viernes, 20 de junio de 2014

PEDRO R. GARCÍA, ¿GARANTIZA EL ESTADO VENEZOLANO LA LIBERTAD Y PROTECCIÓN DE LA VIDA?, PUNTO DE QUIEBRE

“La libertad es la indeterminación del acto humano que consiste en ausencia de coacción o coerción externa para su ejecución; es decir, se refiere a que nada impida u obligue la realización de si misma. Se trata de aquella que actúa cuando el hombre decide empeñarse íntegramente y, con toda su existencia. La libertad se caracteriza porque suele formarse en el mismo desenvolvimiento de la vida: el hombre se prepara para ella; adquiere la facultad de ejercerla mediante un entrenamiento de la propia personalidad y de su carácter y conducta”.

La libertad, como puede inferirse, es objetivo principalísimo de la Educación, así como de la formación personal y de la preparación para todas las manifestaciones importantes de la vida. Es la libertad de autodeterminación en la que el ser se entrega no se enajena sino alcanza su plenitud (El Concilio Vaticano II en Gaudium et Spes n 24: el hombre “no puede encontrar su propia plenitud sino en la entrega sincera de si mismo a los demás”).
Recientemente con profundidad ontologica y su escalpelo critico una de la periodistas que en mi caso leo y respeto Argelia Ríos, diseccionó y advirtió un sobre un tema que a la mayoría nos causa pavor pero con irresponsable insensibilidad evadimos asumirlo con radicalidad, ella clamó. Cito: ¿Lo habrán atisbado? ¿Le estarán dando la lectura correcta a las tantas señales que a diario se nos presentan? ¿Qué tanto se están ocupando en desentrañar el fenómeno? ¿Sabrán cuán oscuro e insondable se ha vuelto el mundo de la pobreza en Venezuela? ¿Habrán identificado los nuevos códigos que la han venido redefiniendo? ¿Poseen alguna idea aproximada de la magnitud del impacto que el crimen organizado tiene sobre ella? ¿Se habrán percatado de las raíces que la delincuencia ha echado en el hábitat de la miseria y más allá de ella? ¿Tendrán a la mano alguna cifra confiable sobre los descamisados o no que viven directa o indirectamente de alguna actividad ilícita? ¿Cuánto dinero circula en ese submundo? ¿Cuán pobres son en realidad quienes, asumiéndose como tales, pertenecen a él? ¿Advertirán que el Estado perdió el control de la situación? ¿Aceptarán que toda esa tragedia supera a cualquier elenco político?
Una mirada intuitiva sobre el espesor de la perversión que ha venido fermentando en Venezuela, debería ser suficiente para que toda la clase política se dispusiera a atender sin más retraso la debacle del Estado. Aunque la cultura de la violencia tomó fuerzas estos años de lucha de clases y se entronizó como una reacción contra "la moral burguesa", su gravedad reclama una ojeada libre de ingredientes polarizantes. El drama no se resuelve con las bobaliconas canchas deportivas de Maduro y Rodríguez Torres, ni con los sermones de la oposición que se dice concentrada en estructurar un discurso para los pobres. Todos lucen rebasados, sin brújula, repitiendo guiones ahuecados y poco inspiradores, mientras el leviatán sigue empujándonos al infierno de Dante”.
Ubicando algunas pistas…
El ser humano, por su irrenunciable condición social, se encuentra inmerso en un particular complejo de modos de ser y de hacer que resultan de una concreta manera de organizar la vida, la cual, siéndole antecedente, le condiciona, si bien es susceptible de recibir el aporte personal de cada cual.  Tal contribución puede actuar como refuerzo de los mecanismos de funcionamiento vigentes en la sociedad, pero también puede introducir modificaciones y hasta alterar radicalmente esos mecanismos, así como los comportamientos sociales concurrentes.
El acto humano es el resultado de actuaciones conjuntas de la inteligencia y voluntad del hombre que se determinan, recíprocamente, en el orden respectivo, como causa objetiva o formal intrínseca y causa eficiente.
Debemos estar conscientes que a nuestra nación Venezuela no la sacaran del foso, los neo-políticos de oficio, sino su gente. Hay que forzar un pacto ético societario con las reservas morales que le quedan al país.
Ya sociólogo Stanley Cohen, escribía en 1972, que las sociedades sufrían ocasionalmente periodos del pánico moral, una determinada condición, episodios, personas o grupos definen una amenaza a los intereses y valores sociales. En algunos casos los síntomas desaparecen y en otros persisten, pero peligroso es que las comunidades se acostumbren, como pareciera comenzar a revelarse en el país. Las enfermedades venéreas produjeron esta condición en el siglo XIX. El clima de turbulencia social que provocó la lucha por los derechos civiles y la guerra de Vietnam en los años sesenta, fueron vistos en los EE.UU. como signos desoladores. Espantosos crímenes perpetrados por infantes provocaron estupor en sociedades como Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos. The Economist, demostró con audacia, que con 5 kilos de plutonio y 15 kilos de uranio birlados en el lugar apropiado donde se encuentran distribuidos 250 toneladas del primero y 1.500 del segundo, se podría elaborar una Bomba atómica. Nos encaminamos a marchas forzadas a un mundo mucho más volátil.
La inseguridad personal y el narcotráfico, han generado en las últimas décadas una condición análoga en forma permanente. Los delitos de astucia crecen exponencialmente en nuestro medio, ante un Estado paralizado con unos cuerpos policiales desarticulados, con métodos y recursos humanos sin un propósito, restringe su acción y logrando apenas enfrentar una fracción escasa de el hampa. La delincuencia organizada ha alcanzado niveles de especialización y ha formando una alianza mortal con gruesas capas de la estructura de Estado, con especial énfasis en la subversión, el narcotráfico y el lavado de dinero. El hurto de vehículos en el país genera cifras que rivalizan con las plantas automotrices.
Improvisación negligencia e ineptitud,  la amenaza que se cierne sobre los más vulnerables, es de una gravedad tal que, algunos teóricos la asocian con la anarquía y el caos. Las precondiciones que los especialistas le asignan a cualquier sociedad en crisis, susceptible de un estallido violento, por eso resulta irresponsable y temeraria la predica de algunos sectores como si aquí no hubiese ocurrido nada en las ultimas dos décadas.
El especialista Paúl Wilkingson, director del Instituto de Estudios para la Violencia y el Terrorismo en Londres, señala que existen suficientes evidencias que vinculan la violencia criminal con la violencia política “Hasta cierto punto- refiere el experto una alimenta a la otra”. Ambas se explotan en condiciones y las de competencia civil. Los movimientos guerrilleros en América Latina como el ELN y las FARC. Que incursionan en nuestra frontera, son ejemplo de esta vinculación o derivación. No es fácil separar por sus objetivos las bandas criminales de la guerrilla y de los grupos de narcotraficantes.
En la realidad las coincidencias y alianzas que se han producido entre estos factores plantean un novedoso reto a los servicios de inteligencia. Erradicarlos mientras persisten los factores de inestabilidad sociales y políticos, es difícil pero absolutamente necesario impedir su desarrollo. Cuando en un país como Venezuela el un Fiscal general en el reciente próximo pasado, afirmó que la mayor corrupción esta en los cuerpos policiales, coincidiendo con todas las encuestas hechas en el país por consultoras internas y externas donde alrededor del 90% de los ciudadanos de todos los estratos sociales lo señalan como uno de los flagelos que produce pánico, la bisagra del hampa-cuerpos policiales. No hay instancia alguna que no haya declarado insistentemente que la inseguridad rebasó la capacidad del Estado. Solamente los últimos Ministros de Interiores y Justicia, incluyendo al remilgado titular anterior y el ínclito actual, han esgrimido la cínica y desconcertante tesis, de que por ejemplo los enfrentamientos entre bandas que se suceden a diario, no afecta la seguridad, precisamente en las barriadas populares, (donde habitan a quienes este gobierno grita a todo pulmón que es a los que debe una mayor protección), subrayando nosotros que el ejercicio de este mandato, esta siendo conducido sin mediaciones, por un régimen "socialista" que supuestamente, esta haciendo mayor esfuerzo hacia la atención de los mas débiles. Un planteamiento de esta naturaleza es trágico por que es admitir que no se tiene capacidad de contener tales acciones delictivas, y, peor aun, asumen que la vida de esos venezolanos que integran estas bandas criminales no tiene valor alguno. Por tanto, si ellos se matan entre si, no es asunto que deba preocupar al resto de la sociedad. (Caso de la masacre, de los guardias nacionales, de la cárcel de Uribana y el doloroso asesinato de la joven pareja Mónica Spear y Thomas Henry Berry, y la muerte con alevosía y saña extrema de exdirector de la DISIP Eliécer Otaiza, un cuadro esencial de la seguridad de el país, y (componente estratégico del proyecto político en ciernes) el de Yorman Márquez Rodrigues, (El Gordo Bayón) sobre este capitulo de la violencia sindical volveremos luego, todo esto restalla como bofetada en todos los venezolanos, por  la manifiesta indolencia con la que hemos dado abordaje al tema epilépticamente, solo retórica aferente y nuestra complaciente aptitud frente a un gobierno indolente). Tal visión de desidia desde el gobierno, puede llevar a que se repitan dolorosas experiencias que hemos tenido en esta ultima década, en diferentes estados del país la igualmente criminal actuación de grupos para-policiales que discrecionalmente salen a darle plomo al hampa, como rezaba el tristemente celebre eslogan de aquel ya olvidado denunciador de oficio, convertido después en Alcalde Metropolitano por obra gracia de el taumaturgo Hugo Rafael, para desventura de  los habitantes de la región. Por cierto que la realidad desmonta con ironía y dolor estos descaminados planteamientos. No quedan dudas que enfrentamos un peligro real, que va más allá de la sensible epidermis de nuestro tejido social. La anarquía, la improvisación y el caos es la alternativa que nos ofrecen, sumadas a la negligencia y la ineptitud para evaluar y enfrentar esta terrible amenaza.
Hemos visto con pasmosa dejadez acoplarse en los intersticios de nuestra pretendida civilidad la cultura y contracultura del delito. Mientras en algunas latitudes el asesinato de un niño provoca pánico, en nuestra sociedad dada su recurrencia no la inmuta, igual que la cotidiana e interminable lista macabra de homicidios que los medios de comunicación, algunos con morbo, publican todos los lunes después de la guerra de baja intensidad de los fines de semana y que gobierno con reiterado cinismo desmiente, es el caos. Lo de nuestras cárceles y retenes sencillamente es dantesco, frente a nuestra indiferencia criminal inmovilizados en una inacción cómplice, el narcotráfico y el crimen organizado avanzan y son cada vez más imaginativos y novedosos, las policías nuestras son concesivas y  permanecen rezagadas.
El delito de astucia se propaga a través de la jungla de la burocracia, especialmente en el sistema financiero con un grado de impunidad tal que, se retroalimenta y se formaliza con apariencia de verdaderas estructuras corporativas. Estas condiciones han hecho de Venezuela un “Paraíso del fraude y del lavado de dinero”. Existen suficientes indicios para pensar que diversos carteles, manejados como modernas corporaciones y despojados de los métodos violentos que los caracterizaban, nos escogieron hace un largo rato como uno de sus principales centros para sus objetivos financieros.
La Superintendencia de Bancos reveló recientemente, que su policía financiera no tiene el equipamiento necesario; esto no nos sorprende. Mientras que a plena luz del día en cualquier calle de Sabana Grande por doscientos bolívares fuertes te transan la data de cualquier institución financiera, pública o privada.

Pedro R. Garcia M.
pgpgarcia5@gmail.com
@pgpgarcia5

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