A la sociedad venezolana le han alterado el pulso, modificado su
convivencia; ahora se expanden los sobresaltos, las decisiones amañadas,
burlonas, provocadoras. El refugio de la población se aferra en la creencia
religiosa, la oración, la suplica, para mitigar la intolerancia, el abuso y
frustración reinante.
La información de los indicadores
económicos-sociales-productivos, es a discreción del gobierno, generando dudas
en los especialistas acerca de la veracidad de los mismos; las medidas
adoptadas dan evidencia del fracaso del modelo pretendido. El control de
precios, cambiario y productivo del país hace aguas ante la economía de
mercado. El desfalco a la nación, la caída de sus reservas económicas y la
impunidad, elevan la desestabilización e ingobernabilidad presentes en todos
los rincones de la geografía nacional, unos acentuados, otros aún en
efervescencia.
La represión a las protestas, la negación de
las mismas a diversos gremios y sindicatos no resuelve el problema, lo aviva;
pretender la solución a través de las cadenas de radio, prensa y tv, es
burlarse de la inteligencia del colectivo social. El llamado al sector privado
a invertir y producir es una patraña más de las ya vistas; las expropiaciones,
nacionalizaciones y quiebra de empresas rentables, pasando por el forro la Ley,
comienzan a mostrar su rostro y hacen a Venezuela explosiva.
Josue
Arturo Molina Suarez
jarturomolina@gmail.com
@jarturoms1
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