“Nunca nos cansaremos de criticar a quienes deforman el pasado, lo reescriben, lo falsifican, exageran la importancia de un acontecimiento o callan otro; estas críticas están justificadas (no pueden no estarlo), pero carecen de importancia si no van precedidas de una crítica más elemental: la crítica de la memoria humana como tal.” Milán Kundera, La ignorancia
ERA de esperarse esta
nueva estrategia del Estado ahora dirigida a construir una nueva historia
modelada como un traje a la medida de la obsesión por el poder. Socializada
como un valor absoluto en los textos escolares la puesta en marcha de un nuevo
modelado de la conciencia aparece como una nueva fuerza centrípeta del
autoritarismo.
Mientras la intelectualidad de oposición sigue
creyendo que estos creyentes no creen en serio, los intelectuales afectos al
gobierno se organizan para asaltar la historia en nombre de artificios tales
como el del amamantamiento de Simón Bolívar, ya intentaron en otra ocasión
poner su cuna en Capaya y africanizarlo discutiendo las relaciones íntimas de
su padre, ya su pretendido rostro "real" muestra un desdibujamiento
tras el que se esconde una modelización mestiza amparada en una pretendida
reconstrucción de antropología física, también quisieron mostrar que su muerte
era el producto de una conspiración imperialista que había recurrido al veneno
como recurso para vencer a un emancipador, también los actos de nombrar los
lugares implican un desmontaje de la tradición que es sustituida por una nueva
invención de la realidad que se refugia
en el acto simbólico de rebautizar como hicieron con el cerro el Ávila para
sustituirlo por un nombre indígena de dudosa procedencia, lo mismo se ha
intentado hacer en otras zonas del país. Todo se despliega como si con esos
hechos forjados estuviesen develando verdades herméticas que justifican ese
imaginario del resentimiento que se puso a andar en distintos estratos de la
sociedad venezolana y recuerdan el llamado a reflexionar de Mariano Picón Salas
sobre la distinción entre el igualitarismo y la libertad que gravitan
pendularmente en nuestra historia.
Lo sucedido con esta
manipulación del pasado, confronta dos posiciones intelectuales, ambas operan
con ideas y tienen en la palabra y el control de la comunicación sus armas
principales. De este modo, la noción de intelectual confronta al menos dos
tipos, una está extendida a una cierta tipología social que mediante una
formación académica muy débil pero si eficaz en cuanto a las posiciones
alcanzadas para convertirse en arcontes, recurren al oficio de la palabra sin
una mayor distinción de la verdad, junto a ella hay una más restringida que se
opone sin ligadura partidista y apelando a la autonomía de la razón remite su
oficio a una condición ética de la operación de escritura que debe manifestarse
frente a este nuevo uso y abuso de la historia.
Este asalto a la
historia, es como sabemos, también un asalto a la razón. La exigencia de
argumentaciones es sustituida por la ideología y el dogma que no requieren de
un mayor ejercicio argumentativo, pues se sostienen ambas sobre la creencia de
dos relaciones temporales: la del pasado al que recurren para coger impulso en
medio de una nostalgia de megalomanía geopolítica y de un revestimiento
moralista que falsifica nuevas voces de la historia, y la del futuro, al cual
postergan todo esfuerzo de cambio y esperanza a las clases populares. De fondo
en este cuadro de pseudo historicismo, la demolición de la secularización en
Venezuela y la puesta en marcha, lenta pero eficaz, de un imaginario
instituyente que si bien aún no se ha cristalizado, posee un fuerte capital
social de adeptos.
Me pregunto, ¿Estamos
dispuestos a enfrentar este asalto a la razón?, seguiremos menospreciando al
adversario y sus creencias que poco estudiamos y conocemos en su operación
comunicativa en los individuos y en las masas postergando la responsabilidad
ética y el ejercicio de la crítica ante esta nueva arremetida de manipulación
del pasado. Resulta sospechoso que todo aparece en medio de un contexto de
irritabilidad social, de una crisis económica y de valores y en presencia de un
diálogo que cada vez se parece a una escena teatral con convidados que se
niegan a ir porque saben que detrás del juego de exhibición
"civilizada" para la comunidad internacional se esconde un proceso
acelerado de control social cuyo nudo gordiano se resiste a dialogar en serio.
Recuerden, los únicos reductos que no han
logrado conquistar los partidarios de este tejido complejo de despotismo
tropical y centralismo, son las universidades autónomas y la Iglesia. Alfredo
Armas Alfonzo tiene un cuento ambientado en los tiempos del caudillaje y de las
montoneras rurales que asolaban los llanos venezolanos, su nombre no lo
recuerdo, pero al final se desprende una frase que mezcla pavor y humor, como
una nota de ironía en el instante en que un pueblo es mancillado y con una
soldadesca muerta de hambre, el jefe de la montonera mirando a una mujer de
amplio y voluptuoso pecho dice, “en
donde mama uno maman todos”.
Luis Manuel Cuevas Quintero
luimanc@yahoo.com
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