paz favoreció a Santos. Si bien
muchos electores compartían ciertas condiciones expuestas por Zuluaga para
adelantar los diálogos de La Habana (suspensión inmediata de acciones
terroristas, el pago mínimo de penas y la entrega de las armas), a la hora de
acercarse a las urnas no pocos tuvieron el temor de que las Farc se levantaran
de la mesa y se viniera a pique el sueño de la paz. Por eso votaron por Santos.
¿Cuál
es el costo de esta reelección? Muy alto. El apoyo de la izquierda tiene su
precio. No necesariamente en puestos, sino en algo más inquietante: lograr que
el Gobierno, a través de sus delegados en La Habana, acepten las más
cuestionables exigencias de las Farc.
Muchos
otros problemas ponen sombras e inquietudes en torno al segundo gobierno de
Santos. Bajo el luminoso estandarte de descentralizar recursos para dar alguna
autonomía financiera a las regiones en la realización de sus proyectos, se va a
mover el clientelismo político con sus prácticas de corrupción y despilfarro.
Por otra parte, no le será fácil al Presidente resolver lo que no logró cumplir
en su primer gobierno: la necesaria reforma de la justicia, la creciente
desmoralización de las Fuerzas Militares tras las injustas condenas a valiosos
oficiales, la crítica situación de la salud, la creciente inseguridad y el bajo
nivel de nuestra educación, que la coloca entre las peor calificadas del mundo.
Todos
estos problemas no resueltos explican los siete millones de votos obtenidos por
Zuluaga y exigen formas de gestión aún no vistas en el Presidente reelecto. A
estas inquietudes se suma otro enigma, que no deja dormir tranquilos a los
colombianos: ¿cuándo, cómo y a qué precio se firmará el famoso acuerdo de paz
en La Habana? Lo ideal sería que en este proceso tuviesen consultas y alguna
participación el propio Zuluaga y Marta Lucía Ramírez. Sería la mejor manera de
asegurar que el proceso de paz tenga el apoyo de todos los colombianos.
Por
ahora, todos quedamos a la espera de lo que pueda ocurrir en los próximos
cuatro años.
Plinio
Apuleyo Mendoza.
plinioapuleyom@gmail.com
@PlinioApuleyoM
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