viernes, 18 de abril de 2014

ENRIQUE GUILLERMO AVOGADRO, ME QUEDA LA PALABRA, DESDE ARGENTINA

 “Si abrí los ojos para ver el rostro puro y terrible de mi patria. Si abrí los labios hasta desgarrármelos, me queda la palabra”.    Blas de Otero

Obviamente, el título de esta nota se vincula al raro acto, transmitido en cadena nacional, que la señora Presidente protagonizó en Tecnópolis para inaugurar, precisamente, el “Encuentro Federal de la Palabra”. Cuando Pepe Soriano, parafraseando a Neruda, dijo “se llevaron el oro, se llevaron la plata, se llevaron todo, pero nos dejaron las palabras”, se produjo uno de esos momentos mágicos que, cada tanto, la historia nos regala; bastaba con ver la cara desencajada de doña Cristina para saber a quiénes cabía el sayo.

El otro episodio curioso, por no decir trágico, fue la distinción del doctorado honoris causa que tanto la viuda cuanto su fallecido marido recibieron de la Universidad Nacional de La Plata, mientras la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la misma otorgaba un premio, en principio destinado a honrar la libertad de expresión, a los miembros de la familia imperial. Si bien es cierto que antes habían recibido la misma distinción esos otros campeones del respeto a la prensa libre que son el extinto Hugo Chávez y su homólogo ecuatoriano, el contradictorio Rafael Correa, no deja de llamar la atención que ahora sean premiados los Kirchner, que han recurrido a todas las bajezas imaginables para intentar destruir a los medios independientes, como las que ahora están encarando contra Vicente Massot y La Nueva Provincia.

Pero lo más trascendente de lo ocurrido en la semana que pasó fue, claro, el exitoso paro nacional –en la práctica, un verdadero plebiscito desaprovechado por los timoratos opositores, que salieron a despegarse- que motorizaron la CGT Azopardo (Moyano), la CGT Azul y Blanca (Barrionuevo), la CTA (Micheli), UATRE (Venegas) y FAA (Buzzi), organizaciones a las cuales acompañaron las esenciales UTA (Fernández), APTA (Cirielli) y La Fraternidad (Maturano), ya que garantizaron la masividad de la medida. Tal como había supuesto, los afiliados a los gremios comandados por dirigentes cooptados por la Casa Rosada se plegaron masivamente a la huelga. Después de la simpática conferencia de prensa que ofrecieron esos dirigentes, el viernes todos los analistas –algunos, como Carlos Pagni, con excelencia- se ocuparon de desmenuzar motivos, ayudas y consecuencias de la medida, por lo que me siento relevado de hacerlo.

Las imágenes que nos brindó la televisión permitieron confirmar una segunda presunción de quien esto escribe: en el futuro, para reprimir la protesta social, el Gobierno sólo contará con la Gendarmería, que no tiene suficientes efectivos para lograr un eficiente control de todo el territorio; las policías no fueron convocadas, como era dable esperar, para disolver los piquetes que la izquierda más combativa organizó para exagerar, con poco éxito cuantitativo, la importancia de su nueva presencia en la escena política nacional.

Sin embargo, creo que lo más notorio, y lo más preocupante, es el brete de hierro en el que el Gobierno se ha metido, y con él al país entero, por obra y gracia de la peor y más torpe conducción económica que la Argentina recuerde. Para confirmar estos calificativos basta con tomar nota de la enorme oferta de fondos que recibió Grecia, hasta ayer uno de los países más denostados por los mercados internacionales, que finalmente aceptó “sólo” US$ 3.000 millones a una tasa anual de 4,5%, o sea, la mitad de lo que nos vemos obligados a pagar.

Los líderes sindicales, que sufren la presión de esas izquierdas en sus bases, ya que les han arrebatado en muchos casos importantes seccionales y muchas comisiones internas de fábricas, no pueden menos que actuar para evitar la pérdida masiva del poder adquisitivo de los salarios, corroídos por la inflación –el piso de este año será superior al 40%- y por la falta de actualización del impuesto a las ganancias, que llevará a las arcas oficiales gran parte de los aumentos de sueldos que los gremios obtengan. Por supuesto, además, el arco de reclamos incluye a la extensión de los subsidios familiares, la actualización de la asignación universal por hijo, las míseras retribuciones que perciben el 80% de los jubilados, la situación de los trabajadores informales –el 40% de la población-, la negación de la pobreza y la indigencia en los índices oficiales, la indebida retención de $ 22.000 millones de las obras sociales, y la inseguridad, que está al tope de las inquietudes de la ciudadanía.

En resumen, los gremialistas se ven obligados a reclamar algo que los empresarios, masivamente golpeados por el estancamiento de la economía, por la caída del consumo interno y por la imposibilidad de exportar con éxito, no pueden otorgar. Sumemos a ello que, desde hace varios años, el empleo se ha mantenido sólo por la contratación de un millón de personas por el Estado, en sus tres niveles; así, ahora el propio Gobierno debe actuar como empleador en una convención paritaria en la que le exigirán, también a él, incrementos que no puede dar, so pena de caer en hiperinflación.

Más allá de las perversas alusiones de la señora Presidente a los millones de argentinos que veranean o llenan los restaurantes, resulta claro que la frazada del “modelo” se ha encogido y no permite, a la vez, atender a las dos partes en natural pugna; de allí que resulte fácil predecir que la conflictividad social se incrementará, y mucho, este mismo año; seguramente, estas huelgas generales se reproducirán en el futuro inmediato, y la CGT Balcarce (Caló) y la CTA oficialista (Yasky) verán cómo migran sus afiliados, que sufren las mismas penurias, hacia los gremios opositores o hacia la izquierda combativa.

Y ello porque, pese a lo que dijo esperar Camión en la conferencia de prensa, no es razonable pensar que el Gobierno cederá en los reclamos después del paro, porque aparecería como vencido por la medida, algo imposible por sus características tan similares a las del famoso escorpión, que no pudo contrariar su naturaleza y murió ahogado.

Dedicaré un párrafo a la monumental sentencia que la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal dictó en la causa de los sobornos en el Senado, en la que se encontraba imputado Fernando de la Rúa. En su meduloso análisis, los jueces demostraron que el delito no existió y que, para construir esas acusaciones, el Estado nacional, mediante la actuación de los fiscales y de falsos testigos, inventó pruebas para incriminar, por decisión del kirchnerismo, al ex Presidente y a varios senadores, algunos inclusive del propio partido gobernante.

Y merece recordarse porque lo mismo –la inexistencia del crimen- ha sucedido, y sigue pasando, en la enorme mayoría de los juicios a los militares y civiles imputados en las causas de lesa humanidad. He presenciado algunas de las audiencias de esos procesos y he sentido vergüenza, después de 47 años de ejercicio profesional, ante estos pseudo tribunales que degradan y hasta “desaparecen” a la Justicia, manipulando a los testigos, falsificando “hechos”, forzando hipótesis y situaciones y condenando, a veces, porque “deben haber sabido” por el mero hecho de dormir en dependencias castrenses.

El martes 15, a las 20:00 hs., en el programa “Un país distinto”, que conduzco y se emite por www.canaltlv1.com, estarán Susana Merlo y Agustín Monteverde, con quienes conversaremos sobre la situación de la economía y del campo.

Para terminar, permítame reproducir una frase que no me pertenece: “No linche a los ladrones, deje de votarlos”. Gracias a Dios, aún “me queda la palabra”, especialmente por aquéllos que no la tienen.


Enrique Guillermo Avogadro
ega1@avogadro.com.ar
Twitter: @egavogadro

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