En
ocasiones se presentan situaciones respecto de las cuales la única opción es no
reaccionar o responder directamente ante lo que se enfrenta.
Se está bajo la
sensación de que en Venezuela, habiendo vivido ya varios años consecutivos,
quizás 7 u 8 años, padeciendo en forma impotente una de las más dolorosas
calamidades que haya registrado pueblo alguno, no es posible hacer nada de lo
que normalmente hacen los seres humanos para corregir y resolver los problemas
y sufrimientos.
Cuando
en una sociedad que se considera normalmente democrática y eficiente, la cual,
como tal, siempre procura que sus
integrantes disfruten de la mejor vida posible, se confrontan problemas, se
registran las acciones requeridas para resolverlos, y así el gobierno y los
demás sectores de la sociedad analizan, proponen y realizan las acciones que
constituyen las soluciones necesarias.
En
nuestro caso, en Venezuela, un sector, el régimen, no comparte el propósito de
la mayoría de la población que aspira la mejor vida, sino que quiere imponer el
Socialismo del Siglo XXI, y por lo tanto no se interesa ni participa en la
solución de las calamidades y tragedias de la gente, y por lo tanto no sólo no
aporta a resolver la escasez, especialmente de alimentos y medicamentos, la
inflación, el desempleo, la inseguridad, la carencia de servicios básicos, como
agua, justicia y electricidad, y tantos otros, sino que incluso las genera,
como hace con el gasto dispendioso que genera inflación, o contribuye a su
aparición, como hace con la negativa a invertir en la infraestructura que sirve
agua o electricidad.
Su
propósito no es social ni económico, sino politiquero, ideológico, construir
una Cuba en Venezuela.
En
estas condiciones, la única opción del venezolano que no puede participar en la
realización de las soluciones necesarias, es, como ya se dijo, no reaccionar o
responder directamente ante lo que se enfrenta, lo cual equivale prácticamente
a no hacer nada.
En
este caso, no responder directamente, significa, con relación a lo que quiere
decir en una sociedad normalmente democrática y eficiente, que no se puede
actuar conjuntamente con el gobierno, el cual, en el caso de este gobierno
venezolano, no se interesa en la satisfacción de las necesidades sociales, y
que cuando anuncia alguna iniciativa que pueda ir en la dirección correcta,
como sincerar el precio del dólar, lo hace para ganar tiempo en la ejecución de
su proyecto.
Más
aún, esto de no hacer nada, pudiera llevarse hasta el extremo de ni siquiera
participar en el reclamo o protesta por la tan grave situación de mal vivir y
mal gobierno, y al respecto ya se ha comprobado el caso omiso y la represión
con lo cual responde el gobierno. Debe tenerse claro que esto no significa la
rendición o abandono de la lucha por la recuperación de Venezuela.
La
opción de no responder directamente no excluye la obligación que tiene cada
ciudadano venezolano de mantener firmemente su rechazo al gobierno y la
resistencia a la imposición del proyecto chavocastrista.
Obviamente,
el caso es diferente cuando se trata de iniciativas directas sin el gobierno,
no tanto de quejas sectoriales aisladas, sino específicamente de protestas y
reclamos que reflejan el disgusto masivo
y contundentemente condenador por parte del pueblo engañado y golpeado
vilmente, pueblo que tendría que incorporarse en forma total y organizada, como
lo permite la legislación y lo exige la moral.
Douglas
Jatem
djatem@gmail.com
@djatemv
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