En
la historia de los siglos XX y XXI, numerosos han sido los episodios en los que
los trabajadores y sus organizaciones, han participado en la resolución de
crisis estructurales que conllevaron a naciones enteras a la ruina, y luego a
retomar su reconstrucción por los senderos de la democracia y la libertad.
Desde aquella Europa denominada prisión de pueblos hoy reconocida en la Zona
Euro, o en la América Latina que superó las republiquitas bananeras y del
concierto de sables que asoló al continente.
En
nuestra historia republicana la participación obrera se hizo sentir desde los
años 30 del siglo pasado, organizando los primeros sindicatos y la gran huelga
petrolera, y al mismo tiempo el derecho de elegir gobernantes y la conquista de
una vida digna. Para aquella generación sindical la lucha económica, la
libertad y la democracia iban de la mano con los proyectos políticos de la
camada juvenil de 1928.
Aún
cuando los partidos políticos constituidos a lo largo del siglo XX fueron las
vedette y los que lideraban los cambios de gestión gubernamental, en el seno
del movimiento sindical venezolano se desarrollaron debates importantes sobre
la participación de los trabajadores en la gestión de las empresas y el destino
del modelo de sustitución de importaciones, eje de la economía nacional en el
siglo pasado. Que era por cierto más endógeno que la descarada economía de
puertos actual.
Con
la llegada de la actual gestión en 1999 y la ofensiva desatada desde el Estado
chavista contra las conquistas laborales, ha determinado que la acción sindical
autónoma se haya ceñido sólo a los principios de libertad sindical,
contratación colectiva, diálogo social, discriminación política entre otros y
así retomar la esencia perdida en la crisis política de 2002-2003.
Esta
confrontación ha determinado la movilización de una agenda en pro del trabajo
digno y bien remunerado, cuya beligerancia e irritación laboral se manifiesta
en miles de conflictos sociales en todo el país, los cuales empujan al
sindicalismo venezolano a asumir un giro fundamental y emplazar radicalmente al
Ejecutivo Nacional en torno al modelo económico estatista como el culpable
directo de la precariedad laboral generalizada.
De
qué le sirve hoy aprobar un contrato colectivo, aumento de salarios, si éste
será devaluado en semanas con inflación de 56,3% en 2013 y se proyecta para
2014 en 70%, agravada la situación con el desabastecimiento y la escasez en
30%, similar a una economía de guerra. Esto hace inalcanzable la cesta
alimentaria y básica para la vida decente.
Al
cuestionamiento del modelo económico se asocia igualmente el surgimiento de un
Estado policial que militariza las relaciones de trabajo y criminaliza la
protesta laboral y estudiantil con miles de perseguidos. Esto determina que es
el momento del sindicalismo venezolano de ampliar el espectro, manteniendo la
lucha por la agenda laboral, por una economía promotora del trabajo digno,
diálogo social y de democracia plena sobre la base de la unidad de acción.
Froilan
Barrios Nieves
fbarriosnieves@gmail.com
@froilanbarrios
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