Para
el chavismo cualquier fotografía o vídeo que muestre una realidad distinta a
sus conveniencias carece de valor. Mejor aún, no existe.
No
es que todo tiempo pasado fuese mejor pero hay muchas cosas que alimentan la
nostalgia por la certeza de que se han ido para siempre. Una de ellas, los
carnavales en la Caracas de los cincuenta y sesenta del pasado siglo. La ciudad
recibía a las más famosas orquestas desde la Sonora Matancera con la inmortal
Celia Cruz como cantante estrella, hasta la de Xavier Cugat, el catalán que
conquistó Hollywood. Hago un alto aquí para que los menores de 50 años acudan a
Google y sepan de quién hablo. Tuve la suerte de bailar al ritmo de esa
orquesta en el Hotel Tamanaco y de ver muy cercanos, en la pista de baile, a
John Wayne con su esposa.
Esa
era la Caracas de los prodigios a la que venían artistas y otros personajes
famosos, sin miedo a ser asaltados o a destinos peores. Allí, en el Tamanaco,
se concentraba la gente decente para llamar de algún modo a los señores que
iban con sus esposas y los disfraces imaginativos, de lujo y por consiguiente
costosos. La Sonora Matancera actuaba en el Club Casablanca (donde está hoy la
Hermandad Gallega) considerado un antro de perdición. En este lugar los
asistentes eran hombres solteros o casados pero decididos a echar una o varias
canas al aire y mujeres disfrazadas de negritas, lo que las hacía
irreconocibles. Por consiguiente podían ser de cualquier estado civil, porque
no se crea que ese destape o derrape carnavalesco era exclusivamente masculino.
Un
médico amigo de la familia utilizó el pretexto de una guardia nocturna en un
lunes de carnaval, para irse de rumba al Casablanca. Llegó a su casa al
amanecer del martes, bastante ebrio y se echó a dormir. La esposa registró sus
bolsillos y encontró una foto en la que la “guardia” del marido era un disfraz
de negrita con la que aparecía de lo más amartelado. Se produjo el escándalo de
rigor y el médico no encontró otro argumento más convincente que decirle a la
enfurecida cónyuge: ¿le vas a creer a una foto más que a mi?.
Esta
introducción viene al caso porque la autodefensa del amigo médico, una especie
de reducción al absurdo, ha sido práctica cotidiana del denominado socialismo
del siglo XXI, revolución bolivariana o simplemente chavismo. Para el régimen
instaurado en Venezuela hace cinco pesados y tormentosos lustros, cualquier
fotografía o video que muestre una realidad distinta a sus conveniencias carece
de valor. Mejor aún, no existe. El más patente y patético ejemplo fue el
asesinato a mansalva de diecinueve pacíficos manifestantes que marchaban con
destino al Palacio de Miraflores, sede de la presidencia de la República, el 11
de abril de 2002. Numerosas fotografías y videos mostraron a los pistoleros que
disparaban desde el Puente Llaguno, en el centro de la capital, contra la
multitud. Todos fueron identificados como militantes del partido de gobierno,
uno de ellos era un delincuente que pagó varios años de cárcel por el asesinato
de una anciana para robar en su vivienda. A pesar de ese prontuario fue
postulado por el partido de gobierno para concejal de Caracas y ejercía ese cargo
cuando atacó a tiros a la manifestación opositora.
Richard
Peñalver, que así se llama el sujeto, y los otros pistoleros fueron liberados
al tiempo que el gobierno decidía la imputación y condena a 30 años de prisión,
la pena máxima en Venezuela, de los comisarios Iván Simonovis, Henry Vivas,
Lázaro Forero y de los policías Erasmo Bolívar, Julio Ramón Rodríguez y Luis
Enrique Molina. Los agentes policiales Arube Salazar y Marcos Hurtado
recibieron condenas de 17 y 16 años de prisión. No hubo una sola fotografía, un
video o la más remota evidencia que mostrara a estos funcionarios policiales de
la Alcaldía Metropolitana de Caracas, cuyo titular era opositor al gobierno de
Chávez, disparando contra los manifestantes. Sobraron los testimonios de
personas que dijeron haber sido auxiliadas y protegidas por los imputados. Pero
la verdad oficial era otra y los condenados siguen en prisión con especial
ensañamiento contra el Comisario Iván Simonovis. Las infinitas acciones
emprendidas para lograr su liberación por razones humanitarias, en vista de su
precaria salud, han sido inútiles.
El
argumento de “le vas a creer a una foto mas que a mí” no se ha limitado al caso
de los asesinatos del 11-A-2002, su empleo más cínico ocurre en el ámbito de la
catástrofe económica del país. Desde el comienzo de su gobierno, Hugo Chávez se
dedicó sistemáticamente a destruir la industria nacional para sustituirla por
la llamada economía de puertos. Expropió centenares de fábricas de todo tipo,
entre ellas las productoras de alimentos, y fincas ganaderas que abastecían de
carne y leche a todo el país. Las nacionalizó y al cabo de poco tiempo la
productividad de las mismas se redujo a cero. Eso que está a la vista de los
treinta millones de venezolanos y del mundo entero, ha sido según la versión
del gobierno, el resultado de una guerra económica desatada contra su gestión
por el Imperio yanqui y por la burguesía apátrida. La respuesta insólita del
médico pescado en su mentira por la iracunda esposa, se torna pálida ante lo
dicho en cadena nacional a todo el país y buena parte de televidentes de otras
naciones, por el zar imperial de la petrolera venezolana PDVSA y dueño absoluto
de la economía nacional, Rafael Ramírez, al inicio del llamado diálogo entre el
gobierno y la dirigencia opositora, el pasado jueves 10 de abril. Para el
susodicho, el modelo económico socialista ha sido profundamente exitoso. No son
sólo fotos y videos innumerables, sino la mirada diaria de millones de
habitantes del país, lo que da cuenta de la escasez de alimentos
imprescindibles en la dieta de los venezolanos y de las kilométricas filas para
adquirirlos cuando aparecen. Las autoridades del área alimentaria han debido
acudir a la tarjeta de racionamiento para paliar, sin éxito, la angustiante
situación. La inflación del 60% es una de las más elevadas del mundo y el país
que obtuvo en los últimos quince años, los mayores ingresos en toda su historia
de exportador petrolero, hoy le debe una vela a cada santo y es incapaz de
honrar sus compromisos porque la corrupción y el pésimo manejo de la economía,
vaciaron las arcas de la nación. En ese mismo encuentro, el psiquiatra Jorge
Rodríguez, alcalde de Caracas, acusó a la oposición de ser generadora de la
violencia que ha ensangrentado las calles de distintas ciudades venezolanas.
Por el mundo han circulado innumerables testimonios gráficos y audiovisuales de
asesinatos a sangre fría, ya son más de cuarenta, y de la brutal represión que
la Guardia Nacional Bolivariana, la policía también bolivariana (para un doble
insulto a la memoria de El Libertador) y los delincuentes adscritos a la nómina
oficial, han desatado contra las manifestaciones de estudiantes y vecinos. De
nuevo la foto es la que miente.
¿Logró
convencer a su esposa el médico de la cana al aire aquel lunes de carnaval, de
que su palabra era más verdad que la foto en la que aparecía abrazado al
disfraz de negrita? Seguramente no, como ya jamás podrá hacer creer Nicolás
Maduro a nadie sobre esta tierra, que su gobierno es democrático y respetuoso
de la Constitución, las leyes y los derechos humanos. Esa es la foto que rueda
por el mundo y la que todos, salvo los beneficiarios del poder y los
envenenados por la propaganda oficialista, saben que es la cruda y dolorosa
verdad.
Paulina
Gamus
gamus.paulina@gmail.com
@Paugamus
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