En Argentina, durante diez años, el gobierno
kirchnerista se ha dedicado a destruir las instituciones. Se ha dejado muy poco
por hacer para lograrlo, desde el avasallamiento del Congreso, hasta la
utilización de superpoderes para favorecer la corrupción en pos de conseguir la
adhesión incondicional de políticos y jueces,
aumentando de ese modo el poder, hasta límites casi dictatoriales.
En la actualidad, las consecuencias de ésta
política la estamos sintiendo en carne propia: alta inflación, enfermedad
transmitida por el gobierno que está vaciando los bolsillos de los argentinos,
comiéndoles el futuro, además de desprestigiándolos internacionalmente evitando la llegada del aire que podrían
darnos las inversiones.
La esperanza de un futuro mejor es la carta
que se juega nuestro país. Todos sabemos que solo puede llegar a través de
nuestros representantes quienes están tratando de llegar al 2015 haciendo, con
indolencia premeditada, algunos pocos deberes para que no nos alcance, antes de
darle el bastón de mando al futuro presidente, la catástrofe. En 1990, fue el
motivo del cambio. Nadie olvida la hiperinflación y el apoyo que se le dio al
nuevo rumbo iniciado por el ex presidente Menem, correcto al principio, antes
de que el gasto público y otros errores, le quitaran la confianza de la gente.
Todos los aspirantes a la presidencia del
próximo período, saben que ante la vista del precipicio “hay que hacer” pero la
cosa es saber qué y como lograrlo.
Los historiadores sabemos que no hay mejor
maestro que la historia. Observar las causas de los fracasos y de los éxitos ayuda a decidir mejor. Tenemos ejemplos de
todos los colores para que, dejando de lado toda fanática ideología, con
tolerancia y transacciones con la oposición y las democracias del mundo, reflejando los valores comunes, pudiéramos ir
levantando cabeza.
No solamente necesitaremos de quienes dirigen
la política sino, también, todos debiéramos compartir la responsabilidad del
desafío, participando de la vida política, social y cultural para transitar
hacia un país donde se respeten , la dignidad de las personas, la igualdad ante
la ley y quede a salvo la libertad de los ciudadanos.
En materia de relaciones exteriores, tan
ligada a la política interna, la base debería reflejar la interdependencia de
la civilización mundial para no obstaculizar los vínculos con todos los países
que colaboran en la democratización del mundo, defendiendo los principios que
rigen la democracia liberal, congreso
independiente, respeto por la constitución y los derechos civiles además de tolerancia,
sobre todo, por las minorías.
Los jóvenes candidatos a presidente debieran
ser optimistas, a pesar de que el pasado kirchnerista nos ha llevado a la
pérdida de fé en el hombre como ser racional. La esperanza reside en ampliar
nuestra comprensión de la historia, en inculcar la fe en la democracia como
método pacifico de llegar al poder, y en dejar de creer en posiciones
deterministas que nos hacen esclavos del “destino”. El pasado, afortunadamente,
no determina el futuro, por lo cual tenemos
varias alternativas dentro , por supuesto, de la difícil situación en la
que nos hallamos.
Lo importante -espero que se dé esta vez- es
no dar una respuesta utópica al desafío que se viene en el 2015. Por eso, revisar la historia nos sirve sabiendo que
aunque es irrepetible, los hechos no son
totalmente nuevos ya que el hombre ante situaciones semejantes tiende a actuar
de manera similar..
Para dar respuesta valedera se necesitan
hombres con fe en la razón dejando el proselitismo populista basado siempre en
promesas utópicas, para tomar el rumbo y
las medidas que los problemas reales reclaman, siempre inculcando con la
palabra y el ejemplo la tolerancia, la decencia y sobre todo el respeto a los
derechos individuales.
Ante los graves problemas que ya nos
muestran la cara, lo peor sería que se
creyera, como muchas veces en el pasado, que con solo regresar a la normalidad
constitucional se puede evadir nuevamente la realidad y continuar con las
políticas que la han olvidado y por ello nos han sumido, una vez más, en un
rotundo fracaso, el cual está pesando sobre las espaldas de todos los argentinos.
Elena
Valero Narváez
evaleronarvaez@hotmail.com
@evaleronarvaez
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