lunes, 16 de junio de 2014

JOSÉ FÉLIX DÍAZ BERMÚDEZ, NUESTRA HERENCIA DE LA GUAYANA ESPAÑOLA

El emprendimiento español para adentrarse en la región de Guayana fue una de las empresas más extraordinarias en la historia de los descubrimientos geográficos, de la conquista y del poblamiento del Nuevo Mundo. Colón, en 1498, fue el primer europeo en aproximarse a la costa de esas ignotas tierras y las descubrió a nombre de España, pero, sin embargo, entonces no se adentró a explorar ampliamente la desembocadura del Orinoco. Al año siguiente, Alonso de Ojeda, Américo Vespucio y Juan de la Cosa, recorrieron toda la costa y avanzaron en ella encontrando las dulces aguas del futuro Maroní, el Corentyne, Esequibo y del mismo Orinoco. Fue posteriormente a la llegada de don Diego de Ordaz, en 1531-1532, cuando éste asumió la difícil tarea de remontar el Orinoco luego de haber sacrificado hombres y recursos logrando alcanzar el río Meta.

El mito de El Dorado, las inmensas riquezas que se anunciaban existían en la misma superficie de la tierra despertó la ambición de España y de la misma Europa. La leyenda sustituyó en los hombres cualquier noción de realidad. Se hablaba de un lago o de una ciudad donde los Incas habían ocultado grandes tesoros. Muchos creyeron que ese establecimiento se ubicaba en el Lago Parima. Tan significativo se hizo ese lugar que a nombre de España intentaron descubrirlo varios de sus más importantes conquistadores, entre ellos, don Gonzalo Pizarro y don Gonzalo Jiménez de Quesada, de encumbradas acciones en Perú y la Nueva Granada, pero desafortunados al adentrarse en estas tierras. Pizarro superó los Andes y descendió a los desiertos en una de las empresas más formidables de su tiempo buscando la ruta del sur. El fracaso le aguardaba, encargó a don Francisco Orellana buscar recursos para salvar la expedición y el audaz subalterno a bordo de un bergantín decidió abandonarlo y Pizarro tuvo que regresar a Quito. Orellana remontó el Amazonas, llegó al mar, alcanzó la desembocadura del Orinoco y desembarcó en Trinidad y partió a España para exigir los méritos de su intrépida hazaña. Tal era el espíritu español...

Por su parte, don Diego de Ordaz, logró navegar el Orinoco, obtuvo privilegios del Rey Carlos V para conquistar El Dorado. Dicen que en los rancheríos de Baratuparu, Cumaca y Tuy tuvo conocimiento que: "de la otra parte de las sierras obra de veinte leguas estaba una provincia que se decía Guayana".

Mientras que desde entonces España había descubierto y poblado muchas de esas regiones y las misiones habían realizado su sorprendente tarea catequizadora y posesoria y, por su parte, los mismos franceses ya habían establecido sus grupos y su comercio en Cayena, en 1595, Sir Walter Raleigh, a nombre de Inglaterra, aviesamente atacó desde Trinidad, apresó al gobernador Antonio de Berrío, intentando obtener por a la fuerza lo que había España adquirido a lo largo de casi un siglo de penurias y  sacrificios.

Los textos franceses de la época testimonian por diversas fuentes la codicia inglesa con respecto al territorio guyanés: "su envidia se revela, y ellos buscarán los medios de poderse establecer", tal y como apuntó en 1763 el geógrafo francés Jacques-Nicolás Bellin.

Los límites de la Guayana Holandesa eran: "esa parte de costas que se extienden después de la ribera de Moroni, hasta aquella del Esequibo" según Bellin. A lo largo del tiempo los británicos sin títulos ni derechos propios, salvo los obtenidos de los holandeses, pretendieron avanzar. Ni sus propios causantes fueron más allá de: "la ribera de Pomorón y la ribera de Moroni", mientras que España: "situada entre los alrededores del Orinoco, y entre esta ribera y aquella del Pomerón", señalaba el autor, y así se mantuvo por siglos. Más de cien años después el Dr. José Andrade, encargado de Negocios de Venezuela en Washington, indicó de la misma manera que hasta 1840 los ingleses no habían traspasado ese lindero.

Entre varios elementos concordantes sobre aquellos límites, don Antonio de la Torre, en 1783, hizo un mapa detallado de sus recorridos en Guayana a solicitud del Arzobispo don Antonio Cavallero y Góngora, gobernador y Capitán General del Nuevo Reino de Granada, donde ubicó las posesiones holandesas en el margen del río Esequibo.

Indigna observar que inclusive en un mapa inglés (Sidney Hall, London, 1828)  en el cual se registraba el territorio de la Colombia de Bolívar se contempló como límite británico el río Esequibo, y que a pesar de tantos títulos y derechos jurídicos, éticos e históricos, a algunos ahora parece no importarle, desconociendo lo que el más honorable patriotismo y la más estricta  justicia reclama a favor de Venezuela, tal y como lo ordena expresamente la Constitución.

Jose Felix Diaz Bermudez
jfd599@gmail.com
@jfd599

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