Si
algún tino ha tenido el gobierno de Nicolás Maduro, es la duplicación de los males sociales a lo largo y ancho de
la geografía nacional. Inflación, escasez, inseguridad.
Ciertamente no hay distinción en la inmensa mayoría
de la familia venezolana. Casi todas viven las mismas penurias, desde la
búsqueda de alimentos hasta la travesía por el medicamento.
No hay diferencia social, en el resultado, de la ineficaz gerencia del actual régimen de
gobierno. Tanto el pobre como el rico sudan las mismas gotas para encontrar un
litro de leche, un kilo de azúcar, la bolsita de café para agradar el paladar
cada mañana, la harina de maíz precocido para elaborar la gustosa arepa, el
aceite comestible útil para la empanadita o el pescado frito.
Cuando se trata de un familiar enfermo o que
necesita operarse de emergencia, tanto pobres como ricos siguen la misma ruta
de colas, angustias, pesares, lamentos, quejas, criticas y tal vez al estar
frente al mostrador de la farmacia, la respuesta pudiera ser similar: NO HAY!.
Si evaluamos lo que hacen pobres y ricos para buscar mejorar sus viviendas,
allí el sendero los une una vez más: cemento, cabillas, alambres, clavos. No se
encuentran. Se debe entonces iniciar llamadas a determinados amigos “enchufados”
con las frases comunes:”hermano del alma podrás hacerme una segundita”, “te
consigo algo adicional, pero me urge el cemento y las cabillas”, “no encuentro
un coño, anda compatriota consígueme la vaina y cuenta conmigo”. Y si vamos a
la seguridad o inseguridad, como mejor usted prefiera manifestarse, el
drama es una copia a carbón, a
impresora, a fotocopiadora, a la vida real. Se anda en la calle con temor al
hampa, se va temprano al hogar pendiente que no nos roben nuestros muebles,
rogamos cuando dejamos el carro estacionado para que no se nos lleven la
batería, cauchos o el mismo vehículo. Rezamos, al salir uno de los muchachos (hijos)
a una fiesta, para que regrese
sano y salvo.
Le pedimos al supremo toda la noche por el ser
querido, así lo hacen pobres y ricos. También ricos y pobres lloran con el
mismo dolor e intensidad, la
desaparición de un familiar cercano a manos de la delincuencia desatada y sin
control por parte de este gobierno, que dedica más tiempo en utilizar a los
organismos de justicia, como brazo ejecutor para perseguir a la
disidencia democrática, que a los bandas
organizadas.
Un régimen que prefiere ver preso a dirigentes
políticos o lideres estudiantes que a delincuentes con prontuario policial,
como el asesino de la Sra. Adriana Urquiola de 28 años de edad. Un régimen que
usa a sus gorilas para reprimir en lugar de combatir a fondo a la delincuencia que nos ubica como
uno de los países más inseguros del planeta tierra.
Un régimen que se ufana de hablar de justicia,
mientras las madres de Basil y Gerandine lloran a sus hijos. Un régimen de
impunidad. Un régimen que fracaso y se aferra con la mentira y la sumisión de
los poderes a dar respuestas humanas, tanto a pobres como a ricos… Ricos! me
dice un vecino, “ya no hay”. “Los únicos ricos son los enchufados y los que se
llevaron los dólares de Cadivi”…
La igualdad de las penurias nos une a todos, a
quienes creyeron en este régimen y a
quienes no. Al igual debe unirnos la fe, la lucha y la esperanza en la búsqueda
de un destino mejor, justo y humanitario para Venezuela. Es tiempo de
reflexión, es hora de la democracia, es el momento de sumar voluntades y
encontrar puntos de coincidencias para
construir la sociedad que anhelamos. Todos somos necesarios y útiles para
salvar al país. TODOS!... Si podemos
Venezuela!
Adalberto
Orta
orta.adalberto@gmail.com
@adalbertomas
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