La realidad de Venezuela es dura y patética,
por un lado, esperanzadora y con futuro, por el otro; el capítulo amargo de
nuestros días, de crisis, violencia, abusos y traiciones, tiene detrás una gran
moraleja, que nuestro pueblo está tragando obligado, como si fuera una medicina
de mal sabor y peor olor, pero que, finalmente, nos curará de nuestra enfermedad.
Vivimos por demasiados años en la ilusión del
país rico, con un estado paternalista, unos políticos gozones y una ciudadanía
boba, por decir lo menos; tuvieron que venir esas pirañas socialistas
bolivarianas a despertarnos, de la manera más horrible, de ese estupor
tropical.
Y no crean que lo más duro ha pasado; tenemos
todavía que desintoxicarnos, vomitar todo el veneno que hemos estado tragando
por tanto tiempo, incluyendo nuestra historia oficial, nuestra inflada
autoestima, de pueblo elegido por Dios, con un país bullente de recursos,
nuestra infantil actitud ante los problemas graves del país (“que otros se
ocupen”), nuestro desprecio por la participación política, esa vana ilusión de
un paraíso socialista con un estado paternalista y toda una serie de taras
mentales que vamos a tener que sudar en medio del delirio y de los síntomas de
abstinencia.
Todavía la gente vive de frases hechas, de
lugares comunes, del chiste y la guasa; a pesar de todo lo que nos ha ocurrido,
escucho explicaciones mágico-religiosas, mis compatriotas aún creen en personas
ungidas, que van a guiarnos a la tierra prometida, en que de nuevo vendrán los
Bolívar y los Rómulo que el país necesita… pero vienen los tiempos tumultuosos,
de las vacas flacas, de todas esas plagas que el chavismo nos ha traído como si
fuera la maldición de Tutamkamon. El
padecimiento que estamos comenzando a sufrir nos hará fuertes y más
inteligentes, o dejaremos el pellejo en el intento.
Todavía tenemos a los “bichitos socialistas”
montados en el gobierno, creyendo que, después de este episodio, ellos todavía
pueden gobernar el país; algunos en la oposición aún se pasean por la
posibilidad de negociar con esos criminales para encontrar una transición
pacífica.
Ya Maduro y su corte de pordioseros (pordioseros
del alma) echaron el resto, lo que tenían en su arsenal de violencia y
represión, ya lo usaron y, probablemente, lo van a seguir usando con más o
menos intensidad, hasta que se rindan o huyan del país; de modo que, tal como
yo lo veo, la pelea no ha terminado, no sé si los chavistas se han dado cuenta
pero los venezolanos todavía no hemos lanzado el primer golpe, por aquello de
que somos pacíficos y demócratas (como si eso importara al momento de enfrentar
a esos asesinos de siete suelas).
Pero una cosa sí es segura, el país decente,
trabajador y honesto, que es la gran mayoría, va a prevalecer sobre los agentes
del castrochavismo, que quieren entregarle el país a Cuba; los que tenemos a
Venezuela en la sangre vamos a salir de este hueco y seremos mejores cuando
esto termine (lo contrario es desaparecer como país y eso no es opción).
Había una tesis durante el Medioevo y de la
cual se valió John Milton (autor de la obra El Paraíso Perdido), quien ejerció
el cargo de ministro bajo Cromwell, y con la que justificaba la decisión del
Parlamento inglés de condenar y luego decapitar al Rey Carlos I que decía: “El
poder reside siempre en el pueblo quien lo delega en el Soberano. Si este abusa
del poder delegado, el pueblo puede reasumir la soberanía, deponer y hasta
ejecutar al tirano.” (Deus Inversus, William Blake, de Alberto Arvelo Ramos,
Universidad de los Andes, 2010).
El postchavismo es lo que menos me preocupa,
hay que reconstruir el país, de adentro hacia afuera, moral y físicamente, con
mucho sacrificio e inteligencia, en total transparencia, en eso estamos claros,
es casi como haber salido de una guerra y estoy seguro de que tenemos muchos
amigos y aliados en el mundo, que nos van a echar una mano, de que en unos
quince o veinte años, posiblemente, ya nos habremos recuperado.
Lo que me preocupa es el ahora, hay muchos “políticos”, líderes y representantes de la oposición que están muy confundidos, entiendo que muchos de ellos no tienen el entendimiento ni la capacidad para afrontar una situación como la planteada, aunque algunos han asimilado este curso intensivo de maldad, mentiras y trampas, desarrollando los anticuerpos necesarios como para no creer en cuentos de caminos sobre salidas negociadas; pero hay otros que todavía piensan que estamos en tiempos de la democracia boba y del boom petrolero del siglo pasado, no han dejado las malas mañas de aquella democracia-show donde actuaban sin pedir permiso y sin representar a nadie.
Temo que algunos estén tan desubicados que
pretendan irse a la cama con los chavistas y hacernos este episodio mucho más
largo y doloroso de lo que pudiera ser si simplemente reconociéramos que
vivimos en una dictadura, así, con todas sus letras y sin equívocos;
afortunadamente, la gente aprendió a expresarse, a reclamar, a criticar,
nuestro pueblo no es loco, sabe que hizo mal cuando apoyó a esos rojos rojitos,
que han traído sólo calamidades y crisis económica, sabe quiénes son los que
verdaderamente están trabajando por ellos, que no precisamente están en la MUD,
y de la noche a la mañana tenemos nuevos rostros entre nosotros, organizando,
movilizando, explicando la realidad, proponiendo tareas y soluciones, no para
el país entero (eso todavía no es posible), pero sí en nuestra comunidades, en
nuestro entorno inmediato.
Una vez escribí que en nuestra vida diaria
nos toca desempeñar diversos roles, a veces como lideres y a veces de
seguidores, somos líderes con nuestras familias o en el trabajo, somos
seguidores en la calle o defendiendo nuestra comunidad, y cambiamos de rol de
un momento a otro, sin pensarlo mucho; soy un firme creyente en la
individualidad, pero en momentos tumultuosos, como los que vivimos, necesitamos
de los demás; como me gritaban en la Plaza Altamira, cuando estuve en las
barricadas y nos asaltaban las motos de la Guardia Nacional, “Permanezcan
juntos… no se separen, atacan a los que están solos”.
Ese es el gran secreto de estos tiempos de conmoción social y política; en este momento no hay que estar solos, hay que actuar en conjunto, como movimientos en masas, como las olas, y el agua puede con todo. –
Saúl
Godoy Gómez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul
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