En
estos tiempos de borrasca mi mente se ha dejado seducir por los clásicos para
la confección del artículo y dudé en la escogencia entre José Fouché y Nicolás
Maquiavelo. Opté por el segundo y mi memoria me llevó a la relectura del
capítulo XIX de El Príncipe porque trata
el tema enunciado en el título. El contenido es sugestivo y de actualidad y por
ello, me voy a permitir glosar algunos de sus decires sin desvirtuar en lo
absoluto su pensamiento.
Carlos Delgado Chalbaud |
"Y
uno de los más potentes remedios que tiene un príncipe contra las conjuras es
el no ser odiado por lo universal, ya que quien conjura siempre cree con la
muerte del príncipe satisfacer al pueblo; pero cuando cree ofenderlo no toma
ánimos para adoptar semejante partido porque las dificultades que tienen los
conjurados son infinitas. Y por experiencia se ve que han sido muchas las conjuras
y pocas las que han tenido un buen fin; porque quien conjura no puede estar
solo ni puede encontrar compañía sino entre aquellos que creen estar
descontentos".
En
Venezuela se han presentado infinidad de conjuras, muchas develadas y también
exitosas. Igualmente dos magnicidios: uno consumado, el de Carlos Delgado
Chalbaud el 13 de noviembre de 1950 y el fallido contra Rómulo Betancourt el 24
de junio de 1960.
El beneficiario del Magnicidio exitoso fue un milico compañero en el triunvirato escogido para gobernar el país para que la conjura triunfante el 24 de noviembre de 1948 se consolidara. En esta ocasión y a contrapelo de la teoría maquiavélica, el pueblo no participó y el poder se asentó con base al ejército. El intento fallido no tuvo apoyo ni del pueblo ni del ejército. Fue promovido por un factor de "afuera", para utilizar el léxico del florentino, como lo era el dictador que mandaba en la República Dominicana.
Romulo Betancourt Bello |
"Y
para reducir la cosa a breves términos,
digo que de parte del conjurante no hay sino pavor, temblor, sospecha de una
pena que lo estremece; pero de parte del príncipe están la majestad del
principado, las leyes, la defensa de los amigos y del Estado que lo defienden;
de tal modo que la benevolencia popular, junto a todas estas cosas, hace
imposible que alguien sea tan temerario que conjure. Porque si de ordinario un
conjurante ha de temer antes de la ejecución del mal, en este caso debe temer
todavía más (teniendo por enemigo al pueblo) después del exceso, no pudiendo
esperar por esto refugio alguno".
Los
citados como testigos por la FGR por los delitos de magnicidio y conspiración,
además de negar enfáticamente los propósitos de los que se les acusa no
manifiestan ninguno de los síntomas aludidos por él y se les debe considerar
inocentes hasta que se les demuestre lo contrario ¿testigos de qué?
"Pero
vengamos a Alejandro: el cual fue de tanta bondad que entre otras alabanzas que
le son atribuidas, está esta: que en catorce años que tuvo el imperio nunca fue
muerto nadie sin juicio previo; sin embargo, al ser considerado afeminado y
hombre que se dejaba gobernar por su madre y al haber por ello caído en
desprecio, conspiró contra él el ejército y lo asesinó".
Si
quien efectivamente lo asesinó fue el ejército, podríamos aseverar que entonces
contaban con una mayoría significativa para contrarrestar las eventuales
reacciones que se ocasionarían.
"Pero
si entonces era necesario satisfacer más a los soldados que a los pueblos, era
porque los soldados podían más que los pueblos; ahora es más necesario para
todos los príncipes, excepto para el Turco y el Sultán, satisfacer más a los
pueblos que a los soldados, porque los pueblos pueden más que aquéllos".
El
libro fue escrito en el año 1513 y mucha agua ha corrido bajo los puentes.
Antes de 1513 hubo conjuras y magnicidios. En la actualidad, a nivel mundial,
seguramente existen conjuras y en menor medida planes de magnicidio. Es como la
gripe en el ser humano: jamás se está exento de padecerla.
En
Venezuela la conjura ha estado en la mente de muchos de sus hijos y en los
últimos 56 años ninguna ha salido triunfadora, entre otras cosas porque nos
habíamos acostumbrado a la forma alternativa y democrática de cambiar gobiernos. No cometeré la necedad de negar a
priori que exista en alguna mente calenturienta y enferma que asuma esa acción
deleznable y ajena a la idiosincrasia del venezolano, pero es una conducta
atípica.
Lo
que sí me niego a aceptar es que esos planes sean producto de los indicios y
pruebas, para nada serias y sustentables, mostradas de manera tan torpe y
teatral por el vocero autorizado del gobierno quien no designó al que podríamos
denominar el órgano regular a tales efectos: el Ministro del Interior.
En
lo personal hago fe pública de que no soy partícipe en conjuras y menos en
planes Magnicidas y afines.
El
texto de El Príncipe, corresponde al publicado por el diario El Nacional con la
traducción y notas de José Rafael Herrera y Alejandro Bárcenas en 1999.
José
Rafael Avendaño Timaury
Cheye@cantv.net
@CheyeJR
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