Vamos a continuación a efectuar un muy somero
análisis de la actuación de los partidos políticos, vistos desde diferentes
ángulos de opinión y en circunstancias bastante disimiles en la historia.
Existen antecedentes de que los partidos
políticos han intentado interferir con la justicia e influir en las decisiones
judiciales, tal como por ejemplo se consigna en la siguiente cita:
"La Comisión Internacional de Juristas
de La Haya (ahora en Ginebra), en un congreso celebrado en Atenas en junio de
1955, aprobó la siguiente resolución, que de modo solemne declara: “1. El
estado queda sometido al derecho. 2. Los gobiernos deben respetar los derechos
de los individuos bajo el imperio de la ley y adoptar medidas eficaces para su
protección. 3. Los jueces se atendrán al principio del imperio de la ley, que
defenderán y harán respetar sin dejarse intimidar por el temor ni seducir por
el halago, resistiendo cualquier intromisión proveniente del poder público o de
los partidos políticos que atente a la independencia judicial. 4. Los juristas
de todo el mundo mantendrán la independencia de su profesión; defenderán los
derechos de los individuos bajo el imperio de la ley y proclamarán siempre el
derecho de todo acusado en un juicio imparcial.” Véase el Report of the International Congress of Jurists, La Haya, 1956,
pág. 9"[1]
Apuntamos -observando lo descripto en el
tiempo- de que manera poco efectiva se cumplieron los puntos de aquella
brillante resolución, si es que en algún país del mundo llegaron a practicarse.
En lo que a nosotros nos interesa de momento, resulta llamativo el punto 3 de
la resolución, que indica a las claras que, ya en aquella época, los partidos
políticos intentaban por todos los medios "intimidar por el temor ...
seducir por el halago" a los jueces, echando mano para ello dichos
partidos políticos de "cualquier intromisión" con los jueces.
Lo anterior parece tener un punto de conexión
con lo siguiente:
"La forma de ser que distingue a los
americanos frente a la Europa de los prejuicios sociales y políticos les
permite incluso gozar de esos derechos que Tocqueville contempla con la
desconfianza propia del liberal decimonónico: los partidos políticos («un mal
inherente a los gobiernos libres») y la libertad de prensa («la amo mucho más
por la consideración de los males que impide que por los bienes que
produce»)."[2]
Significativo pues el pensamiento de
Tocqueville en cuanto a los partidos políticos como un mal necesario, es más,
la palabra "inherente" implica algo mucho más allá de la simple
"necesidad", dado que lo necesario puede no estar presente, pero lo
inherente indefectiblemente formará parte inescindible de aquello a lo que esta
adherido de modo inseparable.
Veamos ahora el comportamiento de los
partidos políticos en la Alemania de posguerra:
"Las críticas de Röpke a los programas
de bienestar aumentaron en los años siguientes. Así, censuró duramente la
decisión del Gobierno Erhard (1957) de ajustar el programa de pensiones al
costo de la vida: a su juicio, era un paso para convertir el sistema de
bienestar en “una muleta para la sociedad”.
Esa muleta sigue estando ahí. Hoy, los
partidos políticos alemanes ofrecen rebajar los impuestos al tiempo que
prometen más gastos sociales. Eso no es financieramente responsable, pero los
políticos saben que muchos alemanes no votarán por quien diga que va a reducir
el Estado de Bienestar"[3]
Es decir, conforme venimos observando, los
partidos políticos se han comportado de manera bastante diferente a lo que la
mayoría de las personas parece -al día de hoy- suponer. También se advierte que
se han caracterizado (en el mejor de los casos) por prometer verdaderos
imposibles, ofrecer utopías y -en suma- limitarse a actuar como grupos de
poder. A este último aspecto se alude en la cita siguiente:
"...las manifestaciones de
corporativismo fascista irrumpieron con claridad durante el gobierno del
General Uriburu. Después de intentos de reforma constitucional para introducir
las ideas fascistoides, en su discurso con motivo de la trasmisión del mando al
General Justo, aquel dijo que... Estimamos indispensable para la defensa
efectiva de los intereses reales del pueblo, la organización de las profesiones
y de los gremios y la modificación de la estructura actual de los partidos
políticos para que los intereses sociales tengan una representación auténtica y
directa. A partir de Perón el corporativismo llegó a su máxima expresión y con
ello la máxima expresión de la demolición de las estructuras jurídicas, económicas
y sociales del país. Se estableció la Confederación General Económica con la
intención de reunir coactivamente a los empresarios y la Confederación General
del Trabajo para afiliar obligatoriamente a los empleados y obreros.".[4]
De nuestro lado, observamos que la nefasta
reforma incorporada a la Constitución de la Nación Argentina en 1994, implantó
definitivamente el corporativismo fascista en materia de partidos políticos, en
cuanto a que determina en su artículo 38 párrafo tercero que será el estado
argentino el que financiará las actividades de los partidos y la capacitación
de sus dirigentes. Es decir, resulta –en suma- la consagración constitucional y
formalmente legal del corporativismo fascista partidocrático.
Según otro calificado autor, en los últimos
tiempos:
"...fueron desapareciendo los partidos
políticos históricos. Y dieron paso a sociedades tipo club, donde se escoge a
alguien que esté dispuesto a mentir, que no sepa mucho, pronto a pactar con
tirios y troyanos, a extender la mano y financiarse de criminales, para
finalmente llegar a la primera magistratura, y desde la presidencia del
ejecutivo, desde el congreso y en cada alto puesto, “reponerse”.[5]
[1] Friedrich A. von Hayek. Los fundamentos de
la libertad. Pág. 11
[2]
Benigno Pendás. Capítulo titulado "TOCQUEVILLE, EN EL ESPACIO Y EL
TIEMPO", incluido en Alexis de Tocqueville. Libertad, igualdad, despotismo
(varios autores) -FAES Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales ISBN:
978-84-89633-44-5. Pág. 355.
[3]
Sam Gregg -No hubo milagro alemán-Publicado el 2 de Julio de 2008-Fuente:
http://www.fundacionburke.org/2008/07/02/no-hubo-milagro-aleman/
[4] Alberto Benegas Lynch (h) "GRUPOS DE
PODER VS. ESTADO DE DERECHO". Página 3.
[5]
Alberto Mansueti. Las leyes malas (y el camino de salida). Guatemala, 2009.
Pág. 16
Gabriel
Boragina
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