domingo, 1 de junio de 2014

ANTONIO JOSÉ MONAGAS, ¿POR QUÉ CON LOS PEORES?, PIDO LA PALABRA, VENTANA DE PAPEL,

Nada ha sido más nefasto para la democracia, que la rutina inmovilizante y la sumisión de los dirigentes de la "revolución bolivariana" a apetencias enfermizas. Antonio José Monagas

¿POR QUÉ CON LOS PEORES?

Gobernar no es asunto sencillo. Cada vez gobernar es un problema de más complejidad dado el número de variables cuya intervención hacen posible alcanzar estadios de bienestar fundamentados en una mejor calidad de vida. Y esto, es resultado de una gestión de gobierno con sentido de sus responsabilidades. 

Es decir, de un gobierno que gestione sus propuestas bajo esquemas trazados por postulados democráticos. Por tanto, no puede pensarse en equipos de gobierno que actúen al margen de problemas acusados por la ausencia de principios y valores que respondan a las necesidades de un desarrollo económicos y social, justo y excelso. Los problemas que asedian las actuales realidades, demandan equipos de gobierno con demostradas competencias para enfrentarlos debida y oportunamente. De lo contrario, la democracia será imposible de alcanzar y asegurarse como sistema político.

La crisis que padece Venezuela, además de lecturas que dan cuenta de la obsolescencia del modelo que ha pretendido aplicarse con base en una renta petrolera cuyos beneficios se desperdigaron en medio de una avalancha de criterios inútiles para infundirle razones al problema macro económico y de dilatados efectos sociales como el que representa una distribución equitativa y dignificante de sus ingresos, derivó en una situación de errado manejo operativo. Estos gobernantes entendieron que gobernar era simplemente administrar las cosas que formaban parte del patrimonio funcional de la nación. Craso error.

No hay duda alguna que ante estas complicaciones, el país cayó en una especie de trampa cuya salida pareciera no haberse preparado. Los ideólogos y estrategas de tan pervertido proyecto político, llámese: socialismo del siglo XXI, sólo tuvieron en su visual política el poder como objetivo único. Esto enredó el devenir de la democracia. El régimen sólo jugó las cartas que de antemano conocía. Lo contrario arriesgaba el espacio ganado con la suspicacia que su malicia e hipocresía permitieron. De esa manera, fue fácil comenzar a desmontar la estructura democrática donde se anclaban las libertades y garantías que avivaron la institucionalidad y la constitucionalidad en las cuales se cimentaban la noción y condición de “república” de la cual la historia ha sido fiel testigo de su afianzamiento.

Nada ha sido más nefasto para la democracia, que la rutina inmovilizante y la sumisión de los dirigentes de la “revolución bolivariana” a apetencias enfermizas. Tan impoluto trastorno de moralidad y de ética pública, hizo que con los años se fuera anquilosando un estilo de gobierno que, por su apatía para otear más allá de las menudencias populistas, se estancó en términos de las ofertas electorales que, para infortunio de la democracia, le valieron en 1998 el acceso al poder político nacional. Problemas económicos terminales del sistema social y otros intermedios y más inmediatos fraguados en medio de situaciones forjadas por el clientelismo político, micronegociaciones para sostener el liderazgo o por la administración de la rutina burocrática, desmoronaron lo que constitucionalmente pudo exhortarse como vía para redireccionar al país hacia sitiales de desarrollo económico, político y social.

Pero nada fue así. La revolución, en nombre del manido “socialismo del siglo XXI”, volcó su atención a convertir la ironía y el egoísmo en praxis de gobierno. Haciendo malabares con estos contravalores, llevó a cabo la impúdica tarea de desordenar al país. Al extremo que los cuadros más vergonzosos de activistas revolucionarios, se encargaron de violentarlo no sólo mediante el sometimiento basado en coacciones y conminaciones para reducir al máximo esperanzas y todo signo de desobediencia civil. Esto hizo que el país se fracturara hasta alcanzar la polarización más radical a la que se haya visto doblegada la sociedad venezolana. El “complejo de Adán”, infundió en la militancia roja la arrogancia de creer que todo se instauraría como si nada hubiese existido antes de 1998. O que la historia se reescribiría a partir de entonces. Así, el régimen encauzaría el país a su libre antojo para legitimar todas las barbaridades cometidas con el “fin supremo de refundar la República”. Sin embargo, logró todo al revés. Para ello había que descartar a los más aptos y virtuosos para tan oscuro propósito. Por eso, fue inminente el apoyo de quienes menos idea podían tener del concepto de gobernar. Quizás, esta disertación termina por aclarar ¿por qué se ha gobernado para el atraso? Lo que es igual a preguntarse, pero ¿por qué con los peores?
 
VENTANA DE PAPEL
  
¡OTRO MAGNICIDIO MÁS!

Dice la jerga criolla que “cuando el río suena es porque piedras trae”. Tan sabio aforismo, además de pertinente, bien se ajusta al discurrir político. Aunque sería mejor decir, al devenir de aquella política que por chabacana, cae en “saco roto”. O sea, otra forma de referir la susodicha política la cual, lejos de exaltar la necesidad de consensuar disposiciones, como corresponde a la política exactamente comprendida y aplicada. sólo sirve para convertir lo posible en imposible. Lo arriba expresado sirve de exordio para asentir que cuando en cualquier circunstancia de la vida hay barullo, es porque hay algún desacomodo. Su reacción produce un tipo de ruido que sólo tiene repercusión en el ámbito en el cual su efecto es más sensible. En política particularmente, hay ruido cuando la inconformidad se convierte en causa para elevar protestas públicas. Ya sea por razones de injusticia, de corrupción, intolerancia, desigualdad, opresión, o de represión, entre otras del mismo tenor. Sin embargo, todo ruido molesta a todo gobierno despótico. Por eso, no conviene a ninguna dictadura que haya presencia de medios de comunicación libres. Es ahí cuando esos gobiernos pretenden silenciar autoritariamente a todo actor político que se atreva a hacer manifiesto cualquier padecimiento o malestar. Más, cuando los mismos carcomen consciencias y azotan la dignidad del hombre en condición de libertad. Es el caso de situaciones en las que cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto. Entonces, cunde el caos pues las realidades se tornan críticas. En medio de situaciones así, el gobernante tiene a asumir una actitud altisonante. Busca valerse de cualquier excusa para distraer la atención, mientras intenta recuperar la popularidad perdida. Es cuando apela al magnicidio o a cualquier otra estrambótica ridiculez como si con tan absurdos argumentos, enmendaría los errores cometidos. Pero nada de eso consigue. Todo lo contrario. Mientras cada socarrona fantasía pone al descubierto el carácter torcido de irónicas o extrañas pretensiones, peor es lo que de ello resulta. Ni siquiera porque recurre a la bufona idea de engañar a la población con el mórbido cuento de estar ante el falso riesgo de verse implicado en: ¡otro magnicidio más!

LA DISTANCIA CONSTRUYE PATRIA

“Quiero militar poéticamente y decirle a Venezuela que me muero por ella a cada instante de mis días conscientes e inconcientes. Hablarle a Venezuela de lucha voraz y toma de gobiernos para acabar con la podredumbre que invade nuestros cuerpos. Cantarle “si un día he de naufragar, enterrad mi cuerpo cerca del mar”, allá en La Guardia, para saludar a mi abuelo combativo y obrero, hombre que formó parte de la primera huelga general que le dio vida al pueblo. Decirle a Venezuela que la amo y por ella muero en cada estrofa de mis sueños o mis anhelos. Gritarlo en una calle con bandadas de gente, de países que admiran la muerte que hoy sufren las madres de barrios y clases bajas, cortas y medianas, porque las de arriba están más cuidadas que la espada de Bolívar. Reventar mi voz ante mil almas que sueñan tocar mi suelo venezolano, a experimentar un poco del “socialismo” que hoy es el ejemplo perfecto del capitalismo de Weber y todo aquel pensador que sólo use su mano derecha para aporrear cualquier idea que traduzcan nuestras manos izquierdas. No hay izquierda en aquel planeta, la izquierda no gobierna, quisiéramos algunos que gobernaran PERMANENTE o que gobierne con toda la GENTE, para dedicarle a esa mujer, a esa Pequeña Venecia, nuestra sangre, nuestra lucha, nuestro cuerpo firme y dispuesto a acabar con el falso soneto de que los pobres ya no están, que todos somos hermanos y comemos en paz. En paz comen los muertos que hemos perdido en supuesta libertad, en falsa democracia, en una exagerada dictadura, en un falso, inexistente... Socialismo. “Enterrad mi cuerpo cerca del mar... En Venezuela”. Ahora a dormir mi hermosa Pequeña Venecia” 

Con la motivación que la distancia aviva, Arianna Isabel Monagas rasga una cuartilla para expresar la efusión que la lejanía con Venezuela conmueve su fibra política. Y es porque también, la distancia construye Patria.

"Cuando un gobierno decanta sus decisiones en criterios de base política irresoluta, es porque la obsolescencia en sus dirigentes se ha convertido en la razón que precede y preside las ideas que luego son llevadas como parte de la gestión pública"

Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas

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