jueves, 17 de abril de 2014

PEDRO CORZO, LOS ANTIHÉROES

Si la sociedad enfrenta una profunda crisis de valores e identidad como afirman muchos sociólogos y analistas, un factor posible puede ser que el individuo en el presente sufre retos generados por el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y por desarrollos tecnológico sin precedentes.

Tal vez como nunca antes el hogar y la escuela son fundamentales para la formación del ciudadano y en ambos ambientes, por lo expuesto anteriormente, también la crisis es profunda.

Es una penosa realidad que las familias disfuncionales aumentan en un número importante, y muchos maestros y padres no tienen conciencia de la responsabilidad que implica enseñar y menos aun educar.

Una escuela que instruya a los educandos en el respeto a los demás, el entendimiento y la tolerancia, pero también en el concepto que los derechos conllevan deberes, es fundamental para que los ciudadanos no se conviertan en victimarios, pero tampoco en víctimas de los depredadores.

Pero independiente de las escuelas, la familia y la “calle”, las nuevas generaciones enfrentan tentaciones difíciles de resistir y entre todas se destacan las programaciones de los medios informativos y los progresos en la informáticas que superan la capacidad del individuo de entender beneficios y peligros.

El mal no está solo en el abusador que seduce a un menor por internet o roba la identidad de un tercero, tampoco en la adicción por el mundo virtual que puede atrofiar sentidos, hay otros factores negativos y quizás de mayor peligro,  que afectan amplios sectores de la ciudadanía, en particular  a los más vulnerables la niñez y la juventud.

 Las producciones artísticas o que pretenden serlo, en las que se exaltan la violencia y los criminales, que saturan medios como la televisión,  son factores que pueden inducir a que algunas personas consideren que el crimen si paga y que lo que haya que hacer para enriquecerse, disfrutar comodidades, lujos y placeres inimaginables, es un camino fácil en el que los derechos de los otros no tienen que ser respetados.

La violencia, la codicia, el crimen y otras prácticas nada decorosas han sido temas de numerosas obras literarias, fílmicas y musicales,   la diferencia está que en los últimos tiempos los criminales en muchas de esas obras no pagan sus culpas, terminan ricos y evadiendo la justicia.

En el pasado los autores y promotores de arte en sus obras exponían los crímenes de los malos y estos  eran irremediablemente castigados.

Las escuelas educaban en las gestas de hombres y mujeres que se habían sacrificados por el prójimo, que la historia de estos patricios era edulcorada no está a discusión, pero el saldo de vida de ellos era positivo. También ilustraban en torno a la Moral y Cívica, en el respeto a los demás, formación que ha sido desechada en muchos países.

Fuera de las escuelas los patrones eran fantásticos,  pero justicieros. Superman, Bat Man o la Mujer Maravilla, siempre hacían el bien.

En el presente a los narcotraficantes les componen canciones en las que son exaltados  como si fueran héroes, pero peor aún, la televisión y el cine, superan ese mal ejemplo.

Antes las películas  más violentas de Hollywood terminaban con el criminal preso o muerto, en la actualidad con frecuencia burlan a la justicia o el final abierto del film, deja a la imaginación el resultado. Vemos defensores de la ley asesinar para obtener un objetivo o torturar para obtener una confesión, todo vale.

Los libretos excusan al ladrón, narcotraficante y al asesino. El origen humilde del protagonista justifica el crimen. La pobreza extrema ampara al criminal, que delinque porque es presentada como una madre amorosa o un padre protector.

Un caso reciente ilustra la situación. La cobertura del arresto del narcotraficante en gran escala, Joaquín "El Chapo" Guzmán, superó en varios medios la que se hizo a los sangrientos acontecimientos de  Venezuela y Ucrania.

Los medios deberían enfatizar que sujetos como Guzmán, Pablo Escobar,  Griselda Blanco, González Gacha y muchos más, son criminales, depredadores sociales, individuos que destruyen,  y que si en alguna ocasión fueron generosos fue con el propósito de encubrir sus crímenes que eran los que le habían proveído las riquezas que ostentaban.

Los niños son como las esponjas, lo absorben todo sin detenerse,  y la juventud tiende a creer que todo es posible, por tanto no les es difícil asumir como válidos los héroes negativos que los medios de información tienden a ofrecerles.

Pero también es cierto lo que dice el periodista Andrés Hernández Alende, ante situaciones como estas la alternativa es apagar el televisor o no llevar al cine a los menores, porque lo que si no es posible es que la libertad de expresión y creación sean eliminadas.

Pedro Corzo
pedroc1943@msn.com
@PedroCorzo43

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