Cuando analizo las razones por las que los
venezolanos hemos permitido que el comunismo más retrógrado del mundo alcanzara
tal penetración y poder en nuestro país, lo primero que me viene a la mente es
esa debilidad de carácter que, hasta el momento, hemos considerado como un
valor positivo. El venezolano es “buena
gente”, cooperador, amistoso, alegre, solidario…
Esa bohemia se nos hace demasiado artificial
para ser verdad, el mismo gobierno ha promocionado la imagen falsa de que los
venezolanos somos el pueblo más feliz del mundo, siendo que uno de los rasgos
que nos distingue justamente, es todo lo contrario, que somos en extremo
egoístas, que actuamos como si fuéramos los únicos seres en el universo - de
allí nuestra naturaleza dada al desorden, a no obedecer las normas, a
privilegiar nuestros apetitos por encima de los del grupo, incluso, recurriendo
a la violencia – que buscamos la vuelta a los deberes, que conseguimos la
trampa en el sistema, que nos gustan los excesos… razones por las que Simón
Bolívar terminó diciendo que había arado en el mar, y por las que su maestro
Simón Rodríguez insistía en educar ciudadanos. La historia nos demuestra, una y
otra vez, que somos lo más dado al “bochinche” que existe, nada nos lo tomamos
en serio, todo es guasa y sólo nos importa el ahora.
El escritor y psiquiatra Francisco Herrera
Luque pasó buena parte de su vida investigando ese legado de taras y complejos,
que resultaron inevitables en ese coctel de sangre negra, india y blanca y que
repercutió en nuestra historia, en sus sucesivos estancos de conquista,
colonia, independencia y modernidad, con una carga genética y cultural de muy
cuestionable origen.
Y por cierto, es una de las razones por las
que, creo, no somos material apto para el socialismo; es justamente, esa
tendencia natural a hacer lo que nos da la gana, lo que nos salva de esa
ideología perruna.
Pero, en cuanto al aspecto totalitario y de
control que viene asociado al socialismo, ese es otro cantar, precisamente,
porque nos gusta tomar el camino más fácil, el del menor esfuerzo, porque somos
proclives a adular, a estar bien con quien tiene el poder (quien tiene las
armas), nuestro sino es acomodarnos a lo que venga… como venga.
Esa es la razón por la que esos sistemas de control social cubano han tenido tanto éxito, porque prácticamente nos han domesticado con el famoso “bozal de arepa”, con la falsa promesa de poder disfrutar de nuestros bienes si no buscamos problemas con el poder, con las ofertas de dinero fácil por un poco de colaboracionismo, con nuestra aceptación de medidas populistas para los que menos tienen reorienten su odio social; eso es lo que ha sembrado este gobierno socialista bolivariano.
Han recogido, organizado, censado a todos los
miserables de nuestra sociedad y les han asignado un lugar en una estructura
social, llámese comuna, batallón, milicia, puntos rojos, guerrilla
comunicacional, cohorte, colectivo, etc., organizaciones en las que, por medio
de la disciplina de milicia, del espionaje, la supervisión directa, un
constante monitoreo de sus movimientos y de sus familias, les han inculcado el
miedo, y el miedo los ha paralizado y domesticado (poner a la Guardia Nacional
a buscarlos el día de las elecciones, casa por casa, y escoltarlos hasta los
centros electorales es sólo una muestra)… pero también a fuerza de dádivas, de
bolsas de comida, de promesas y loterías para una vivienda o una beca, de
prometerles el “carguito” en el ministerio o el cupo en la universidad, de esta
manera los acostumbraron a hacer colas, a dejarse marcar números con tinta para
entregarles una nevera o un televisor, a asignarles una parcela en algún fundo
invadido… Hay, por supuesto, sus honrosas
excepciones, lugares de provincia donde el pueblo decente se mantiene en
alerta máxima contra la revolución, que no se han doblegado ante las recetas
cubanas y están muy activos en la defensa de sus derechos y libertades.
No fue una sorpresa que el chavismo ganara en
la mayor parte de las alcaldías del interior del país en estas pasadas
elecciones, en poblaciones donde dependen absolutamente de la acción del
Estado.
En muchos lugares han arruinado la única fuente de producción propia de los productores rurales, la agricultura; allí, las tierras están confiscadas por grupos armados y nadie las puede aprovechar a no ser que se constituyan esos grupos o colectivos controlados enteramente por el gobierno, repartiendo comida y enseres, dinero y ayudas, como retribución a su fidelidad; los que no se pliegan a estas organizaciones son discriminados, amenazados por los órganos judiciales y policiales cuando no hay sumisión.
Ese sistema de organizar en comunas y reinar,
no les ha resultado en las grandes capitales, donde hay resistencia, pero
siguen insistiendo, y ahora quieren usar la comida y la escasez para penetrar
donde antes no podían entrar. Las colas en los supermercados para comprar un
producto, la tarjeta electrónica de abastecimiento seguro, son claras señales
que nos indica para dónde quieren ir. Ya tenemos todos, prohibición de salida
del país, sea por las divisas que no entregan, por los pasaportes que no llegan
o por las líneas aéreas que abandonan el país. Venezuela se está convirtiendo,
poco a poco, en gran campo de concentración, movilizarse cuesta gran sacrificio
y ahora, con el aumento a la gasolina en ciernes, más todavía. El racionamiento de productos básicos tiene
su propia lógica, por un lado te degrada, te animaliza que alguien te imponga
cuantos rollos de papel tualé puedes adquirir, el tipo de desodorante que debes
usar, si esta semana lavas ropa o no.
Tu tiempo te lo manejan para que lo consumas en largas colas, a toda hora, todos los días, de la manera más improductiva y te tratan como si fueras ganado en un corral, lo que quieren es que te entregues a ser manipulado y movilizado como el gobierno quiera, que sientas tu impotencia y el poder de los jefes, de los que te están dando las bolsas de comida que ellos quieren y que de todas formas tienes que pagar.
La resistencia tiene que pasar ahora a un
segundo nivel, pero necesitamos a la intelegentzia del país, a sus
intelectuales y científicos, profesionales y académicos, a sus universitarios,
que son las personas capaces de entender esta situación de control biopolítico,
denunciarla y explicarla; necesitamos a los comerciantes e industriales que aún
nos quedan, a sus gremios y cámaras, para que desnuden esa estrategia de
dominación total de la población por medio de listas, de tarjetas inteligentes,
de “chips”, de controles biométricos, de registros cruzados, también están
utilizando los cortes programados de agua y luz para debilitar la vida
comunitaria en las grandes ciudades, la intención es que el Estado debe saber
donde están, que hacen, con quien, a qué hora y como, para controlarte hasta en
la manera como te diviertes, en carnavales obligados, te obligan a salir en
Semana Santa con cortes de servicios públicos, en actos grupales compulsivos,
en bailes y verbenas donde tienen que demostrar alegría, ellos te dan la
televisión que necesitas, la radio que te gusta, las películas que adoras, los
conciertos que soñaste... mentira, todo es arreglado, todo está planificado por
gente que te controla para que pierdas tu personalidad y te conviertas en el
nuevo hombre y mujer socialista, un venezolano alienado y manipulado por los
comunistas cubanos, de eso trata el nefasto Plan de la Patria, un instrumento
de la dominación del país completo.
Requerimos que lo que queda de la prensa libre eche el resto en esta acción de comunicaciones (por lo menos, hasta que haya papel); y a esa gran parte de los socialistas decentes que quedan en el país y que no están de acuerdo con lo que sucede, que jamás podrán secundar estas maniobras para sepultar la libertad de su propio pueblo y participar de una entrega tan servil al enemigo extranjero. Necesitamos que todos se unan a la resistencia activa. –
Saul
Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul
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