Mientras por décadas una facción de cubanos
radicados en el exterior ha dedicado una gran parte de su tiempo a luchar para
que en su país retorne la democracia y
se establezca una sociedad de derechos, otro sector, menor en número pero también fuera de Cuba,
ha trabajado por años a favor de que Estados Unidos modifique su política hacia
la dictadura de los hermanos Castro sin demostrar interés en cambios políticos
en la isla.
Es paradójico, pero ambos sectores han
recurrido a diferentes estrategias para lograr sus propósitos y buscado ayuda
en gobiernos y entidades extranjeras para alcanzar sus fines.
El primer grupo ha transitado numerosas vías.
La lucha armada fue una de ellas, recurrió a la violencia cuando lo estimó
pertinente y posteriormente, sin adjurar del pasado, un amplio sector de ese
grupo se convenció que era necesario usar otros métodos para lograr el cambio
necesario y asumir estrategias
diferentes.
El cambio no modificó el compromiso y la
lucha por la libertad la continúan por otras rutas.
Denuncias mundiales, publicaciones,
conferencias, respaldo material a la oposición interna, asistencia a eventos en
los que se expone la realidad cubana, entrevistas con funcionarios de gobiernos
para buscar apoyo en foros internacionales, todo lo que sea posible en el marco
de lo políticamente correcto en estos tiempos.
Entre las facciones que integran este grupo
pro democracia hay diferencias evidentes, algunos se cuestionan y no comparten
posiblemente alguna que otra decisión, pero no hay dudas que son individuos y
facciones que quieren un cambio que conduzca a la democracia y al respeto al
ciudadano en Cuba.
Un aspecto divisivo en este campo es el
embargo, porque hay personas que favorecen el fin del mismo sin esperar ninguna
retribución, ya que es una demanda que
se corresponde a sus convicciones. Hay otros que se oponen a la violencia por
principios morales, como hay quienes no
han participado en una huelga de hambre por sus creencias.
Justo es también decir que en este sector hay
quienes todavía continúan defendiendo los métodos usados en el pasado, creen en
la confrontación, están a favor de la ruptura y lo hacen con devoción, porque a
pesar de los años, no les falta disposición para luchar.
El otro grupo es también complejo,
porque aunque hay representantes del
sector que luchó por la democracia en Cuba, es muy discutible que en la
actualidad mantengan el mismo compromiso.
Este sector, nutrido fundamentalmente por
individuos que nunca enfrentaron la dictadura, invierte grandes esfuerzos y
recursos para que sus reclamos sean escuchados por quienes puedan ejercer
influencia a su favor, lo paradójico es que muchos cubren sus ambiciones de
lucro bajo el manto humanitario de la reunificación familiar, el intercambio
cultural y el fin del embargo.
Lo del embargo es importante, porque aunque
afirman que su derogación favorecerá al cubano de a pie, la realidad es que las
oportunidades de negocios se incrementarían y beneficiarían económicamente a lo
que promovieron el cambio.
En realidad aunque, habrá excepciones, la
intención es lucrar, porque la reunificación familiar y los viajes a Cuba sin
limitaciones, favorecen económicamente
a las agencias de viajes que venden boletos para La Habana con precios
a Madrid.
El intercambio cultural favorece a los
promotores de espectáculos, una actividad lucrativa valida como cualquier otra,
que no es necesario justificar con el cuento de que se está favoreciendo el
reencuentro entre cubanos.
Su afán inmediato es que Estados Unidos
elimine todas las restricciones impuestas al régimen de La Habana, incluido el
comercio, financiamiento y por supuestos viajes e intercambios culturales que a
fin de cuentas son como una acera de una sola vía porque termina favoreciendo
al régimen de los Castro o a quienes puedan ser sus herederos, porque ellos
tienen en su agenda el post castrismo, que no precisamente incluye un
régimen de derecho para los cubanos.
Estas
personas e instituciones no cuestionan al régimen de La Habana, incluido
sus métodos más brutales. No sancionan los abusos a la oposición interna, las
restricciones a los derechos ciudadanos
ni critican la corrupción que existe en la isla, su labor siempre está
orientada a demandar indulgencia para el régimen y culpar de la ineficiencia de
este, a los gobiernos extranjeros o al exilio.
En los últimos años un nuevo cuento se ha incorporado a esta agenda y es que la inversión favorece la democratización, como si esa fórmula hubiera dado resultado en China.
El hecho de que las dictaduras permitan la existencia de ricos y millonarios no garantiza la libertad de los ciudadanos, incluido los potentados, porque la nomenclatura dispone las reglas y las cambia cuando le viene en gana, porque el derecho de gente no existe para esos regímenes.
Pedro
Corzo
pedroc1943@msn.com
@PedroCorzo43
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