“La libertad es la indeterminación del acto humano que consiste en ausencia de coacción o coerción externa para su ejecución; es decir, se refiere a que nada impida u obligue la realización de si misma. Se trata de aquella que actúa cuando el hombre decide empeñarse íntegramente y, con toda su existencia. La libertad se caracteriza porque suele formarse en el mismo desenvolvimiento de la vida: el hombre se prepara para ella; adquiere la facultad de ejercerla mediante un entrenamiento de la propia personalidad y de su carácter y conducta”.
La libertad, como puede
inferirse, es objetivo principalísimo de la Educación, así como de la formación
personal y de la preparación para todas las manifestaciones importantes de la
vida. Es la libertad de autodeterminación en la que el ser se entrega no se
enajena sino alcanza su plenitud (El Concilio Vaticano II en Gaudium et Spes n
24: el hombre “no puede encontrar su propia plenitud sino en la entrega sincera
de si mismo a los demás”).
Recientemente con
profundidad ontologica y su escalpelo critico una de la periodistas que en mi
caso leo y respeto Argelia Ríos, diseccionó y advirtió un sobre un tema que a
la mayoría nos causa pavor pero con irresponsable insensibilidad evadimos
asumirlo con radicalidad, ella clamó. Cito: ¿Lo habrán atisbado? ¿Le estarán
dando la lectura correcta a las tantas señales que a diario se nos presentan?
¿Qué tanto se están ocupando en desentrañar el fenómeno? ¿Sabrán cuán oscuro e
insondable se ha vuelto el mundo de la pobreza en Venezuela? ¿Habrán
identificado los nuevos códigos que la han venido redefiniendo? ¿Poseen alguna
idea aproximada de la magnitud del impacto que el crimen organizado tiene sobre
ella? ¿Se habrán percatado de las raíces que la delincuencia ha echado en el
hábitat de la miseria y más allá de ella? ¿Tendrán a la mano alguna cifra
confiable sobre los descamisados o no que viven directa o indirectamente de
alguna actividad ilícita? ¿Cuánto dinero circula en ese submundo? ¿Cuán pobres
son en realidad quienes, asumiéndose como tales, pertenecen a él? ¿Advertirán
que el Estado perdió el control de la situación? ¿Aceptarán que toda esa
tragedia supera a cualquier elenco político?
Una mirada intuitiva sobre
el espesor de la perversión que ha venido fermentando en Venezuela, debería ser
suficiente para que toda la clase política se dispusiera a atender sin más
retraso la debacle del Estado. Aunque la cultura de la violencia tomó fuerzas
estos años de lucha de clases y se entronizó como una reacción contra "la
moral burguesa", su gravedad reclama una ojeada libre de ingredientes
polarizantes. El drama no se resuelve con las bobaliconas canchas deportivas de
Maduro y Rodríguez Torres, ni con los sermones de la oposición que se dice
concentrada en estructurar un discurso para los pobres. Todos lucen rebasados,
sin brújula, repitiendo guiones ahuecados y poco inspiradores, mientras el
leviatán sigue empujándonos al infierno de Dante”.
Ubicando algunas pistas…
El ser humano, por su
irrenunciable condición social, se encuentra inmerso en un particular complejo
de modos de ser y de hacer que resultan de una concreta manera de organizar la
vida, la cual, siéndole antecedente, le condiciona, si bien es susceptible de
recibir el aporte personal de cada cual.
Tal contribución puede actuar como refuerzo de los mecanismos de funcionamiento
vigentes en la sociedad, pero también puede introducir modificaciones y hasta
alterar radicalmente esos mecanismos, así como los comportamientos sociales
concurrentes.
El acto humano es el
resultado de actuaciones conjuntas de la inteligencia y voluntad del hombre que
se determinan, recíprocamente, en el orden respectivo, como causa objetiva o
formal intrínseca y causa eficiente.
Debemos estar conscientes
que a nuestra nación Venezuela no la sacaran del foso, los neo-políticos de
oficio, sino su gente. Hay que forzar un pacto ético societario con las
reservas morales que le quedan al país.
Ya sociólogo Stanley Cohen,
escribía en 1972, que las sociedades sufrían ocasionalmente periodos del pánico
moral, una determinada condición, episodios, personas o grupos definen una
amenaza a los intereses y valores sociales. En algunos casos los síntomas
desaparecen y en otros persisten, pero peligroso es que las comunidades se
acostumbren, como pareciera comenzar a revelarse en el país. Las enfermedades venéreas
produjeron esta condición en el siglo XIX. El clima de turbulencia social que
provocó la lucha por los derechos civiles y la guerra de Vietnam en los años
sesenta, fueron vistos en los EE.UU. como signos desoladores. Espantosos
crímenes perpetrados por infantes provocaron estupor en sociedades como Gran
Bretaña, Francia y Estados Unidos. The Economist, demostró con audacia, que con
5 kilos de plutonio y 15 kilos de uranio birlados en el lugar apropiado donde
se encuentran distribuidos 250 toneladas del primero y 1.500 del segundo, se
podría elaborar una Bomba atómica. Nos encaminamos a marchas forzadas a un
mundo mucho más volátil.
La inseguridad personal y
el narcotráfico, han generado en las últimas décadas una condición análoga en
forma permanente. Los delitos de astucia crecen exponencialmente en nuestro
medio, ante un Estado paralizado con unos cuerpos policiales desarticulados,
con métodos y recursos humanos sin un propósito, restringe su acción y logrando
apenas enfrentar una fracción escasa de el hampa. La delincuencia organizada ha
alcanzado niveles de especialización y ha formando una alianza mortal con
gruesas capas de la estructura de Estado, con especial énfasis en la
subversión, el narcotráfico y el lavado de dinero. El hurto de vehículos en el
país genera cifras que rivalizan con las plantas automotrices.
Improvisación negligencia e
ineptitud, la amenaza que se cierne
sobre los más vulnerables, es de una gravedad tal que, algunos teóricos la
asocian con la anarquía y el caos. Las precondiciones que los especialistas le
asignan a cualquier sociedad en crisis, susceptible de un estallido violento,
por eso resulta irresponsable y temeraria la predica de algunos sectores como
si aquí no hubiese ocurrido nada en las ultimas dos décadas.
El especialista Paúl
Wilkingson, director del Instituto de Estudios para la Violencia y el
Terrorismo en Londres, señala que existen suficientes evidencias que vinculan
la violencia criminal con la violencia política “Hasta cierto punto- refiere el
experto una alimenta a la otra”. Ambas se explotan en condiciones y las de
competencia civil. Los movimientos guerrilleros en América Latina como el ELN y
las FARC. Que incursionan en nuestra frontera, son ejemplo de esta vinculación
o derivación. No es fácil separar por sus objetivos las bandas criminales de la
guerrilla y de los grupos de narcotraficantes.
En la realidad las
coincidencias y alianzas que se han producido entre estos factores plantean un
novedoso reto a los servicios de inteligencia. Erradicarlos mientras persisten
los factores de inestabilidad sociales y políticos, es difícil pero
absolutamente necesario impedir su desarrollo. Cuando en un país como Venezuela
el un Fiscal general en el reciente próximo pasado, afirmó que la mayor
corrupción esta en los cuerpos policiales, coincidiendo con todas las encuestas
hechas en el país por consultoras internas y externas donde alrededor del 90%
de los ciudadanos de todos los estratos sociales lo señalan como uno de los
flagelos que produce pánico, la bisagra del hampa-cuerpos policiales. No hay
instancia alguna que no haya declarado insistentemente que la inseguridad
rebasó la capacidad del Estado. Solamente los últimos Ministros de Interiores y
Justicia, incluyendo al remilgado titular anterior y el ínclito actual, han
esgrimido la cínica y desconcertante tesis, de que por ejemplo los
enfrentamientos entre bandas que se suceden a diario, no afecta la seguridad,
precisamente en las barriadas populares, (donde habitan a quienes este gobierno
grita a todo pulmón que es a los que debe una mayor protección), subrayando
nosotros que el ejercicio de este mandato, esta siendo conducido sin
mediaciones, por un régimen "socialista" que supuestamente, esta
haciendo mayor esfuerzo hacia la atención de los mas débiles. Un planteamiento
de esta naturaleza es trágico por que es admitir que no se tiene capacidad de
contener tales acciones delictivas, y, peor aun, asumen que la vida de esos
venezolanos que integran estas bandas criminales no tiene valor alguno. Por
tanto, si ellos se matan entre si, no es asunto que deba preocupar al resto de
la sociedad. (Caso de la masacre, de los guardias nacionales, de la cárcel de
Uribana y el doloroso asesinato de la joven pareja Mónica Spear y Thomas Henry
Berry, y la muerte con alevosía y saña extrema de exdirector de la DISIP
Eliécer Otaiza, un cuadro esencial de la seguridad de el país, y (componente
estratégico del proyecto político en ciernes) el de Yorman Márquez Rodrigues,
(El Gordo Bayón) sobre este capitulo de la violencia sindical volveremos luego,
todo esto restalla como bofetada en todos los venezolanos, por la manifiesta indolencia con la que hemos
dado abordaje al tema epilépticamente, solo retórica aferente y nuestra
complaciente aptitud frente a un gobierno indolente). Tal visión de desidia
desde el gobierno, puede llevar a que se repitan dolorosas experiencias que
hemos tenido en esta ultima década, en diferentes estados del país la
igualmente criminal actuación de grupos para-policiales que discrecionalmente
salen a darle plomo al hampa, como rezaba el tristemente celebre eslogan de
aquel ya olvidado denunciador de oficio, convertido después en Alcalde
Metropolitano por obra gracia de el taumaturgo Hugo Rafael, para desventura
de los habitantes de la región. Por
cierto que la realidad desmonta con ironía y dolor estos descaminados
planteamientos. No quedan dudas que enfrentamos un peligro real, que va más
allá de la sensible epidermis de nuestro tejido social. La anarquía, la
improvisación y el caos es la alternativa que nos ofrecen, sumadas a la
negligencia y la ineptitud para evaluar y enfrentar esta terrible amenaza.
Hemos visto con pasmosa
dejadez acoplarse en los intersticios de nuestra pretendida civilidad la
cultura y contracultura del delito. Mientras en algunas latitudes el asesinato
de un niño provoca pánico, en nuestra sociedad dada su recurrencia no la
inmuta, igual que la cotidiana e interminable lista macabra de homicidios que
los medios de comunicación, algunos con morbo, publican todos los lunes después
de la guerra de baja intensidad de los fines de semana y que gobierno con
reiterado cinismo desmiente, es el caos. Lo de nuestras cárceles y retenes
sencillamente es dantesco, frente a nuestra indiferencia criminal inmovilizados
en una inacción cómplice, el narcotráfico y el crimen organizado avanzan y son
cada vez más imaginativos y novedosos, las policías nuestras son concesivas
y permanecen rezagadas.
El delito de astucia se
propaga a través de la jungla de la burocracia, especialmente en el sistema
financiero con un grado de impunidad tal que, se retroalimenta y se formaliza
con apariencia de verdaderas estructuras corporativas. Estas condiciones han
hecho de Venezuela un “Paraíso del fraude y del lavado de dinero”. Existen
suficientes indicios para pensar que diversos carteles, manejados como modernas
corporaciones y despojados de los métodos violentos que los caracterizaban, nos
escogieron hace un largo rato como uno de sus principales centros para sus
objetivos financieros.
La Superintendencia de
Bancos reveló recientemente, que su policía financiera no tiene el equipamiento
necesario; esto no nos sorprende. Mientras que a plena luz del día en cualquier
calle de Sabana Grande por doscientos bolívares fuertes te transan la data de
cualquier institución financiera, pública o privada.
Pedro
R. Garcia M.
pgpgarcia5@gmail.com
@pgpgarcia5
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