No
hay reto más grande para aquellos que hemos escogido el camino del creer en
Dios, de creerle a Dios, que el mirar a nuestro alrededor para darnos cuenta
que todo pareciera estar perdido. No es solo lo que vemos con nuestros ojos,
una nube de oscuridad que se ha posado sobre nuestro cielo; sino lo que
sentimos en nuestro ser interior, una inmensa devastación, un profundo dolor.
Al elevar nuestra mirada nos sentimos perdidos, no encontramos la luz.
Pero,
aquellos que hemos decidido por este camino, primero hemos entendido en quién
hemos creído. No hemos puesto nuestra confianza en un hombre común, no le hemos
entregado nuestro corazón a un ídolo de carne y hueso, tampoco a una imagen de
talla que tiene ojos pero no ve, que tiene oídos pero no nos escucha. Hemos puesto
nuestra fe en Cristo Jesús, el mediador del nuevo pacto, el Cordero de Dios que
quita el pecado del mundo, el que llevó en sí mismo en la cruz nuestras
rebeliones, nuestras enfermedades y tristezas. Aquel que estando en su agonía
mas profunda exclamó: - Eloi, Eloi, ¿lama sabactani? que traducido es: - Dios
mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? Marcos 15:34b.
El
Jesucristo verdaderamente hombre, profundamente humano, quien aún en medio de
su crucifixión pensó en su madre encomendándosela a su discípulo amado, a su
amigo del alma, el apóstol Juan. Ese Jesús sintió que su Padre, su Dios le
había abandonado, precisamente en ese momento de oscuridad de su vida. Sin
embargo, sabiendo a quien amaba exclamó una vez más encomendando su espíritu.
Luego de ese gran sufrimiento estaba reservada para él la resurrección. Las
Sagradas Escrituras dicen que Jesús con su muerte venció al que tenía el
imperio de la muerte, y luego fue resucitado a la vida, para elevarse por
siempre a la condición de Dios.
Habiendo
sido pues ese ser profundamente humano, atrapado en un cuerpo mortal como el
nuestro es capaz de comprendernos. Siendo Dios tiene el mismo poder con el cual
fue levantado de entre los muertos para ayudarnos en medio de nuestras
aflicciones. Por lo tanto, cuando sentimos que todo está perdido, que Él nos ha
abandonado, que no escucha nuestras oraciones. Entonces, es tiempo de ser
valientes, de mirar por encima de las circunstancias a aquel que puede
librarnos de todo mal. Sin buscar atajos, el camino es Jesucristo: Jesús le
dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por
mí. Juan 14:6.
Nos
ha sobrevenido este mal tan grande, nuestras vidas y con ellas la de nuestra
nación han sido asaltadas impetuosamente; nos hemos enfrentado con el enemigo
en nuestra propia casa, en el lugar más amado de nuestras almas, nuestro
terruño. Nuestras armas no son de hierro, son de la razón. Pero ahora, más que
nunca antes, necesitamos que también sean las armas de la fe y del amor. De la
fe en el más grande hombre de todos los tiempos, Jesucristo hombre. De la fe en
Dios, nuestro Padre, Jesucristo resucitado, el Señor de Señores, el Príncipe de
Paz, el Admirable y Consejero, el Dios fuerte y Eterno. Del amor magnificado en
la Cruz del Calvario, donde nos rescató entregando su vida por la nuestra.
Venezuela,
hoy es tiempo de ser valientes, de poner nuestra mirada en Jesús, de creer que
Él puede librarnos de todo mal. ¡Hoy es tiempo de fe! Por esa razón, aunque
sientas que Dios te ha abandonado, aunque las lágrimas empañen tus ojos y tu
alma, no desistas, encomienda tu vida al Señor y la resurrección vendrá.
"Por
un breve momento te abandoné, pero con gran compasión te recogeré. Con un poco
de ira escondí mi rostro de ti por un momento, pero con misericordia eterna
tendré compasión de ti." Dice el Señor tu Redentor. Isaías 54:7-8.
Rosalía
Moros de Borregales
rosymoros@gmail.com
@RosaliaMorosB
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