Nada ha sido más nefasto para la democracia, que la rutina inmovilizante y la sumisión de los dirigentes de la "revolución bolivariana" a apetencias enfermizas. Antonio José Monagas
¿POR QUÉ CON LOS PEORES?
Gobernar no es asunto sencillo. Cada
vez gobernar es un problema de más complejidad dado el número de variables cuya
intervención hacen posible alcanzar estadios de bienestar fundamentados en una
mejor calidad de vida. Y esto, es resultado de una gestión de gobierno con sentido
de sus responsabilidades.
Es decir, de un gobierno que gestione sus propuestas
bajo esquemas trazados por postulados democráticos. Por tanto, no puede
pensarse en equipos de gobierno que actúen al margen de problemas acusados por
la ausencia de principios y valores que respondan a las necesidades de un
desarrollo económicos y social, justo y excelso. Los problemas que asedian las
actuales realidades, demandan equipos de gobierno con demostradas competencias
para enfrentarlos debida y oportunamente. De lo contrario, la democracia será
imposible de alcanzar y asegurarse como sistema político.
La crisis que padece Venezuela, además
de lecturas que dan cuenta de la obsolescencia del modelo que ha pretendido
aplicarse con base en una renta petrolera cuyos beneficios se desperdigaron en
medio de una avalancha de criterios inútiles para infundirle razones al
problema macro económico y de dilatados efectos sociales como el que representa
una distribución equitativa y dignificante de sus ingresos, derivó en una situación
de errado manejo operativo. Estos gobernantes entendieron que gobernar era
simplemente administrar las cosas que formaban parte del patrimonio funcional
de la nación. Craso error.
No hay duda alguna que ante estas
complicaciones, el país cayó en una especie de trampa cuya salida pareciera no
haberse preparado. Los ideólogos y estrategas de tan pervertido proyecto
político, llámese: socialismo del siglo XXI, sólo tuvieron en su visual
política el poder como objetivo único. Esto enredó el devenir de la democracia.
El régimen sólo jugó las cartas que de antemano conocía. Lo contrario
arriesgaba el espacio ganado con la suspicacia que su malicia e hipocresía
permitieron. De esa manera, fue fácil comenzar a desmontar la estructura
democrática donde se anclaban las libertades y garantías que avivaron la
institucionalidad y la constitucionalidad en las cuales se cimentaban la noción
y condición de “república” de la cual la historia ha sido fiel testigo de su
afianzamiento.
Nada ha sido más nefasto para la
democracia, que la rutina inmovilizante y la sumisión de los dirigentes de la
“revolución bolivariana” a apetencias enfermizas. Tan impoluto trastorno de
moralidad y de ética pública, hizo que con los años se fuera anquilosando un
estilo de gobierno que, por su apatía para otear más allá de las menudencias
populistas, se estancó en términos de las ofertas electorales que, para
infortunio de la democracia, le valieron en 1998 el acceso al poder político
nacional. Problemas económicos terminales del sistema social y otros
intermedios y más inmediatos fraguados en medio de situaciones forjadas por el
clientelismo político, micronegociaciones para sostener el liderazgo o por la
administración de la rutina burocrática, desmoronaron lo que
constitucionalmente pudo exhortarse como vía para redireccionar al país hacia
sitiales de desarrollo económico, político y social.
Pero nada fue así. La revolución, en
nombre del manido “socialismo del siglo XXI”, volcó su atención a convertir la
ironía y el egoísmo en praxis de gobierno. Haciendo malabares con estos
contravalores, llevó a cabo la impúdica tarea de desordenar al país. Al extremo
que los cuadros más vergonzosos de activistas revolucionarios, se encargaron de
violentarlo no sólo mediante el sometimiento basado en coacciones y
conminaciones para reducir al máximo esperanzas y todo signo de desobediencia
civil. Esto hizo que el país se fracturara hasta alcanzar la polarización más
radical a la que se haya visto doblegada la sociedad venezolana. El “complejo
de Adán”, infundió en la militancia roja la arrogancia de creer que todo se
instauraría como si nada hubiese existido antes de 1998. O que la historia se
reescribiría a partir de entonces. Así, el régimen encauzaría el país a su
libre antojo para legitimar todas las barbaridades cometidas con el “fin
supremo de refundar la República”. Sin embargo, logró todo al revés. Para ello
había que descartar a los más aptos y virtuosos para tan oscuro propósito. Por
eso, fue inminente el apoyo de quienes menos idea podían tener del concepto de
gobernar. Quizás, esta disertación termina por aclarar ¿por qué se ha gobernado
para el atraso? Lo que es igual a preguntarse, pero ¿por qué con los peores?
VENTANA DE PAPEL
¡OTRO MAGNICIDIO MÁS!
Dice la jerga criolla que “cuando el
río suena es porque piedras trae”. Tan sabio aforismo, además de pertinente,
bien se ajusta al discurrir político. Aunque sería mejor decir, al devenir de
aquella política que por chabacana, cae en “saco roto”. O sea, otra forma de
referir la susodicha política la cual, lejos de exaltar la necesidad de
consensuar disposiciones, como corresponde a la política exactamente
comprendida y aplicada. sólo sirve para convertir lo posible en imposible. Lo
arriba expresado sirve de exordio para asentir que cuando en cualquier
circunstancia de la vida hay barullo, es porque hay algún desacomodo. Su
reacción produce un tipo de ruido que sólo tiene repercusión en el ámbito en el
cual su efecto es más sensible. En política particularmente, hay ruido cuando
la inconformidad se convierte en causa para elevar protestas públicas. Ya sea
por razones de injusticia, de corrupción, intolerancia, desigualdad, opresión,
o de represión, entre otras del mismo tenor. Sin embargo, todo ruido molesta a
todo gobierno despótico. Por eso, no conviene a ninguna dictadura que haya
presencia de medios de comunicación libres. Es ahí cuando esos gobiernos
pretenden silenciar autoritariamente a todo actor político que se atreva a
hacer manifiesto cualquier padecimiento o malestar. Más, cuando los mismos
carcomen consciencias y azotan la dignidad del hombre en condición de libertad.
Es el caso de situaciones en las que cuando los que mandan pierden la
vergüenza, los que obedecen pierden el respeto. Entonces, cunde el caos pues
las realidades se tornan críticas. En medio de situaciones así, el gobernante
tiene a asumir una actitud altisonante. Busca valerse de cualquier excusa para
distraer la atención, mientras intenta recuperar la popularidad perdida. Es
cuando apela al magnicidio o a cualquier otra estrambótica ridiculez como si
con tan absurdos argumentos, enmendaría los errores cometidos. Pero nada de eso
consigue. Todo lo contrario. Mientras cada socarrona fantasía pone al
descubierto el carácter torcido de irónicas o extrañas pretensiones, peor es lo
que de ello resulta. Ni siquiera porque recurre a la bufona idea de engañar a
la población con el mórbido cuento de estar ante el falso riesgo de verse
implicado en: ¡otro magnicidio más!
LA DISTANCIA CONSTRUYE PATRIA
“Quiero militar poéticamente y decirle
a Venezuela que me muero por ella a cada instante de mis días conscientes e
inconcientes. Hablarle a Venezuela de lucha voraz y toma de gobiernos para
acabar con la podredumbre que invade nuestros cuerpos. Cantarle “si un día he
de naufragar, enterrad mi cuerpo cerca del mar”, allá en La Guardia, para
saludar a mi abuelo combativo y obrero, hombre que formó parte de la primera
huelga general que le dio vida al pueblo. Decirle a Venezuela que la amo y por
ella muero en cada estrofa de mis sueños o mis anhelos. Gritarlo en una calle
con bandadas de gente, de países que admiran la muerte que hoy sufren las
madres de barrios y clases bajas, cortas y medianas, porque las de arriba están
más cuidadas que la espada de Bolívar. Reventar mi voz ante mil almas que
sueñan tocar mi suelo venezolano, a experimentar un poco del “socialismo” que
hoy es el ejemplo perfecto del capitalismo de Weber y todo aquel pensador que
sólo use su mano derecha para aporrear cualquier idea que traduzcan nuestras
manos izquierdas. No hay izquierda en aquel planeta, la izquierda no gobierna,
quisiéramos algunos que gobernaran PERMANENTE o que gobierne con toda la GENTE,
para dedicarle a esa mujer, a esa Pequeña Venecia, nuestra sangre, nuestra lucha,
nuestro cuerpo firme y dispuesto a acabar con el falso soneto de que los pobres
ya no están, que todos somos hermanos y comemos en paz. En paz comen los
muertos que hemos perdido en supuesta libertad, en falsa democracia, en una
exagerada dictadura, en un falso, inexistente... Socialismo. “Enterrad mi
cuerpo cerca del mar... En Venezuela”. Ahora a dormir mi hermosa Pequeña
Venecia”
Con la motivación que la distancia aviva, Arianna Isabel Monagas rasga
una cuartilla para expresar la efusión que la lejanía con Venezuela conmueve su
fibra política. Y es porque también, la distancia construye Patria.
"Cuando un gobierno decanta sus decisiones en criterios de base política irresoluta, es porque la obsolescencia en sus dirigentes se ha convertido en la razón que precede y preside las ideas que luego son llevadas como parte de la gestión pública"
Antonio
José Monagas
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