Sé
que ya no se usa mucho la voz “cachaco” para identificar al bogotano culto,
liberal, elegante en el vestido y la expresión y dado a usar casaca. Pero si
alguien decidiera retomarla le aconsejo que mire a Juan Manuel Santos.
Acaba
de soltar con insigne suavidad una declaración que a muchos les ha parecido
inaceptable.
Espero
ver –ha dicho- a los jefes de las FARC en el Congreso.
¿SEGUNDA VUELTA EN COLOMBIA? |
Álvaro
Uribe, el líder que puso en el brasero la organización militar de las FARC,
podría sentir que Santos estaba arruinando sus indudables logros contra la
célebre organización fundada en 1964 por Manuel Marulanda. No obstante haber
sido Juan Manuel su ministro de la defensa y mejor intérprete en la guerra que
declaró y llevó a la victoria contra los irregulares. Uribe enfrentó con las
armas empuñadas a aquella organización que bien pudo ganar la guerra e instalar
en Bogotá una revolución dura, similar al fidelismo en La Habana y al
sandinismo en Managua.
Una
peligrosa resignación parecía haberse apoderado de los gobiernos democráticos
de Colombia frente a los colosales avances de los faristas, más todavía después
de la activa ayuda que comenzaron a recibir del presidente Chávez. Los
mandatarios Belisario Betancur, Virgilio Barco, César Gaviria, Ernesto Samper y
Andrés Pastrana habían incluido en su agenda la negociación de paz con las agresivas
huestes de Marulanda.
Nadie
llegó más lejos que Pastrana en ese rocoso camino. Seguía siendo muy escarpada
la cuesta para entenderse con una organización tan complicada como las FARC,
pero en un país como Colombia aparecen con frecuencia rendijas que reabren
posibilidades.
En
las elecciones que se realizarán el 25 de mayo en ese país tan cercano, tan
hermano, supura la tensión entre Santos y Uribe. En principio, aquel parecía
cómodo porque su antiguo jefe no pudo aspirar a la reelección y su representante,
Oscar Zuluaga, no terminaba de absorber su popularidad.
En
marzo el candidato de centro-izquierda, Enrique Peñalosa, parecía destinado a
ser quien lidiara con Santos en la segunda vuelta. Pero en mayo el panorama
cambió. Zuluaga desplazó a Peñalosa y se aproximó inesperadamente a Santos. Las
grandes consultoras venían dando por reelecto al presidente Santos pero ahora,
a unos doce días del combate, se insinúa un empate técnico en la primera
vuelta.
No
obstante, Santos sigue punteando, aunque de no detenerse la tendencia su
victoria estaría seriamente comprometida. Santos ha puesto toda la carne en ese
asador. Espera que antes de los comicios salga de la Mesa de Negociación algún
tipo de acuerdo que le proporcione lo que le falta para vencer sin ninguna
duda.
Pero
aunque personalmente estoy de acuerdo con la negociación por razones que expuse
en mi libro “La Violencia en Colombia” (cuando aún gobernaba Uribe) no veo cómo
pueda ocurrir algo con fuerza suficiente para determinar o alterar
sustancialmente el resultado.
El
país no corre peligro. La
economía va en crecimiento sostenido, diversificado y sin inflación. La
violencia urbana ha perdido mucha fuerza y el índice de homicidios, antes
primero del hemisferio, ha caído sensiblemente por debajo de los punteros
Venezuela y Honduras. El espinazo de las FARC está roto. Los sucesores de
Marulanda perdieron toda posibilidad de lograr algún día una victoria militar y
su futuro está marcado por la forma como puedan lograr –si es que lo logran- su
desmovilización, desarme e integración a la vida política. El horizonte
económico luce despejado en el marco de la llamada Alianza para el Pacífico, el
poderoso grupo de integración subregional que pronto desplazará sin retorno al
jaqueado Mercosur. La violencia narco, paramilitar y farista-elenista ha caído
en flecha. Adicionalmente, un examen de los candidatos y sus ofertas
electorales revela que el fundamentalismo ha desaparecido del paisaje político
colombiano. Hasta el Polo luce curado de excesos. Su candidata, Clara López,
economista y experimentada funcionaria, hace promesas bien formuladas y
atractivas. ¡Nada que ver con el descascarado socialismo siglo XXI! Frente a la
abrumadora violación de derechos humanos del modelo chavista, Uribe y Santos
deslindaron posiciones. Uno rechaza y el otro, lamentablemente, no. Pero eso no
autoriza a considerar que Santos sea afín al esperpento que llaman socialismo
siglo XXI.
Tal
modelo no tiene nada que ofrecer como no sea sangre, sudor y risa. El disparate
económico es tan absurdo como brutal, la ofensiva contra estudiantes, vecinos,
trabajadores que defienden derechos elementales reconocidos por cualquier amigo
de la libertad… y con la faltriquera vacía, tampoco recibe ya muchas loas. Así
lo evidencian UNASUR y gobiernos, movimientos, y personalidades angustiados por
Venezuela.
Maduro
se ha autodesignado “Presidente de los estudiantes”, cuando hasta ayer decía
serlo “de los trabajadores”. Sería de preguntarles cómo les ha ido con
semejante magistrado.
UNASUR
fue inicialmente convocada para apoyar al gobierno y condenar la
“desestabilización” opositora, pero decidió hablar con las dos partes y
postular un diálogo de iguales. La canciller de Colombia, Ángela Holguín fue
fundamental. La facilitación del Vaticano hizo de Francisco una especie de
garante de los garantes.
Después
de las elecciones las FARC seguirán en el brasero. Vencidas militarmente por
Uribe fueron al diálogo para salvar lo salvable. Actualmente discuten lo que
nunca aceptó Marulanda: desarme, desmovilización.
Colombia,
México, Perú, Chile iluminan el futuro. Nixon dijo una vez: adonde vaya Brasil,
irá la Región. Ahora es: adonde vaya la Alianza del Pacífico irá Latinoamérica.
El futuro de la atormentada Venezuela está también en ese lugar.
Americo
Martin
amermart@yahoo.com
@AmericoMartin
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