jueves, 12 de junio de 2014

ALBERTO JIMÉNEZ URE, EL «RIGOR MORTIS» DE UN SISTEMA DE GOBIERNO QUE FRAUDULENTAMENTE «CRIMINA» A INOCENTES

«No siento más indignación que misericordia hacia esas y esos infectos que, aun cuando se mantengan política y financieramente aventajados e infalibles ante millones de sus víctimas, son también rehenes de la Casta Forajida a la cual pertenecen: empero donde están entrampados tras convertir al Estado en un fétido organismo burocrático que ya exhibe su rigor mortis»

Ya no sé cuántas veces he disertado sobre lo que realmente significa «magnicidio», la «magna muerte», que pudiera dársele a un «magnánimo» o «magnificente» nada parecido a un miasma con mando sobre ciudadanos. 

¿Cómo calificar a los potenciales exterminadores de peligrosas bestias al momento que intentasen cometer «saurio-cidio». Lo digo porque nada de grandiosos tienen aquellos, éstas y esos mal nacidos que ordenan reprimir y matar a quienes se les oponen políticamente: a desesperados, sitiados y excomulgados que cuestionan sus atrocidades en el ejercicio de cargos públicos. No estoy de acuerdo con la venganza asesina, la vendetta ni Vindicta Pública que ordena («capitalis») ejecuciones conforme a costumbres seudo-culturales que hace tiempo debieron abolirse en el mundo. Pero, perplejo, observo cómo en sociedades oprimidas una y otra vez aparecen las señales de la Ancestral Violencia Fratricida inevitablemente por venir.

«Magnus» no fue el menos criminal entre los canallas que la Historia Universal de Infamias registra: ni ese que tuvo por nombre Alejandro el Grande, que igual semeja a unos tales César, Felipe, Maximiliam, Napoleón, Isabel, Cristina y el «Supremo y Bicéfalo Comandante» en malas conductas. Sátrapas que se arrogaron inmortalidad, pero ya todos están en situación de difuntos y quienes recibieron sus legados soberbiamente esperan ser agraciados por una presunta providencia (que no las entelequias Dios y el Demonio, sino un dopado gurú). Yo calificaría como «magno» por «mártir» sólo a cualquier pueblo que en el Mundo todavía esté trágicamente sometido a una jurásica dictadura. Aun cuando percibo el «rigor mortis» de un sistema de gobierno que fraudulentamente «crimina» a inocentes, como el que padecemos en Venezuela, sus pútridas emanaciones todavía hacen mucho daño al corpus social no corrompido pero sodomizado. No lo duden: con sus hedores aun los embalsamados o encerados igual matan porque a ellos permanece adherida su patogénesis.

Son corruptos, claro, pero igual corruptores porque a quienes pretendan ser alabados y temidos por esclavos de postmoderna servidumbre les urge asistir a organismos internacionales para pujar y forcejear a favor de cambiar la letra de los tratados que garantizan la defensa e inviolabilidad de los Universales e Inalienables Derechos de Humanos. Tener un «derecho» que se pretenda de «humano» no es compatible con los de quienes soberanamente tiranizan, porque ellos conforman una casta dominante. Es preciso recordar que la interpretación de lo que es la «dignidad» por parte de la «Burocracia Transnacional de Cancillerías» está supeditada a la «Plusvalía del Dólar y el Combustible Fósil»: a la forma como se dispensa entre quienes recibieron franquicias que les permiten una existencia ostentosa, e inmunidad para satisfacer sus apetitos de genocidas. Nos condenan a la «fecalidad», que es la fase superior de la fatalidad en materia de penurias.   

Alberto Jiménez Ure
jimenezure@hotmail.com/
@jurescritor

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