Lo lógico, racional y procedente es que un
organismo que va a velar por la
vigilancia y respeto de los derechos humanos (ddhh) en un país o desde una
organización internacional, tenga un carácter independiente y autónomo de
cualquier instancia gubernamental que pudiera mediatizarlo. De no ser así, sería un disparate, sólo concebible
por quienes enarbolan una ideología totalitaria.
Violan los derechos humanos los gobiernos,
concretamente, las personas que están investidas de autoridad para ejercer la
violencia legítima de conformidad con el ordenamiento jurídico de un Estado determinado,
aunque podría incluirse a particulares que cooperen en tales delitos. Cuando un
ciudadano del común comete un crimen contra las personas (homicidio, lesiones,
etc), la sanción para él está contenida en el Código Penal; en este caso no hay
violación de ddhh, es un delito perpetrado por un particular.
Estaríamos en presencia de una violación de
tales derechos (los derechos contra el gobierno, como los llama Ronald
Dworkin), por ejemplo, cuando un funcionario público que cumple funciones
represivas (policías, militares) comete delitos conceptuados como de lesa
humanidad (asesinatos, persecuciones, detenciones arbitrarias, torturas,
violaciones, desaparición forzada, entre otros) en ejercicio de su cargo.
Es por tal razón, que en un régimen genuinamente
democrático los entes del Estado que persigan y sancionen tales crímenes deban
gozar de independencia absoluta. Es el principio de la división de los poderes
en acción. Fiscales, jueces o cualquier otro órgano contralor no pueden estar
sometidos al poder ejecutivo de un país, ellos tienen el encargo de vigilar la
actuación de éste. Sería un contrasentido, un absurdo inaceptable, que
desnaturalizaría el principio de la vigencia plena de aquellos derechos.
Pero, obviamente, eso sería en un entorno en
que la democracia existe, no en un país como la actual Venezuela.
La última aberración del gobierno militar, si
es que ya no teníamos suficientes, es la creación de un Consejo Nacional de
Derechos Humanos. Lo pudimos leer en Gaceta Oficial (No. 40.386 de fecha 3 de Abril de 2014). Este ente
rendirá cuentas y recibirá instrucciones del Presidente de la República.
Obviamente, el origen de ese decreto es el
escándalo nacional e internacional generado por la brutal y desmedida represión
de los últimos días frente a las protestas. Se quiere lavar la cara el gobierno
ante el mundo, manifestando su “preocupación” por el tema. Pero su cinismo e
hipocresía han quedado al descubierto.
Queda claro que la creación de un ente como
ése, y en los términos del decreto en cuestión, es un exabrupto, cuyo propósito
es propagandístico.
Constituye un absurdo que desde el gobierno,
es decir, desde la posición del sujeto que deberá ser controlado, se conforme
un órgano que, en teoría, impulsará políticas de defensa de los derechos humanos.
Los miembros de ese Consejo, entre otros, serán el Vicepresidente Ejecutivo,
los Ministerios de Relaciones Interiores, Defensa y Penitenciario, el Tribunal
Supremo, Fiscalía General, Defensoría del Pueblo. ¡Qué locura!
¿Los que deben ser controlados van a
denunciar sus propias violaciones? ¿En
qué cabeza cuerda cabe esto? ¿Cómo un
órgano que esté en relación de subordinación va a acusar a su superior de una
violación a los derechos humanos? Esto, sin duda, es una farsa, una burla más
del gobierno.
Tal decreto trasluce la visión ideológica que
el gobierno venezolano ha querido imponer, avalada por el Tribunal Supremo de
Justicia (TSJ) y otras instituciones sumisas a él. Cuando el TSJ sentencia que la distinción
entre el Estado, por un lado, y por otro, la sociedad civil y los ciudadanos,
sería “una construcción ideológica liberal, en la cual hay reminiscencias
censitarias, de desprecio a las clases populares y de odio al Estado como
unidad política que es concebido como una amenaza latente contra la concepción
individualista”, y que sólo existe una “totalidad social” que es inescindible
(Delgado, Arcadio. Reflexiones sobre el Estado político y el Estado social,
www.tsj.gov.ve), podemos explicarnos sin
dificultad el disparate del decreto y su naturaleza totalitaria. Es la misma
ideología que subyace a una aberrante sentencia reciente contra la diputada
María Corina Machado, en la que se dice cínicamente que estarían dando
cumplimiento al “principio de colaboración entre los Poderes” al abogar “por los
fines esenciales del Estado trabajando de manera coordinada”, cuando es un
hecho evidente que la división de los poderes no existe.
En Venezuela, se ha querido fundir al Estado
con una parcialidad política y su visión ideológica y borrar, así, la separación
de los poderes públicos, en abierta contravención de nuestra Constitución
nacional. La denuncia de la Convención Americana de los Derechos Humanos por el
gobierno venezolano ya fue un acto que forma parte de una deriva
antidemocrática sostenida, incongruente con instrumentos internacionales
firmados por Venezuela (Carta Democrática Interamericana, Protocolos de
Ushuaia), que se inscriben en el sistema hemisférico de protección de aquella
Convención.
El referido Consejo no es otra cosa que poner
zamuros a cuidar carne.
Emilio
Nouel V.
emilio.nouel@gmail.com
@ENouelV
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