Mientras que los radicales se plantean asumir una ofensiva sin importar lo que puedan llevarse por delante, los reservados o socarrones guardan bajo la manga “una carta tapada”.
¿MESA
DE FORCEJEO?
Una
cosa es lo que sucede puertas adentro del partido político asociado al régimen
venezolano. Y otra muy distinta, es lo que deja colarse entre los intersticios
y grietas de la aludida revolución. De ahí la razón del régimen para sostener
la horda de medios de comunicación toda vez que sus emisiones suelen ser meras
propuestas propagandísticas mediante las cuales buscan proyectar lo que mejor
puede depararse de una imagen gubernamental burdamente acicalada por la mentira
propia de la demagogia populista .
La
tentadora idea de dialogar, azuzada por altos funcionarios, quizás animada por
oscuras intenciones, aunque solapada por efecto de los apremios que
configuraron las difíciles coyunturas que caracterizaron los meses de Febrero y
Marzo, no alcanzaron los objetivos trazados. Al menos, los que en principio se
adujeron. Intenciones éstas, posiblemente elaboradas con el propósito de
disfrazar el grado de desgobierno que ha ganado terreno en medio de una
situación de ingobernabilidad acompasada por la impunidad, la corrupción, el
desabastecimiento, la inflación y la inseguridad: las cinco cicatrices que
expone el presente cataclismo político venezolano.
Los
antagonismos que están marcando la vida política al interior del partido de
gobierno, son claras demostraciones de las perversidades que ocupan la agenda
de actividades y compromisos pautados por sus dirigentes quienes, además, son
los menos indicados para revertir el desespero que radica en buena parte de sus
miembros. Sobre todo, en aquella facción radical cuyo pensamiento pretende
instigar en el alto gobierno criterios anómalos que desvirtúen el sentido de la
política. Para ello, pretende provocar un choque de posturas que revuelva
cualquier promesa de gestión, por minúscula que sea, sólo para posicionarse en
cargos de responsabilidad ejecutiva nacional. Y en consecuencia, tomar las
riendas del país sin escrúpulo alguno de manera de avanzar en el
desmoronamiento final de lo poco que queda de institucionalidad democrática
para lo cual han de valerse del “Plan de la Patria”.
En
lo que a ello respecta, este cuadro de realidades pone de relieve el riesgo que
supone caer en lo profundo del desastre que pudiera armarse de tan patético
cruce de violentas decisiones. Mientras que los radicales se plantean asumir
una ofensiva sin importar lo que puedan llevarse por delante, los reservados o
socarrones guardan bajo la manga “una carta tapada”. Es decir, se valen de una
estrategia encubierta invocando postulados democráticos, para distraer mientras
se preparan para un zarpazo que igualmente está cargado de intolerancia,
injusticia y opresión.
En
fin, lo que puede inferirse de tan nebulosa situación, no puede alentar a
nadie. De hecho, la susodicha mesa de diálogo, no ha servido a lo que su
significación compromete. Por lo contrario, ha sido excusa para enrocar
posturas que subrepticiamente venían corriéndose a discrecionalidad de los
intereses del régimen. O mejor dicho, de sus dirigentes.
El
diálogo, como mecanismo de concertación y conciliación, no ha servido en el
caso venezolano para distender una polarización que ha devenido en desgracias
económicas, sociales, políticas y hasta familiares. El régimen, empeñado en
mantenerse en el poder a costa de lo que sea, haciendo uso del abuso y de la
coacción, ha demostrado su obstinación. Por tan deprimente y antidemocrática
razón, se arroga una autoridad desmedida y viciada, para arremeter contra
valores y principios que cimientan libertades, derechos y garantías. De ahí que
estos gobernantes y usurpadores de la democracia, siguen urdiendo todo lo
posible contra el bienestar de la sociedad venezolana. Razón suficiente para
voltear las verdades. Por eso viven un mundo al revés. Así que para
desacreditar la política y mancillar la moralidad, ridiculizan la intención de
formalizar todo acuerdo justo y necesario vulgarizándola al llamarla: Mesa de
Forcejeo.
VENTANA
DE PAPEL
MUCHA
GENTE ADENTRO
Las
realidades se han vuelto tan absurdas en un país con tantas capacidades
reunidas y potencialidades distribuidas, que todo pareciera una burda
contradicción. Pero no lo es. Ahora, por causa de las arbitrariedades de este
régimen casi absolutista, el país se volvió una piadosa verdad que cabe dentro
de una triste y gran mentira sostenida a
punta de represión. Ya no luce a engaño lo que el régimen quiere lograr toda
vez que no es difícil darse cuenta que la economía está sucumbiendo. Que la
política está retrocediendo. Y que la sociedad está conteniendo sus fuerzas.
Cada amenaza declarada por personajes del régimen, tiene un efecto mordaza que
se siente en el aire que transpira cada venezolano que vive sentimientos
democráticos.
El
país ya no es lo que fue, sino todo lo contrario. Ahora es lo que nunca quiso
llegar a ser pues ese horizonte incierto no se parecía a lo que estaba
construyéndose. A pesar de las escaramuzas que algún radical u obstinado
procuraba en nombre de una izquierda revolucionaria. Aunque fue siempre de
papel. La necesidad de socializar con fines de consolidar el sentido de familia
o el valor amistad, se hizo añicos. El tiempo ya no transcurre entre momentos
de solaz al calor de un gratificante pretexto para mantener una conversación en
un café. Cualquier oportunidad es propia de todo delincuente para sorprender a
quien pueda ser su siguiente o próxima víctima. La seguridad dejó de ser
criterio policial para ser motivo de burla entre quienes advierten con
pesimismo la presencia de oficiales de policía patrullando solamente en
avenidas iluminadas o centros de comercio concurridos. Más allá, no hay nadie
que se compadezca de la inseguridad que las calles imponen.
La
ciudad cerró sus puertas al espacio público en el que se legitima todo proceso
de construcción de ciudadanía. Ya no se escuchan exclamaciones de alborozo por
quienes celebran sus júbilos. Ahora los gritos son de indignación ante la
impotencia que se tiene para resarcir las bondades de un país que vivió
libertades en cada rincón de su geografía. Hoy son protestas que se alzan a
manera de reclamo vivo. Ya no son personas con gritos propios que identifican
sus emociones al vociferarlas. El dolor de lo que vive el país, no escatima
horario ni fechas. Eso se refleja en la piel de cada venezolano con dignidad en
su espíritu. Nunca se había oído tantos gritos. Sobre todo, cuando se exige
libertad pues son gritos de sentimiento. Y cuando es así, hasta el cielo
sucumbe por un clamor traducido en queja nacional. Y es también, un grito que
tiene a mucha gente adentro.
DE
CÓMO LA INTOLERANCIA BARRE LA HISTORIA
Cuevas
Quintero explica que “conviene pensar en el papel que las universidades deben
asumir creando espacios para el debate. Si la sociedad civil toma el viejo
ejemplo de la movilización que llevó a la solicitud del referéndum revocatorio
a Chávez, podría tenerse posibilidades de éxito. Esta salida cuyos efectos
emotivos estarían a nuestro favor, busca poner en la calle y movilizar a toda la sociedad, pues en su
conjunto, el ataque es contra todo un sistema educativo”. La idea de Luís
Manuel plantea una estrategia de difusión de comentarios tomados de los
académicos, de los representantes y estudiantes respecto del destino final de
nuestro sistema educativo. Así, “se desmontaría el discurso fundamentado en una
supuesta opinión publica de dudosa formación, y se desarticularía el espacio de
muchedumbres con el cual se quiere ahogar la voz de los expertos. Lo que nos
jugamos es la confrontación de la doxa
con la episteme”.
Esto
lleva al diseño de un proyecto alternativo de educación que apueste a una
genuina y moderna reforma o cambio educativo articulando lo global con lo
nacional , regional y local”. Lo que el régimen ha edificado, es un modelo
educativo que no ofrece calidad y confisca la autonomía de pensamiento. Es un
ejemplo más de cómo en tiranía se busca deprimir instituciones para saquearle
su talante democrático. O sea, de cómo la intolerancia barre la historia.
“En política, la hipocresía sirve de excusa al politiquero cuando en medio de sus mentiras, busca quedar bien con Dios, con la patria y la revolución”. AJMonagas
Antonio
José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
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