Si
la sociedad enfrenta una profunda crisis de valores e identidad como afirman
muchos sociólogos y analistas, un factor posible puede ser que el individuo en
el presente sufre retos generados por el fortalecimiento del respeto a los
derechos humanos y por desarrollos tecnológico sin precedentes.
Tal
vez como nunca antes el hogar y la escuela son fundamentales para la formación
del ciudadano y en ambos ambientes, por lo expuesto anteriormente, también la
crisis es profunda.
Es
una penosa realidad que las familias disfuncionales aumentan en un número
importante, y muchos maestros y padres no tienen conciencia de la
responsabilidad que implica enseñar y menos aun educar.
Una
escuela que instruya a los educandos en el respeto a los demás, el
entendimiento y la tolerancia, pero también en el concepto que los derechos
conllevan deberes, es fundamental para que los ciudadanos no se conviertan en
victimarios, pero tampoco en víctimas de los depredadores.
Pero
independiente de las escuelas, la familia y la “calle”, las nuevas generaciones
enfrentan tentaciones difíciles de resistir y entre todas se destacan las
programaciones de los medios informativos y los progresos en la informáticas
que superan la capacidad del individuo de entender beneficios y peligros.
El
mal no está solo en el abusador que seduce a un menor por internet o roba la
identidad de un tercero, tampoco en la adicción por el mundo virtual que puede
atrofiar sentidos, hay otros factores negativos y quizás de mayor peligro, que afectan amplios sectores de la
ciudadanía, en particular a los más
vulnerables la niñez y la juventud.
Las producciones artísticas o que pretenden
serlo, en las que se exaltan la violencia y los criminales, que saturan medios
como la televisión, son factores que
pueden inducir a que algunas personas consideren que el crimen si paga y que lo
que haya que hacer para enriquecerse, disfrutar comodidades, lujos y placeres
inimaginables, es un camino fácil en el que los derechos de los otros no tienen
que ser respetados.
La
violencia, la codicia, el crimen y otras prácticas nada decorosas han sido
temas de numerosas obras literarias, fílmicas y musicales, la diferencia está que en los últimos
tiempos los criminales en muchas de esas obras no pagan sus culpas, terminan
ricos y evadiendo la justicia.
En
el pasado los autores y promotores de arte en sus obras exponían los crímenes
de los malos y estos eran
irremediablemente castigados.
Las
escuelas educaban en las gestas de hombres y mujeres que se habían sacrificados
por el prójimo, que la historia de estos patricios era edulcorada no está a
discusión, pero el saldo de vida de ellos era positivo. También ilustraban en
torno a la Moral y Cívica, en el respeto a los demás, formación que ha sido
desechada en muchos países.
Fuera
de las escuelas los patrones eran fantásticos,
pero justicieros. Superman, Bat Man o la Mujer Maravilla, siempre hacían
el bien.
En
el presente a los narcotraficantes les componen canciones en las que son
exaltados como si fueran héroes, pero
peor aún, la televisión y el cine, superan ese mal ejemplo.
Antes
las películas más violentas de Hollywood
terminaban con el criminal preso o muerto, en la actualidad con frecuencia
burlan a la justicia o el final abierto del film, deja a la imaginación el
resultado. Vemos defensores de la ley asesinar para obtener un objetivo o
torturar para obtener una confesión, todo vale.
Los
libretos excusan al ladrón, narcotraficante y al asesino. El origen humilde del
protagonista justifica el crimen. La pobreza extrema ampara al criminal, que
delinque porque es presentada como una madre amorosa o un padre protector.
Un
caso reciente ilustra la situación. La cobertura del arresto del
narcotraficante en gran escala, Joaquín "El Chapo" Guzmán, superó en
varios medios la que se hizo a los sangrientos acontecimientos de Venezuela y Ucrania.
Los
medios deberían enfatizar que sujetos como Guzmán, Pablo Escobar, Griselda Blanco, González Gacha y muchos más,
son criminales, depredadores sociales, individuos que destruyen, y que si en alguna ocasión fueron generosos
fue con el propósito de encubrir sus crímenes que eran los que le habían
proveído las riquezas que ostentaban.
Los
niños son como las esponjas, lo absorben todo sin detenerse, y la juventud tiende a creer que todo es posible,
por tanto no les es difícil asumir como válidos los héroes negativos que los
medios de información tienden a ofrecerles.
Pero
también es cierto lo que dice el periodista Andrés Hernández Alende, ante
situaciones como estas la alternativa es apagar el televisor o no llevar al
cine a los menores, porque lo que si no es posible es que la libertad de
expresión y creación sean eliminadas.
Pedro
Corzo
pedroc1943@msn.com
@PedroCorzo43
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