El
emprendimiento español para adentrarse en la región de Guayana fue una de las
empresas más extraordinarias en la historia de los descubrimientos geográficos,
de la conquista y del poblamiento del Nuevo Mundo. Colón, en 1498, fue el
primer europeo en aproximarse a la costa de esas ignotas tierras y las
descubrió a nombre de España, pero, sin embargo, entonces no se adentró a
explorar ampliamente la desembocadura del Orinoco. Al año siguiente, Alonso de
Ojeda, Américo Vespucio y Juan de la Cosa, recorrieron toda la costa y
avanzaron en ella encontrando las dulces aguas del futuro Maroní, el Corentyne,
Esequibo y del mismo Orinoco. Fue posteriormente a la llegada de don Diego de
Ordaz, en 1531-1532, cuando éste asumió la difícil tarea de remontar el Orinoco
luego de haber sacrificado hombres y recursos logrando alcanzar el río Meta.
El
mito de El Dorado, las inmensas riquezas que se anunciaban existían en la misma
superficie de la tierra despertó la ambición de España y de la misma Europa. La
leyenda sustituyó en los hombres cualquier noción de realidad. Se hablaba de un
lago o de una ciudad donde los Incas habían ocultado grandes tesoros. Muchos
creyeron que ese establecimiento se ubicaba en el Lago Parima. Tan
significativo se hizo ese lugar que a nombre de España intentaron descubrirlo
varios de sus más importantes conquistadores, entre ellos, don Gonzalo Pizarro
y don Gonzalo Jiménez de Quesada, de encumbradas acciones en Perú y la Nueva
Granada, pero desafortunados al adentrarse en estas tierras. Pizarro superó los
Andes y descendió a los desiertos en una de las empresas más formidables de su
tiempo buscando la ruta del sur. El fracaso le aguardaba, encargó a don
Francisco Orellana buscar recursos para salvar la expedición y el audaz
subalterno a bordo de un bergantín decidió abandonarlo y Pizarro tuvo que
regresar a Quito. Orellana remontó el Amazonas, llegó al mar, alcanzó la
desembocadura del Orinoco y desembarcó en Trinidad y partió a España para
exigir los méritos de su intrépida hazaña. Tal era el espíritu español...
Por
su parte, don Diego de Ordaz, logró navegar el Orinoco, obtuvo privilegios del
Rey Carlos V para conquistar El Dorado. Dicen que en los rancheríos de
Baratuparu, Cumaca y Tuy tuvo conocimiento que: "de la otra parte de las
sierras obra de veinte leguas estaba una provincia que se decía Guayana".
Mientras
que desde entonces España había descubierto y poblado muchas de esas regiones y
las misiones habían realizado su sorprendente tarea catequizadora y posesoria
y, por su parte, los mismos franceses ya habían establecido sus grupos y su
comercio en Cayena, en 1595, Sir Walter Raleigh, a nombre de Inglaterra,
aviesamente atacó desde Trinidad, apresó al gobernador Antonio de Berrío,
intentando obtener por a la fuerza lo que había España adquirido a lo largo de
casi un siglo de penurias y sacrificios.
Los
textos franceses de la época testimonian por diversas fuentes la codicia
inglesa con respecto al territorio guyanés: "su envidia se revela, y ellos
buscarán los medios de poderse establecer", tal y como apuntó en 1763 el
geógrafo francés Jacques-Nicolás Bellin.
Los
límites de la Guayana Holandesa eran: "esa parte de costas que se
extienden después de la ribera de Moroni, hasta aquella del Esequibo"
según Bellin. A lo largo del tiempo los británicos sin títulos ni derechos
propios, salvo los obtenidos de los holandeses, pretendieron avanzar. Ni sus
propios causantes fueron más allá de: "la ribera de Pomorón y la ribera de
Moroni", mientras que España: "situada entre los alrededores del
Orinoco, y entre esta ribera y aquella del Pomerón", señalaba el autor, y
así se mantuvo por siglos. Más de cien años después el Dr. José Andrade,
encargado de Negocios de Venezuela en Washington, indicó de la misma manera que
hasta 1840 los ingleses no habían traspasado ese lindero.
Entre
varios elementos concordantes sobre aquellos límites, don Antonio de la Torre,
en 1783, hizo un mapa detallado de sus recorridos en Guayana a solicitud del
Arzobispo don Antonio Cavallero y Góngora, gobernador y Capitán General del
Nuevo Reino de Granada, donde ubicó las posesiones holandesas en el margen del
río Esequibo.
Indigna
observar que inclusive en un mapa inglés (Sidney Hall, London, 1828) en el cual se registraba el territorio de la
Colombia de Bolívar se contempló como límite británico el río Esequibo, y que a
pesar de tantos títulos y derechos jurídicos, éticos e históricos, a algunos
ahora parece no importarle, desconociendo lo que el más honorable patriotismo y
la más estricta justicia reclama a favor
de Venezuela, tal y como lo ordena expresamente la Constitución.
Jose
Felix Diaz Bermudez
jfd599@gmail.com
@jfd599
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